Thursday, August 31, 2023

El misterio de una mujer fantástica.


Ella era como una mañana clara. Si tuviera que definirla por una característica, elegiría la simpatía. Hija de familia numerosa, se había quedado huérfana de padre siendo muy niña; después pasó por una guerra civil, y por otras severas circunstancias. Nada de aquello había disminuido su arte de vivir y de trabajar. Nunca la recuerdo ociosa, y jamás melancólica. Como un pájaro que canta en un árbol, contento de ser lo que es, ella vivía la vida con un realismo y sentido práctico pasmosos. Quería a la gente, se daba a sus familiares y amigos, y era muy querida por todos los que la conocían.

Siendo su formación académica muy escasa, por circunstancias de los tiempos que le tocaron vivir, trataba con igual naturalidad a potentados y a modestos, y se diría que estaba a gusto con todos. Esto era compatible con tener un carácter acusado y un genio que podía estallar ante alguna falta de respeto, aunque esto ocurría muy de tarde en tarde.

Y así pasaron sus días, animando a los demás, tirando hacia arriba de todos. Muchas veces he pensado en su aceptación de la vida de ama de casa, esposa y madre. Pienso que ella ni se lo planteaba, y si le hablara de aceptación probablemente se echaría a reír. Tal era su salud mental.

Era profundamente cristiana y fiel a sus compromisos. Había logrado identificar en su vida una profunda fe católica con un fantástico sentido de la libertad personal. Transmitía que la vida es bonita, que la familia merece la pena y que Dios existe.

Siempre estuvo disponible para afrontar los retos de la vida, y supo hacerlo con valentía y decisión. Los rigores de una larga enfermedad no minaron su alegría de vivir y su continuo pensar en los demás. Afrontó su muerte con una fe inquebrantable, con la paz que dan los sacramentos y, para colmo, con un sentido del humor desarmante.

¿Cuál era el misterio de esta mujer maravillosa? … Pienso que tiene que ver con algo que iba más allá de sí misma. Por su parte, ella supo recibir la vida con gratitud y demostrarlo con obras de un modo sencillo, profundamente humano y muy atractivo.

 


José Ignacio Moreno Iturralde

Monday, August 28, 2023

La luz del núcleo personal.


Al dar un paseo por lugares que nos recuerdan cosas entrañables, uno puede tener nostalgia y cierta sensación de fracaso. Pero esto se puede cambiar radicalmente y vamos a intentar explicarlo.

Cada persona tiene sensaciones agradables o dolorosas, que pueden ser interpretadas de modos muy distintos. Un atleta, al límite de sus fuerzas, está feliz si en pocos metros va a conseguir la victoria de la carrera. Un rico almuerzo, tomado después de conocer una mala noticia familiar, puede no disfrutarse en absoluto.

También tenemos sentimientos y afectos; que podemos seguir o, por el contrario, ponerles un notorio stop. Hay amores que me hacen ser mejor persona y otros que no, y uno es capaz de distinguirlos y de tomar determinaciones al respecto.

En ocasiones surgen pensamientos, quizás aparentemente lógicos, que enrarecen nuestra mente con un pesimismo estéril. Otras veces, intenta surgir un falso optimismo mental, que elude nuestras culpas y responsabilidades. En cualquier caso, siempre podemos modificar nuestros pensamientos con realismo, veracidad y esperanza.

Observamos que en cada una y cada uno existe un núcleo personal, que es alguien que va más allá de nuestras sensaciones, afectos y pensamientos. Este centro de la persona se relaciona con el mundo a través de las citadas capacidades sensitivas, emocionales y racionales. Con inteligencia y voluntad buena nos damos cuenta de la existencia de miles de millones de semejantes; cada uno con sus inquietudes e ilusiones. Es normal velar por los propios intereses, pero es muy bueno intentar procurar el máximo bien para todo el mundo. Esto significa que cada persona está abierta a vivir una vida compartida con los demás, especialmente con nuestros seres más queridos y cercanos.

