Friday, July 21, 2017

Tomás de Aquino y el hallazgo del ser


Si el sol se fuera alejando lentamente y haciéndose cada vez más pequeño, comenzaríamos rápidamente a valorar mucho más su existencia. Han existido personas que lo han valorado en gran medida, sin necesidad de ningún extraño fenómeno cósmico; entre ellos esta Tomás de Aquino (1224-1274).

En su época, el siglo XIII, algunos le acusaron de querer explicar el cristianismo con razonamientos de paganos. Actualmente, otros paganos le acusan de explicar con razonamientos cristianos la verdad del mundo. Ciertamente Tomás fue cristiano, pero entendió tal condición algo como universal, abierta a los razonamientos y logros de todo tipo de personas que se esmeraron por desentrañar las verdades de la existencia. Este dominico napolitano tuvo gran confianza en la razón humana, en la sinceridad del mundo y en la apertura a una causa superior del sentido de la existencia. Siempre entendió la razón y la fe como dos factores en sinergia mutua y con autonomía propia.

Asumiendo, entre otras, las enseñanzas de Platón, Aristóteles y Agustín de Hipona, entendió con claridad que el ser se dice de muchas maneras y que la existencia de los seres limitados solo puede sostenerse gracias a la existencia de un ser necesario, cuya infinitud es inmaterial. El hecho de que cosas y personas existamos, pudiendo muy bien no haberlo hecho, le hace concluir en que hay un ser que existe por sí mismo, y del que los demás dependemos. Este ser nos introduce en la eternidad, que es, no una inmensa sucesión de tiempo, sino un continuo presente. Un ejemplo, con todas sus limitaciones, puede ser ilustrativo para explicar las relaciones entre lo eterno y lo temporal: un proyector hace posible la visualización de una película. El proyector sostiene la película en cada momento y, sin embargo, es distinto y trascendente a ella. Tomás de Aquino, que no entendía mucho de proyectores ni de películas, podría haber añadido que la realidad es una película con personas libres. Chesterton, defensor de las ideas tomistas, decía que " el mundo es una novela donde los personajes pueden encontrarse con su autor".

La aventura de la fe fue para Tomás, al mismo tiempo, la aventura de la razón. En su vida no puede entenderse una sin la otra. Jamás le hizo decir a la razón lo que no podía decir por sí sola, ni a la fe lo que la razón podía decir por su propia autoridad. Entendió la razón como un ejercicio de lógica y comprendió la fe como un ejercicio de amor. Respetó el salto abismal y cercano entre lo meramente razonable y lo aceptable en virtud de la autoridad del que revela. No miró hacia abajo, sino al frente y hacia arriba, y saltó con determinación y confianza. Desde la orilla de la fe no vio un mundo desfigurado y absurdo, sino un mundo bueno y a un hombre muy bueno - pese a la dolorosa presencia del mal- con una perspectiva de conjunto, que afirmaba los pasos firmes y seguros de la lógica abierta a la complejidad de lo real.

Definió al  hombre como "el ser que elige sus propios fines", una definición audaz para ser de la Edad Media. Pero esa autonomía humana no puede ser desgajada de la dotación de sentido que le es dada, como condición radical de un ser creado. Tomás no podía entender una lógica de la sospecha de lo real o del suicidio de la felicidad,  porque entendió la autonomía del hombre como limitada y participada, acorde a su naturaleza. Como todos los verdaderos sabios conocía sus límites, y como todos los más osados aventureros soñó con ejercitar al máximo sus posibilidades. Fue un atleta que corrió lo que pudo con sus propios músculos, pero no rehusó subirse a una especie de avión intelectual para conocer continentes nuevos, y ver desde arriba la tierra donde le gustaba ejercitar su razón y su corazón. Su visión panorámica no le alejó de su mirada pegada al terreno.

Frente a una mirada cansina y puramente evolutiva de la realidad, experimentó profundamente el prodigio de la existencia, del mundo y de sí mismo. Esto le ayudo a estudiar con interés el formidable espectáculo del mundo, especialmente de sus semejantes.


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