Thursday, May 27, 2010

Carta de un sacerdote al New York Times

Abril, 2010

Querido hermano y hermana periodista:

Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.

Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.

Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.

¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños... No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.

No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.

No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.

La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…

Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.

Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.

En Cristo,

P. Martín Lasarte sdb

(Angola – domboscolwena@hotmail.com)

Tuesday, May 25, 2010

Esquí, montaña y vida cristiana

Voy a hablar del esquí y de la montaña, pero cada uno puede sustituirlos por el deporte o la afición que prefiera. Cuando empecé a esquiar, 1974...¡ha nevado mucho!, el primer examen que hacía la Escuela Española de Esquí era el de “estrella de nieve”: giros elementales y primeras nociones. Si uno había estado con un grupo y con profesor se aprendía pronto y generalmente se aprobaba ese examen con facilidad, además de pasarlo en grande. Cada año aumentaba la dificultad: en la segunda temporada el examen se llamaba “águila de bronce”; también era sencillo superarlo. Las pruebas siguientes llevaban por nombre “águila de plata” y “águila de oro”. Éstas ya no era tan sencillo superarlas, y si uno lo conseguía sentía una gran satisfacción. La última prueba era la “flecha de competición”: Se trataba de bajar una pista de esquí ciñéndose a unos palos de competición que marcaban la trayectoria. Primero bajaba el experto monitor. Después cada esquiador tenía que intentar hacer, como mucho, un diez por ciento más que el crono marcado por el monitor. Aquello si era difícil; pero la ilusión era grande. Hubiera sido extraño que un águila de oro al que le facilitaran el examen a flecha no se hubiera animado a hacerlo. Cada alumno estaba haciendo historia en el esquí con mentalidad de pionero.

Pensaba en estas cosas cuando leí una frase que me interpeló; decía así: “Si vives como cristiano, o te sientes pionero, o te sientes idiota”. Vamos a ver: un cristiano con mentalidad de pionero ha enfocado bien su cristianismo. Un cristiano que se siente idiota ha desenfocado su vida cristiana.

En la vida de un esquiador hay decenas o centenares de caídas; pero con compañeros y la ayuda de un buen monitor uno se levanta las veces que haga falta. En la vida cristiana ocurre lo mismo: necesitamos un buen grupo y un buen monitor. Tenemos que sabernos queridos, ayudados y animados en tan noble empeño.

Cuando pasan los años uno recuerda aquellas medallas de esquí con cariño, pero es muy probable que se regalen a los hijos o a los sobrinos, aquello era algo de chavales. Las condecoraciones del cristiano no caducan; quedan en el alma. La vida cristiana, a diferencia del esquí, es como la ascensión a una cumbre: Hay momentos de todo tipo: simpáticos, soleados, oscuros y, algunas veces, duros. Pero con amigos y un buen guía se llega a la cima. Desde allí se ve un vista fantástica, el aire está limpio y uno se siente muy satisfecho. La persona humana está para subir a la cumbre; es en ese empeño donde es feliz. Dejo claro que es solo un ejemplo, que cambiaran a su gusto los que no les apetezca el trepar riscos.

No se trata de alo complicado: La Virgen María, dentro del misterio de ser Madre de Dios, llevó una vida normal, corriente, junto a Jesús y José, en los momentos gozosos, dolorosos y gloriosos. Ella puede ayudarnos a descubrir pistas asequibles, objetivas y cotidianas para retomar el pulso de nuestra vida cristiana.


José Ignacio Moreno

Saturday, May 22, 2010

El Espíritu Santo

Libros de bolsillo sobre el Papa


Sacerdotes que dejan huella

Con motivo del 150 aniversario del Santo Cura de Ars, Benedicto XVI proclamó “un especial Año Sacerdotal”, que termina el 19 de junio. En la historia cristiana, sobresale una pléyade de curas buenos, sin que falten los santos. ¿Quién no ha conocido u oído hablar de un cura así? Yo conozco a varios; pero quiero detenerme, ahora, en don Juan Carballo Nevado, un sacerdote natural de Santiago de Alcántara que ejerció su ministerio sacerdotal en Brozas, cuya iglesia parroquial de Santa María la Mayor guarda sus restos mortales. Un tío mío marchó con él a Brozas para que le diera clase. Las anécdotas que contaban en casa, de este cura del que decían “era un santo”, coinciden esencialmente con las referidas por sus familiares cercanos. Don Juan lo daba todo, y le parecía que él nada necesitaba. Cuanto llegaba a sus manos, desaparecía en un pispás: bastaba con que tropezara con un pobre por el camino (en su época, en Extremadura los había en tropel). Desde Santiago, los hermanos de don Juan le enviaban, con frecuencia, una caballería, cargadas de alimento las alforjas; pero, en seguida, su alacena quedaba vacía. ‘No puedo aguantar el sufrimiento de los pobres’, decía cuando le veían llegar a casa “descalzo”, unas veces; “sin pantalones” bajo la sotana, otras. En una ocasión, le regalaron la tela para una sotana, que no estrenó: antes de llegar a casa, vio a un pobre y…, lo de siempre. Dato curioso: los enfermos sabían que, siempre, después de recibir la visita de don Juan, encontrarían un regalito bajo la almohada.Una sobrina suya me cuenta que se encontró, en Madrid, con una personalidad que- le dijo- le debe su posición a su tío don Juan Carballo. El consejo de este cura a su padre, le convirtió, de “bala”, en un joven estudioso y honrado. Admirable: amante de la verdad, don Juan no permitía, a los suyos, decir una mentira; pero destacó, sobre todo, por su heroica y exquisita caridad. Impresionante: supo hacer realidad, en su vida, estos versos: “Abrir a todos mis brazos/ y consolar sus pesares,/ y entre risas y cantares, /darles la vida a pedazos” ( José Mª. Pemán).