La apertura de la persona a la realidad valora todo lo bueno de la existencia, sin desconocer los problemas y calamidades que surgen. Pero siempre nos resulta animante e inspirador la vida de quienes viven ayudando a los demás con alegría. Quienes así obran, frecuentemente están abiertos a una realidad divina que compensa los desengaños que algunos puedan ocasionarnos. Esta cima de realidad se vislumbra como un Dios personal que puede ayudar a cambiar la intimidad de nuestro yo, contando con nuestra libertad.

El cristianismo nos habla de un Dios Padre cuya mirada respecto al mundo, y especialmente hacia nosotros, es positiva y animante. Su justicia es también real, pero se trata de una justicia fusionada con una inefable misericordia. Por muy desenfocada que pudiera estar nuestra existencia, la aceptación libre de realidad divina puede transformarnos de raíz, haciéndonos capaces de ser mejores. Entonces entendemos que somos seres profundamente queridos, y que con Él y con los demás nuestra vida cobra una luz maravillosa.


José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, August 27, 2023

Aprender a vivir.


En los días de cierto viento, es gozoso contemplar a los pájaros dejándose guiar por la brisa. Están en su elemento, poniendo su naturaleza en función de lo que les es propio. Más paz puede dar aún ver a unas serenas vacas, paciendo plácidamente en el campo. Sin embargo, los seres humanos somos libres y no aceptamos las situaciones sin más ni más; aunque algo podríamos aprender de pájaros y rumiantes.

Ante el espectáculo de la vida, la gratitud es en muchas ocasiones la respuesta más acertada, pero quizás no siempre la más ejercida. Tal vez se olvida que nadie ha nacido por decisión propia, y que mucha gente nos ha ido sacando adelante a lo largo de nuestra existencia.

El amor propio es un motor importante para ir superando metas, pero con frecuencia se deforma agigantándose, además de no ser un motivo suficiente en algunos repechos del camino. Por otra parte, la generosidad es fuente de felicidad, y uno de los motivos para practicarla es el sentido común: es muy probable que hayamos recibido mucho más de lo que damos.

Puede haber momentos o temporadas especialmente difíciles, que no se presten a la gratitud. De todos modos, no podemos olvidar que cuando hemos visto a alguien llevar una situación adversa con ánimo sereno y positivo, entendemos esa actitud como muy significativa e inspiradora. Entonces nos damos cuenta de que superar una dificultad supone también pensar en los demás. Si aprendemos a sobrellevar un problema, sabremos después ayudar mejor a otros.

A lo largo de la vida, no solemos recordar la primera vez que nos lavamos los dientes o que nos atamos los cordones de los zapatos. Nuestra memoria se nos va a personas a quienes queremos, o a compromisos libres e importantes que adquirimos con otros. Entre ellos destacan los familiares. Por esto hay que cuidar mucho, en la medida de lo posible, las relaciones de filiación, paternidad, maternidad, conyugalidad y fraternidad, pues son parte importante de la columna vertebral de nuestra personalidad.

Aspirar a triunfar en el trabajo y a tener dinero es algo lógico. Querer cambiar el mundo por un ideal que consideramos noble, es un proyecto estupendo. Pero lo que no tiene sentido es entrar en un activismo feroz, donde la carrera del éxito profesional actúe como un auténtico timo que arruina las relaciones con quienes más deberíamos de querer.

“Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”, decía el poeta Antonio Machado. Qué sabias y humanas son estas palabras. Saber vivir supone saber estar en el presente, agradable o desagradable. Entonces, si uno está bien consigo mismo tendrá tiempo mental para atender a los demás; lo que a su vez lleva a tener esa personal estabilidad interior. Este espíritu de sosiego, contemplativo, es fuente de virtudes para afrontar las tareas cotidianas. Sin las virtudes humanas como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, ni se puede ser feliz ni ayudar a los demás a serlo.

Ordenar la cabeza y el corazón, y ejercitarse en la virtud, es una fuente de seguridad interior que ahorra muchos problemas, y que da alegrías profundas. La propia debilidad personal y circunstancias externas molestas no son un obstáculo porque pueden suponer una interesante perspectiva para buscar la ayuda divina. Esto no es un grito en el vacío, sino una manifestación de inteligencia y de fe. La confianza en los demás, y especialmente en Dios, nos da una enorme seguridad.

