Saturday, July 15, 2017

El amor

La persona es libre para configurar su vida, pero conviene recordar que todo ser humano es dotado de sentido desde fuera de sí mismo. Cuando la persona se sabe querida por alguien que le importa, tiende a corresponder; en ocasiones con el don de su vida. A esto llamamos amar. El amor es una realidad con muchos aspectos, que es entendida de muchas maneras. Por esto, es conveniente decir que el amor es verdadero cuando nos hace ser mejores personas.

El amor de benevolencia -querer bien- consiste en querer a la otra persona, en afirmarla. J. Pieper (1904-1997) ha dicho que amar a una persona es como decirla “es bueno que existas”. También podemos llamar a la benevolencia “amor don”. A las personas hay que amarlas como fines en sí mismas, no debemos instrumentalizarlas, tal y como decía Kant. Sin embargo, también existe la inclinación a la propia realización y plenitud, que puede llamarse amor necesidad. Ambos amores no tienen por qué oponerse; bien entendidos se complementan, pues nadie da de lo que no tiene. El amor necesidad tiene que complementarse con el amor don, que es la forma más genuina de amar de los seres humanos. De lo contrario, el amor se transforma en un sentimiento egoísta. El amor bueno considera a la persona amada en sí misma, y no solo por la satisfacción que traiga consigo al que ama.
           
El amor don, o de benevolencia, refuerza y transforma el amor necesidad[1]. El amor es un acto de la voluntad acompañado, o no, por un sentimiento de mayor o menor intensidad. Tal sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor, puede llamarse afecto. El amor está formado por afectos –fruto del corazón- y efectos –fruto de la voluntad-. Si solo se dan los primeros se trata de puro sentimentalismo. El amor tiene un efecto en el propio sujeto que ama: el gozo. El amor, cuyo gozo no es necesariamente incompatible con el sufrimiento, es la forma más profunda de realización humana. Cuando alguien a quien valoramos nos quiere, activa y aporta sentido a lo más profundo de nuestro ser. El amor hace que la vida merezca la pena.

            El amor consiste en hacer feliz a la persona amada. Amar es conocer, dialogar, compartir, acompañar. De la aceptación de ser querido nace la alegría y el deseo de estar con quien se quiere. Amar es afirmar al otro, perdonando sus faltas del pasado. Quien no perdona no ama; el amor redime la fealdad de la vida. El amor renueva a quien ama y a quien se sabe amado. Amar es cuidar, tomar al otro como tarea, ayudarle a conseguir “su mejor tú”. En especial es necesario cuidar de los débiles, de los niños, de los ancianos. Amar también es corregir, indicar con valentía y educación, que tales palabras o comportamientos son inadecuados o inmorales.

            Amar es también sufrir con el que sufre. Amar es compadecer y consolar. Amar es acoger: la imagen típica de volver a casa. Amar supone ponerse en el lugar del otro. Esto implica saber escuchar. Amar precisa una lealtad basada en la confianza y esto supone decir la verdad. El amor supone respetar la buena fama y honrar a la persona querida.

            Amar supone un compromiso que va más allá de un acuerdo de conveniencia: no tiene caducidad en el tiempo, es desinteresado, es incondicionado. El amor humano tiene vocación de inmortalidad. Para el filósofo Rafael Alvira ”el amor es la vida de la voluntad que mantiene definitivamente la afirmación que se hizo de la elección. El amor supone, día a día, reafirmar la elección”.

            El amor es ingenioso y creativo. Platón decía que el amor es “engendrar en la belleza” (El Banquete, 206). El acto de amar transforma lo bueno y lo verdadero en hermoso. Quien se sabe querido se sabe valioso. De este modo, puede amar el mundo haciéndolo mejor.



[1] Cfr. Yepes-Aranguren. Antropología, EUNSA, pp. 142-153

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