Monday, July 24, 2017

Abrirse a lo diferente

Cada país y cada persona tiene su estilo e identidad. Es propio de un carácter tolerante y abierto valorar lo positivo de los demás. Cada realidad guarda un equilibrio entre sus rasgos individuales y su relación con todo lo demás. El valor de la identidad de cada ser depende, al mismo tiempo, de su naturaleza propia y de su armonía con el conjunto que le rodea. Cuando alguien se encuentra bien consigo mismo, está más capacitado para poder estimar la realidad ajena. También sucede que la relación con los demás puede ayudarnos a convivir mejor con nosotros mismos.

De todo esto se deduce la necesidad del conocimiento propio, de sus potencialidades y límites, para tener un mayor acierto en el vivir. En la medida que hallemos la raíz de nuestro ser, tendremos más opciones para no irnos por las ramas. Conocer los propios  límites es requisito para acertar en nuestro radio de acción mas eficaz. Este conocimiento economiza nuestras fuerzas y nos deja margen para la contemplación de un mundo asombroso, repleto de realidades distintas a nosotros que pasan a formar parte de nuestras biografías.

De vez en cuando, la vida nos lleva de un sitio para otro. Conocemos lugares y personas diferentes, con algunas de las cuales podemos establecer relaciones importantes. En todo esto hay mucho de realidad no elegida, y de cómo se establezca la relación con ella depende que formemos una personalidad más o menos lograda y positiva. Junto a las diversas etapas y circunstancias, la propia personalidad va adquiriendo unas referencias propias para enfocar lo que toca vivir. Sin esas raíces, las distintas situaciones del mundo que nos rodean podrían parecer en ocasiones erráticas o absurdas. Cada personalidad se enriquece en su entorno, pero no al precio de dejar de ser ella misma.

Cambian los lugares y las personas, pero dentro de nosotros permanece una cierta interpretación  de lo que ocurre. Esa interpretación es intelectual y afectiva, personal y relacionada con los demás. La habitación interior de nuestro espíritu es la que nos posibilita vivir con mayor o menor plenitud, sabiendo interpretar lo que vivimos. La solidez y habitabilidad interiores están en continua construcción y remodelación, al entrar en diálogo y en acción con el mundo y con nuestros semejantes. Tan humano es aceptarnos a nosotros mismos y saber acoger a otros muchos en nuestro interior; como excluir con decisión algunos aspectos o conductas negativas, propias o ajenas, que pueden arruinar nuestro mundo interior, donde también están presentes nuestros seres más queridos.

Se dice que la luz riela en el agua de un río o de un mar, cuando resplandece en destellos múltiples y móviles que provienen de un mismo foco de luz. Las olas son múltiples y distintas; pero la luz por la que se hacen visibles y fuentes de vida es común y exterior a ellas. Nuestra personalidad atraviesa por distintas aguas y corrientes, pero la navegación de la vida será tanto más acertada cuanto mejor sea la luz con la que enfocamos nuestra propia existencia y la de los demás.

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