Friday, July 21, 2017

El papel de la razón


Ningún hombre ha razonado tanto como para llegar a autodotarse de razón. Lo exclusivo del ser humano no es tanto su razón, sino lo que personalmente haga con ella. Todo el mundo quiere ser libre, y nadie es libre para no serlo. La libertad no se elige, pero tiene que elegir proyectos para realizarse. Por este motivo, la libertad y la razón no pueden ser fines para sí mismas, sino medios al servicio de la relación del ser humano con el mundo.

La razón emerge del núcleo de la propia vida y, constituyendo parte importante de ésta, tiene unas reglas internas previas que son condición de su correcto ejercicio. Sin la aceptación de su condición originada en la vida, la razón yerra en su juicio sobre el mundo y se traiciona a sí misma. La razón racionalista que se centra en auto-contemplarse, es como una pescadilla que se muerde la cola. Pretende comerse el mundo, pero se devora a sí misma.

Dar prioridad a la razón respecto al ser de las cosas reales, es un conocido intento de la modernidad. Llegar a pensar, como Hume (1711-1776), en que nuestras formas de conocimiento son puramente subjetivas es un error de posición. La razón surge de la vida, y se afilia a la realidad. Por un enfermizo impulso interior, es capaz de entusiasmarse con salirse de su sitio, pero se llega entonces a una enajenación del propio yo personal, que naufraga en el encrespado mar de su razón. Kant sostenía que la razón no podía llegar a demostrar la existencia del alma porque no tenía datos sensibles de ella. Lo curioso es que era el alma de Kant la que negaba, mediante su razón, el que pudiera ser conocida por ésta. Sería algo así como negar la posibilidad de afirmar que mi espalda existe porque nunca la viera. Mi núcleo personal no necesita de demostración, soy yo mismo. No necesito ver mis ojos para afirmar su existencia.

Cuando la razón se abre a la verdad de la realidad del mundo, descubre las apasionantes investigaciones de la climatología, la medicina, la aeronáutica, u otras miles de disciplinas con las que el hombre se ha engrandecido, al tratar de descifrar el cosmos y contribuir al progreso. La razón puede y debe pensar en sí misma, pero sólo a través de la mediación del mundo. De esta manera, la razón logra humanizar la realidad, y hacer cultura y civilización.

La razón tiene que asumir su condición originaria, dependiente y mediadora. La razón no es un espejo, sino una ventana por la que el ser humano se abre a la realidad. Tiene que dejarse iluminar por la luz de lo real, y sentir su verdad y su calor, para que la persona pueda habitar en el mundo. Respetándose a sí misma, con valerosa modestia, la razón alcanza verdades cada vez mayores, algunas tan profundas que no tienen fondo. Pero tal respeto  tiene que ser decidido mediante la propia voluntad libre. Es así como la razón conduce a la felicidad, a la satisfacción  de la persona con la realidad y consigo misma.

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