Cada vida humana se mide por su capacidad de querer a los demás, fundada en un motivo que va más allá de lo humano, trasciende la muerte, da plenitud a nuestra vida, fundamenta la gratitud y nos hace estar contentos, pese a los vaivenes de los días. Ejercitarnos en esta escuela, sin venirnos abajo por nuestras limitaciones, es un modo estupendo de aprender a vivir y de ayudar a muchos otros a hacerlo, empezando por quienes tenemos más cerca.


José Ignacio Moreno Iturralde

Wednesday, August 23, 2023

El chico discapacitado.

Paseando con un amigo vimos a un joven en silla de ruedas. Tenía una discapacidad severa de nacimiento, la cabeza ladeada, la mirada ausente. Su padre, con una cara resignada y bondadosa, le llevaba por la calle en un día de verano.

Veníamos de tomar unas cervezas estupendas en una terraza, y toparnos con una situación bien distinta a la nuestra nos dio que pensar. ¿Tenía aquél chico alguna culpa de su estado? Evidentemente no. ¿Y sus padres? No tengo ninguna evidencia, pero seguro que tampoco. ¿Existe algún sentido para aquella dura situación personal de por vida? Y si no lo tuviera … ¿Qué sentido tendría la vida agradable de muchos otros?

El absurdo profundo es la contradicción plena, lo imposible. El absurdo no tiene consistencia para generar realidad. Lo que ocurre es que lo real es mucho más grande que nuestras expectativas y entendederas. No siempre entendemos el sentido de lo que sucede, pero esto no significa que no lo tenga.

Me parece interesante la siguiente reflexión de una chica que padece otra discapacidad: “hay que transformar el por qué en un para qué”. En la vida hay cosas que controlamos, y otras muchas que no. Nos gusta que las cosas nos salgan según prevemos, como es lógico; pero no siempre es así. Pueden sucedernos bastantes cosas que no dependen de nosotros, pero lo que sí depende de nosotros es la respuesta personal que damos a estas situaciones. Ajustarnos a estos parámetros supone el modo acertado de vivir.

Una enseñanza dice que la sabiduría está en no confundir los hechos con la realidad. Ciertamente los hechos son importantes, pero también es real e importante la interpretación que damos de los mismos. Dar absoluta prioridad a los hechos, sin valorar las intenciones, es caer en un materialismo o un determinismo sin alma. No hablo ahora de un subjetivismo ramplón, en el que cada uno piensa lo que le dé la gana y tuerce la realidad a su antojo. Estoy considerando tantas buenas intenciones que dan luz interior a vidas sencillas, que pasan ocultas a ojos de muchos, pero que están llenas de verdad y de sentido cuajado en obras de servicio.

Si vemos a un enfermo crónico que lleva su enfermedad con salero y sentido positivo, esa persona no nos parece absurda sino admirable. Un hombre que tiene alguna limitación física o psicológica y es capaz de reírse un poco de sí mismo, sin desengaño y con simpatía, es un genio. Personalmente he conocido unas cuantas personas así, y se aprende mucho de ellas.

Hay quienes explican que esta vida es como un tapiz, del que solamente vemos la parte de los nudos. Esto sucede porque la vida es una paradoja. En clase, a mis alumnos y alumnas, suelo compararles la vida con un pañuelo que tiene una característica. Tal pañuelo se extiende liso y flamante hasta que aparece un molesto nudo. Mientras se deshace un nudo en nuestra existencia experimentamos dolor, y   a nadie nos gusta. Pero qué paz tenemos cuando se resuelve el asunto.

No siempre entendemos que la vida tiene nudos; especialmente los interiores a nosotros como el egoísmo, la ingratitud, la envidia, la inmoralidad. El dolor   puede ser el medio providencial para deshacer esos nudos, si queremos. Entonces aprendemos a ser más humildes y más agradecidos; es decir: nos hacemos mejores. Aquél niño enfermo tenía una vida llena de sentido, ese que me falta a mí para darme cuenta de lo que tengo que mejorar como persona.


José Ignacio Moreno Iturralde 





 

Tuesday, August 22, 2023

El valor de la sonrisa cotidiana.


