Información sobre la fe cristiana y la dignidad humana en relación con el mundo actual
Monday, July 27, 2020
Meg Meeker: Construyendo relaciones fuertes entre padres e hijos
Saturday, July 25, 2020
Fe en el pasado, fe en el futuro.
Cuando el futuro se nos presenta difícil e incierto, podemos tender a mirar hacia el pasado. Recorremos despacio nuestra biografía: encontramos momentos entrañables de la infancia, alegrías; también momentos difíciles. Incluso pueden existir etapas de negrura y dolor, donde siempre permanecía el firmamento abierto, si queríamos mirar hacia arriba.
El hecho de entendamos toda nuestra vida como una unidad con sentido puede tener explicaciones psicológicas, pero una comprensión profunda, sencilla y positiva de nuestro pasado descansa en que Dios estaba con nosotros. Y si estaba, sigue estando y estará a lo largo de todo nuestro camino. Si alguien piensa que poner en Dios el hilo de comprensión de nuestra existencia es un salto aventurado, le diré que sí que es una aventura. Sin embargo, considerar que el sentido de la vida está solo dentro de nuestra epidermis es algo desventurado.
Lo divino se entrelaza con lo humano. Esa fe en el pasado nos hace encontrar algunas personas, muy queridas, en las que encontramos auténticas ejemplos de lo que es acierto en el vivir. En ellas podemos encontrar las referencias seguras para afrontar con esperanza y salero personal nuestro futuro.
José Ignacio Moreno Iturralde
Thursday, July 23, 2020
Congreso sobre matrimonio y familia del 23 al 26 de julio
Friday, July 17, 2020
Ocurrió en San Ramón Nonato
Empezábamos
una semana de voluntariado en la parroquia de San Ramón Nonato en el barrio
obrero de Vallecas (Madrid). Allí íbamos cinco antiguos alumnos del Colegio
Alborada y un profe. El primer día hubo suerte en aparcar. Perpendicular a la
entrada del templo, una grúa demolía la vieja fachada de un edificio en ruinas.
Mucha gente miraba el caerse de enormes cascotes de ladrillo. Al entrar en la
Iglesia, cuyas puertas estaban flanqueadas para evitar el polvo de la calle, la
limpieza era muy grande y el Santísimo, engalanado en una Custodia, presidía
con su blanca Presencia.
Al poco tiempo conocimos al resto de los voluntarios; chicos, chicas, y gente más mayor, con ganas de ayudar a la gente. Cocinamos, aprendimos a hacer vinagreta, pelamos cebollas hasta el llanto, acarreamos quintales de botellas de leche y latas de coca cola, entre otros muchos productos donados por Bancos de alimentos.
En las colas, para dar las comidas a gente necesitada, eran atendidos jóvenes y personas mayores, hombres y mujeres, nacionales y migrantes. Una de las voluntarias se sabía el nombre de todos: llevaba mes y medio ayudando -después de que su familia también fuera beneficiada tiempo atrás- y supo compatibilizarlo con sus estudios de final de Bachillerato y su prueba de selectividad brillantemente superada, rumbo a una ingeniería. El párroco, delgado y dinámico como un electrón, atendía lo espiritual y lo material. De dar el Pan eucarístico pasaba a dar el pan de harina a los hambrientos, con ritmo y compostura sacerdotal.
Tras una semana de esfuerzos, hemos hecho nuevos amigos y hemos ayudado a dar de comer a mucha gente. También le rezamos a la Virgen del Carmen en su reciente fiesta. Pero lo más importante ha sido el chorreón de alegría con la que nos hemos vuelto. Aquella grúa de demolición estaba quitando lo viejo, para hacer un barrio mejor. Nosotros también hemos salido renovados y hemos experimentado la verdad de la Escritura: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21, 5).