Josefa Romo

Tuesday, May 11, 2010

La última cima: Película sobre el sacerdote español Don Pablo Domínguez, fallecido hace un año

Se está realizando una película sobre el sacerdote español Don Pablo Domínguez –antiguo alumno del colegio Tajamar-, que falleció hace un año en accidente de montaña. Dentro de una semana estará lista la web www.laultimacima.com Ahí se pondrán los días y lugares de estreno de esta película. Aquí van, de aperitivo, enlaces a dos trailers de la película:

http://vimeo.com/11618057

http://vimeo.com/11048903

Saturday, May 08, 2010

Ordenación de 32 sacerdotes, en directo por Internet

El sábado 8 de mayo a las 16 h., en la página web del Opus Dei podrá ver en directo la retransmisión de la ordenación sacerdotal de 32 sacerdotes de 13 países.

Carta del Prelado del Opus Dei, mayo 2010

La verdad de la propia vida

Nos interesa saber la verdad de las cosas: de un asunto familiar, de una calificación académica,...La verdad nos motiva. No se trata sólo de una cuestión de cabeza sino de toda nuestra realidad; por ejemplo: la veracidad de los sentimientos que muestran conmigo, o la veracidad de mis propios sentimientos.

La verdad tiende a buscar la unidad de los diversos aspectos de nuestra vida: familia, amigos y amigas, estudio, diversión. No es fácil encontrar la unidad de la verdad de todas estas cosas. Pero si renunciamos a encontrarla habrá trozos de nuestra vida que no vivimos en primera persona; más bien pasamos a ser una especie de espectadores pasivos de nuestra propia vida.

Siempre hay algo que no nos encaja bien: un problema familiar, de estudios, amigos, salud, carácter. No logramos que todo funcione.¿Qué interpretación podemos dar a esto? Una respuesta negativa sería decir que somos un “quiero y no puedo”. Otra respuesta positiva estaría en afirmar que el hombre tiene que salir de sí mismo, pedir ayuda y confiar.

Conocemos a personas que merecen nuestro crédito: nuestros padres, hermanos, amigos. Pero pueden fallar; incluso en cosas importantes. También nosotros podemos mentir a los demás. ¿Dónde podemos encontrar la seguridad de la verdad?... La necesitamos para vivir una vida llena de sentido, plenamente humana. Es importante esa verdad segura para no devaluar nuestra vida. Vemos fragmentos de esa seguridad cuando encontramos a la verdad encarnada; es decir: cuando vemos la verdad hecha amor: afirmación de los demás, ayuda, generosidad sin buscar nada a cambio. O sea, cuando vemos un ejemplo en la conducta de una persona veraz, que actúa por amor no una o dos veces, sino de modo estable, con las limitaciones de la condición humana. Nos percatamos de que esa persona actúa con una fuerza superior a sí misma. Una fuerza que es verdad y amor al mismo tiempo. Percibimos que esa persona tiene luz, tiene ángel; que en ella está actuando Dios.

Toda nuestra corporalidad puede expresar ese deseo de verdad y de amor; pero no de modo inmediato porque en nuestro espíritu hay compartimentos oscuros que contienen miedos, vergüenzas, incluso falsedades. Necesitamos una fuerza que nos renueve el corazón y que nos de luz sobre la verdad de nuestra propia vida, en medio de nuestras virtudes y de nuestras fragilidades.

El cristianismo revela que la mayor verdad se identifica con el mayor amor. Un Amor que quiere inmensamente a las criaturas y se pone a su nivel, educándolas en el amor. Las da a conocer, de un modo discreto y dialogante, el sentido de su espíritu y de su cuerpo. Pero esto es posible si los hombres se dejan querer por Él, si confían en Dios.

La Eucaristía y el modo de vivir que implica –la entrega- supone un espíritu nuevo...el hombre se endiosa y, por esto, se hace más humano. El hombre puede confiar o desconfiar, abrirse a la Verdad o cerrarse en sí mismo; como decía Chesterton “escoger la luz o la oscuridad, y cada uno tiene que elegir”.



José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, May 01, 2010

El Papa habla de la Virgen

A un padre tan querido


“Cuando una persona muere,
Dios acaba de amasar su existencia
para la eternidad.

Y en las manos de Dios, que nos amasa
una carne y un alma,
no se pierde ni una lágrima, ni un esfuerzo,
ni una ilusión, ni un sufrimiento,
ni un instante de la vida.

Con nosotros entra en la eternidad
la primera nevada,
el primer atardecer que nos ennobleció,
la primera música que nos hizo vibrar,
el primer amor de juventud,
nuestro padre que tanto nos quería,
los recuerdos mejores de esta vida”.

Eugueni Evtushenko, poeta ortodoxo ruso.