Hace tiempo recuerdo con gozo el canturrear de unos albañiles trabajando en plena faena. En otra ocasión, una camarera de mi barrio me puso un estupendo manojo de churros con la mejor de sus sonrisas que, sin embargo, no podía esconder una cara de gran cansancio. Después de preguntarle, me dijo que se había pasado la noche en vela en un hospital cuidando a su hija. Cosas como estas afloran más que las setas en noviembre y no deberíamos olvidarlo. Una cosa es un optimismo sin sentido y otra el sinsentido de vivir sin optimismo. Toda persona con cierta madurez se da cuenta del enorme caudal de injusticias que se vierten en el río de la vida. En otras ocasiones se producen catástrofes o accidentes, que pueden ser objeto de noticias precisamente por su anormalidad. Además, con frecuencia, se presenta como normal una perspectiva ceniza, gris y anormal de la existencia.

Si se extinguieran los elefantes, nos alegraríamos de ver una pareja de paquidermos supervivientes barritando por la sabana. Si nos viéramos dentro de una ciudad abandonada, sin un alma a la vista, es probable que nos llenáramos de desolación. Si ya nadie nos corrige porque a nadie importamos un bledo, comenzaríamos a sentirnos insignificantes.

Como ya escribiera Chesterton en su libro Ortodoxia hay algo en nosotros que está vuelto del revés. La condición nativa del ser humano, sigue diciendo este autor, debería ser la alegría. Pero tantas veces no sucede así. Está claro que hay momentos, incluso etapas, especialmente duras que no se prestan al jolgorio. Pero lo que es ridículo es poner cara de hombre duro y avinagrado ante el espectáculo de la existencia.

Durante algunas enfermedades la comida nos sabe poco. Quizás tengamos el espíritu enfermo, y por esto también la vida cotidiana nos sabe a poco. Chesterton relaciona esta actitud con el pecado original, ese dogma cristiano sin el que es muy difícil entender a la humanidad y entenderse a uno mismo.

La humildad de reconocer que no somos causa de nuestra vida, y la gratitud ante ella, pueden revitalizar nuestro ánimo dando a nuestro vivir sencillez, fortaleza, espíritu práctico, y ganas de tirar hacia adelante para que otros lo hagan también.

La eudaimonía de los griegos, eso de llevarse bien con uno mismo para ser feliz, pasa por nuestra capacidad de convivir con los demás. Y en esta escuela del saber querer hay mucho en lo que esforzarse para ir aprendiendo. Sucede entonces que las pequeñas, o no tan pequeñas, meteduras de pata diarias son motivo de superación y de cierto enfado, pero nunca son un expediente para la desesperación. ¿Cómo es posible que esto me ocurra a mí?... Es una pregunta formulada con parámetros equivocados… Claro que es posible que me cueste esto o lo otro, porque tengo cierta inclinación a caer de bruces. Tal vez esto también sucede para que nos demos menos importancia.

La vida cristiana pone un gran complemento real a nuestras vidas: la ayuda divina se experimenta como algo necesario para vivir más humanamente. Y es esta precariedad nuestra, levantada y asistida por fuerzas superiores a nosotros mismos, la que nos hace vivir con más alegría y a veces también con sentido del humor. Se redescubre que hay gente que nos quiere y esto nos llena de sentido, que es en el fondo lo que nos hace capaces de sonreír con franqueza.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

Monday, August 21, 2023

Pensar en los demás es de listos.

Recuerdo a un gran amigo: fue profesor y era un tipo muy querido por sus alumnos. En una excursión del colegio, a la que yo también asistía como docente, mi amigo se puso a repartir comida entre los chavales que asistían. Los chicos tenían entre dieciséis y diecisiete años; y uno de ellos se quedó mirando a este profesor, que tanto favorecía el almuerzo, y le dijo en voz queda: ”¿Pero usted de qué va?”… No entendía muy bien aquella actitud de servicio tan notoria. El muchacho era consciente de que aquél profesor era inteligente y maduro, pero no acababa de comprender cuál era el secreto de aquél hombre para vivir así.