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, July 11, 2020
Estreno de la película Unplanned
Wednesday, July 08, 2020
La grandeza de una montaña modesta
En la sierra de Madrid hay una montaña no muy elevada, que se llama la Najarra. Al final de sus laderas, surgen pueblos y urbanizaciones de veraneantes. La recuerdo como la montaña de mi infancia. Esa mole, algo nevada en invierno, orleada de pinares, y reseca en verano, nunca me había dicho demasiado. Con su protección, pasábamos divertidos y larguísimos veranos; y más breves fines de semana a lo largo del curso, sin que repararamos demasiado en su pétrea existencia.
Han pasado los años, y ya no veraneo allí; pero si veo la Najarra desde alguna carretera cercana, la echo de menos con bastante nostalgia. Lo que nunca se me había ocurrido, es darme cuenta de que una de las cosas maravillosas de esa montaña es… que sigue ahí.
En el mundo actual vivimos para hacer cosas y conseguir metas. Todo esto es importante, ilusionante, humano y conveniente. Pero es probable que nos hayamos pasado de velocidad. Tenemos que redescubrir lo que somos. Un sano empeño de superación no consiste solo en hacer cosas nuevas, sino en hacer mejor las de siempre, yendo a la raíz del cambio: el del propio yo. A veces nos aterra la monotonía, la permanencia, y eso puede deberse a que confundimos nuestro yo con nuestros logros. Saberse vivo, querido y valioso, es consecuencia de mirar con agradecimiento nuestro origen y nuestro futuro, en el que mucho nos ha sido y nos será dado. Hace falta tener un amor bueno para saber permanecer comprendiendo, conviviendo, enseñando y aprendiendo.
Claro que hay que tener proyectos innovadores, pero con sentido común. Como esa montaña modesta e inmóvil que, desde su lugar, nos ha visto crecer, hay que aprender a permanecer, a mirar hacia arriba, a sabernos queridos. Así descubriremos la insospechada grandeza de nuestra vida sencilla y, fruto de una transformación personal, enseñaremos a muchos el mejor de los cambios: saber descubrir el inmenso valor que tienen. De ahí surgirán estupendas iniciativas para todos.
José Ignacio Moreno Iturralde
Monday, July 06, 2020
Matrimonio y renovación personal
Tenemos
pensamientos buenos y nobles; pero otros no lo son tanto, incluso algunos son
tóxicos. Una persona positiva tiene que esforzarse por mejorar sus
pensamientos. Lo mismo sucede con los afectos: soñamos con un amor que merezca
la pena; y no podemos olvidar que habrá que pasar la pena que hace bueno ese
amor. El matrimonio exige de los casados lo mejor de sí mismos: hacer que el
cónyuge y los hijos, si se tienen, sean felices. Esto pide mucha renuncia y
mucho olvido de sí mismo. El matrimonio cristiano cuenta con la gracia de Dios:
una fuente regenerante del amor humano, que pasa por encima de defectos y
dificultades. Se llega así a un amor profundo, realista y maduro. Es en esa
escuela de virtud y felicidad donde los hijos crecen seguros, con un futuro más
abierto a la esperanza.
Es verdad que hay situaciones matrimoniales complejas y difíciles, que requieren una atención particular. Pero otra cosa muy distinta es la banalización del matrimonio hasta convertirlo, solamente, en un pacto transitorio de afectos. Esto conlleva no solo a la disolución del matrimonio, sino a la erosión de la propia identidad. Ser marido, mujer, padre, madre, es algo nuclear y exige de nosotros responsabilidades y promesas, que son las que nos hacen más humanos. Se ha escrito “te amaré por tu fidelidad y te seré fiel por tu amor”. La fidelidad es el nombre del amor comprometido en el tiempo; la flecha que traza una trayectoria con finalidad, sentido, fruto y referencia. Aunque cueste renovar la mente y el corazón, quienes cuentan con la fuerza de la misericordia de Dios y descansan en ella, tienen una especial ayuda para hacer de la familia el mejor sitio para vivir y para renovarse personalmente.