Saturday, July 15, 2017

Creación y evolución

 La evolución es un hecho innegable. Otra cosa es como se entienda. Los mil dibujos con la transición del mono al brillante ejecutivo son quizás decorativos, pero no son científicos. Respecto a la creación, la primera pregunta sensata que uno puede hacerse es  ¿por qué el universo se toma la molestia de existir? La respuesta no es evidente. Existen datos científicos que apuntan hacia la realidad de la creación. Se ha comprobado que las galaxias se van separando cada vez más; es decir: que el universo se expande. A partir de estos datos se ha calculado el inicio del cosmos hace unos 13.000 – 14000 millones de años.  Por otra parte, hace pocos años se descubrió una radiación en el universo que provocaba interferencias en aparatos de transmisión. Tras muchos estudios se llegó a la conclusión de que se trata de una huella interestelar de una gran explosión inicial; lo que se ha llamado el Big-Bang. Sea cual sea el motivo de esta explosión, la respuesta que consista en decir “porque sí” no es admisible, si lo que utilizamos para saber es la razón. La existencia de una causa inteligente creadora del mundo es la explicación más razonable. Formulaciones como las de Aristóteles, y posteriormente Tomás de Aquino, demuestran que la razón es capaz de llegar a una causa del mundo. Dos de las ideas de estos autores, a muy grandes rasgos, consisten en partir del movimiento de los seres limitados y llegar al motor inmóvil y ser necesario.

Con frecuencia se ha dicho que los razonamientos anteriores no son científicos. Conviene recordar que la ciencia busca las causas y que las causas no son sólo materiales. Entender que creación y evolución son compatibles es lo mismo que hablar de creación evolutiva. Pongamos un ejemplo: alguien trae la alfombra –creación- y luego la desenrolla –evolución-. Esta es la postura que consideramos más razonable.


Veamos ahora la opinión de tres grandes científicos del siglo XX. Einstein dijo que “Dios no juega a los dados”: no hay margen para el azar. Para Monod sólo existe la ruleta del azar. Según Duve “Dios sí juega a los dados”, pero tan sólo con un margen de azar compatible con una finalidad que está dentro de la creación evolutiva. Esta última respuesta parece la más acorde con los actuales conocimientos científicos. 

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