Todos agradecemos los detalles que tengan con nosotros, y también entendemos la regla de oro del comportamiento: trata a los demás como quieres que te traten a ti. Es algo que tiene buena prensa. Incluso sabios del management y del mentoring, como Stephen Covey, han demostrado la eficacia de un trabajo en el que el beneficio propio redunde también en el de los demás. Pero no es menos cierto que a lo largo de la vida se sufren bastantes decepciones no solo de desconocidos, sino de personas queridas. Hemos de ser honrados y reconocer que, quizás alguna vez, hemos sido nosotros mismos quienes hemos defraudado en mayor o menor grado a otros. Además, las noticias cotidianas nos recuerdan la innumerable cantidad de injusticias y barbaridades que se cometen en el mundo.

Llegados a este punto parece sensato considerar que es interesante ayudar a otros, pero quizás con medida. En ocasiones hay que reivindicar los propios derechos, incluso denunciar a alguien que ha pretendido un mal para nosotros o nuestra familia. Todo esto es cierto y de sentido común. También hay quienes rompen el equilibrio, y se van al otro extremo con afirmaciones como “piensa mal y acertarás” o “quien pega primero pega dos veces”. Regresando de a una actitud ponderada, cabe plantearse: ¿Hay que querer con cálculo?...

Mi amigo profesor era un gran profesional, sabía defender sus derechos y manejarse muy bien por la vida. Pero iba más allá del cálculo; en su componente de entrega a los demás había mucho de gozo y de alegría. El   mismo gesto de pilla satisfacción de quien ha hecho un gran negocio, afloraba a su cara con frecuencia, en su trato cotidiano con sus semejantes. ¿Por qué? Porque sabía querer y alegrarse del bien ajeno. Conste que también tenía sus defectos, como todo hijo de vecino.

Pensar en los demás es bueno y hacerlo de modo más permanente, como estilo de vida, es francamente original. Pero disfrutar con una generosidad, que a menudo cuesta esfuerzo, es algo más. Me parece que solo los demás por los demás no es una razón enteramente suficiente. La historia muestra muchos casos en los que la generosidad ha sido pagada con la injusticia; incluso con la muerte.

Muchos de nosotros hemos recibido, junto con la vida, innumerables dones. La gratitud quizás debería estar más de moda en nuestro día a día. Por otra parte, al hacernos cargo de los problemas de muchos de los que nos rodean, los nuestros se pueden hacer más pequeños. Con la prudencia que sea necesaria, la entrega de sí a otros es algo nuclear y vivificador en nuestra propia identidad humana. También es muy nuestra la paradoja que supone el esfuerzo por vivir de esta manera. Y aquí podemos entender que la persona humana es alguien abierto a una generosidad sin fronteras. Pero es preciso algo más: el monumental salto de vida de calidad consiste en confiar en que esa generosidad sin fronteras es una realidad personal muy superior y anterior a nosotros mismos. Se trata de algo que da un poco de vértigo; pero es un vértigo de alegría y satisfacción, como el del paracaidista que termina felizmente su salto.

Quizás fuera esta la perspectiva de mi amigo, una visión más lista y elevada de las cosas porque había aceptado algo que él no podía darse a sí mismo: una especie de fantástico paracaídas para afrontar el vuelo del vivir con los demás, de un modo generoso y motivador.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

 

Sunday, August 20, 2023

El camarero de Melide y el asombro ante la realidad.


Hace ya unos años, hice el Camino de Santiago con un nutrido grupo de alumnos de doce años. Mis expectativas de controlar la situación -íbamos tres profesores para unos treinta alumnos- no estaban del todo claras. En una de las etapas del camino, paramos a comer en una pulpería de un pueblo llamado Melide. Al entrar iba yo meditabundo y un camarero gordo y feliz, al que no conocía, me espetó: “Alegra esa cara, hombre”. Me sentó bien la fraterna recomendación, y entablé conversación con aquél hombre. Todos comimos y descansamos plácidamente. Hablamos animadamente con el simpático camarero, que se sentó un buen rato con nosotros. Uno de los temas abordados era relativo a unos hijos de familiares suyos, para los que estaban buscando un buen colegio. Le dimos algún consejo al respecto. El caso es que nos despedimos y salimos con nuevos bríos para acometer el final de la etapa.

