Saturday, July 22, 2017

Nietzsche: el atractivo de lo irracional


Nietzsche dijo de sí mismo: "yo no soy un hombre, soy dinamita". Algo de razón tenía pues llevó a cabo " una filosofía del martillo", como a él le gustaba decir, contra unos valores sociales que consideraba decadentes. Este autor alemán defendió una vida que debía ser "lo más lujuriosa y tropical posible". Renegó del cristianismo, por considerarlo una moral de esclavos. Llegó a afirmar que "la muerte de Dios era una aurora", una liberación. Propuso como núcleo de su filosofía la "voluntad de dominio o voluntad de poder", la propia de un nuevo tipo de hombre: " el superhombre". Se trataría de una persona que no se somete a los valores, sino que crea los suyos propios. Hasta tal punto lo creyó, que Nietzsche afirmaba que un síntoma de debilidad era la ayuda y la misericordia con los pobres y débiles de este mundo. La eternidad se transformaría en un ciclo interno al propio universo en torno a los nuevos valores del superhombre: "el eterno retorno", en expresión de este autor.

El planteamiento de Nietzsche tiene unos tintes tan dramáticos, y tan exentos de sentido del humor, que casi mueve a la broma si no fuera porque pocas décadas después obtuvo el poder en Alemania el partido nazi. Una ideología que guarda muchos puntos de vista en común con el famoso filósofo de poblado bigote.

Lo paradójico del pensamiento de Nietzsche es que cabría esperar de su existencia, la de un vigoroso ario pletórico de salud y de fuerza. Todo lo contrario: Nietzsche fue un enfermo crónico, que sufrió intensamente por motivos psicológicos. Su exaltación de la vida nace de una existencia marcada por el dolor y el drama. Nietzsche era un hombre doliente, el individuo que él afirma despreciar.

Decía que los metafísicos eran unos "tejedores de telarañas". Escribió  de Kant que era "un cristiano alevoso", por no acabar de afirmar definitivamente que no hay más mundo que el de las apariencias, que la única realidad es la que pasa y fluye sin cesar. Escribió que la vida es pasional, instintiva. Apostó por un irracionalismo que hacía de la razón una capacidad de fines utilitaristas, sin ningún tipo de capacidad de llegar a verdades definitivas. Justificó el escepticismo, incluso el cinismo, con expresiones tan patéticas como la de su "admiración por la recia madera de los criminales siberianos".

Todo ello estaba envuelto en sugerentes mitos y personajes, como el de Zarathustra, al que atribuye capacidades proféticas, poniendo en él esta demoledora forma de pensar. Se trata de una sugerente literatura que tiene el morbo de la rebelión contra los pilares de la sociedad occidental del siglo XIX.
Su afán destructivo tomó carta de obsesión, hasta el punto de provocar el colapso mental del propio autor. Once años, de 1889 a 1900, pasó Nietzsche definitivamente postrado hasta su muerte. Su madre y su hermana se hicieron cargo del enfermo, sin tener en cuenta las teorías eugenésicas de su familiar.

Nadie es quien para juzgar la conciencia de otro hombre, pero sí se pueden enjuiciar sus hechos, palabras y escritos. Nietzsche arremetió, con su aguda inteligencia, contra todo aquello que pudiera dar sentido al dolor y a la pobreza de este mundo. Lo hizo con una decisión firme y rotunda, y cayó preso en su propia trampa. Su obra ha sido divulgada y conocida en todo el mundo. Parece bastante claro que influyó en el pensamiento de Hitler. Su mensaje sigue siendo hoy, para muchos, atractivo por intentar poner en jaque el núcleo de la moral. Es curioso observar como el mundo admira, en ocasiones, a los que han justificado la opresión de gran parte de la humanidad, precisamente la más necesitada de comprensión y ayuda.

El irracionalismo de Nietzsche tiene el atractivo de una rebelión contra todo lo opresivo de la existencia, pero cualquier persona medianamente madura puede juzgar las consecuencias que se derivarían para uno mismo de poner en práctica los planteamientos de este filósofo.

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