Pocos días después llegamos a Santiago, fuimos a misa a la catedral, y dimos el abrazo al apóstol. El resumen del camino es que todos nos lo pasamos bomba. Al llegar a la estación, antes de coger el tren de vuelta a Madrid, un profesor que regresaba en el coche de apoyo que habíamos utilizado esos días, nos dijo a sus dos colegas que nos quedábamos con los chicos: “Por cierto, esto es de parte del camarero de Melide”. Eran tres botellas de vino gallego para cada uno de los profes. Aquello me causó asombro: siempre recordaré la alegría de vivir y la generosidad de aquel camarero.

Asombrarse ante las cosas de la realidad es una actitud muy propia de los niños. Es realmente rejuvenecedor recordar tiempos en que uno iba a excursiones en busca de ranas y de pájaros de colores. Posteriormente hay sucesos especialmente llamativos que llaman nuestra atención: el gol espectacular de un famoso futbolista, o la alegría de la gente a la que le toca el gordo de la lotería; pero, ante todo, destaca la llegada al mundo de un hijo o una hija, alguien radicalmente nuevo y querido.

Es cierto que con el paso del tiempo algunos se recrean en la contemplación de los paisajes, o en el cuidado de las plantas, pero la prevalencia de lo cotidiano puede hacer que nos asombremos de pocas cosas. Sin embargo, una de ellas es la mejora inesperada en el carácter de algún amigo o familiar: esto sí que es una grata novedad. Hasta tal punto, que un buen ejemplo puede llevar a renovarnos por dentro y a tener deseos de mejora personal en aspectos concretos de nuestra vida. Desde luego, cuando alguien tiene acceso a un manantial de renovación interior y la lleva a cabo, las consecuencias de esos actos pueden extenderse como las ondas de la piedra tirada en el lago.

El camarero de Melide no tenía un tipo de vida muy asombrosa, pero su actitud ante ella sí que lo era. Tenía la capacidad de hacerse cargo de las necesidades de otros, y lo que es todavía más admirable es que disfrutaba ayudando a resolverlas.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, August 19, 2023

Friday, August 18, 2023

El Crack económico y el posible Crack educativo.

El famoso crack de 1929 de Wall Street se produjo por un exceso de especulación. La bolsa se fue inflando y perdiendo su referencia a la riqueza real, hasta que estalló y se produjo una grave crisis financiera y económica mundial. No cabe duda que la inversión y la especulación tienen su interés, siempre que no pierdan su relación con la realidad.

Pienso que algo similar puede suceder en el mundo de la educación. Pondré un ejemplo de una asignatura, extensible a muchas otras: Para saber mucho de una guerra habría que hablar con quienes la vivieron en primera persona. Pero con el paso del tiempo, solo quedaran testimonios y documentos, después libros, posteriormente múltiples informaciones en internet. En el terreno educativo, algunos consideraran que ya existen muchos datos en la red sobre esa guerra. Por tanto, lo que hay que desarrollar son metodologías de aprendizaje acerca de ella. Pues bien: el peligro de este planteamiento radica en que al final no se tenga una idea clara de cuáles fueron los verdaderos motivos de la guerra, y cuál fue el balance real de aquél conflicto para la historia. Esto conlleva una pérdida de sentido de las cosas, sin que parezca que hoy esto importe demasiado.

Por supuesto que hay que desarrollar metodologías pedagógicas y tecnológicas atractivas, pero no al precio de perder el sentido de la realidad. El conocimiento de lo real fomenta la madurez de los alumnos y alumnas. Las metodologías son un método para el conocimiento; no un fin. Si esto no se tiene en cuenta, se llega a una sociedad de personas muy comunicadas, pero que tienen menos referencias reales para valorar sus propias vidas y el mundo al que pertenecen. Lo que da libertad es el conocimiento de la verdad de las cosas, no la metodología.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, August 12, 2023

Buscando la verdad: Ciencia, Razón y Fe. Pablo Domínguez, sacerdote que falleció en accidente de montaña.

Excelente Conferencia sobre Ciencia, Razón y fe, de Pablo Dominguez, sacerdote que falleció en un accidente de montaña. La recomiendo vivamente: https://www.youtube.com/watch?v=zXmZsC8-RKY&t=1076s