Información sobre la fe cristiana y la dignidad humana en relación con el mundo actual
Thursday, August 31, 2017
Papa Francisco: ¿Cómo puedo encontrar mi vocación?
Saturday, August 19, 2017
Barcelona: del horror a la esperanza
Algunas veces uno intuye una blancura y una alegría donde se piensa que pueden estar sus seres queridos, ya difuntos. En otros momentos lo que se ve es algo espantoso e irracional: como si esa luz atemporal fuera ultrajada y pisoteada por la barbarie. Pero misteriosamente, la esperanza resurge en modos renovados de compasión y fraternidad humanas. Lo que era un lugar de horror se transforma en una tierra de paz.
José Ignacio Moreno Iturralde
Thursday, August 17, 2017
Espacio y tiempo en la filosofía y la física
Los avances de
la física han hecho modificar una visión fija del espacio y del tiempo. Existen
diversas interpretaciones del universo que distan mucho de plantear teorías
definitivas. Veamos si la filosofía puede aportar un poco de luz a una
interpretación actual del espacio y del tiempo.
El tiempo es
una medida del cambio. El tiempo está íntimamente unido a la materia. La propia
teoría del Big Bang, la explosión inicial que daría origen al universo, nos
hace entender que espacio y tiempo están unidos íntimamente.
El tiempo
anuda el pasado, el presente y el futuro, como señaló San Agustín. El ser
humano, por su capacidad racional, puede evocar el pasado y entender desde el
presente su libertad hacia el futuro. El carácter biográfico de la vida humana
nos hace capaces de proyectarnos en el tiempo, aunque estemos inmersos en él.
Esto significa que no solo somos materia y tiempo, sino que hay algo inmaterial
y espiritual en nosotros mismos. El escritor C.S. Lewis afirmó que “el instante
es el punto de encuentro entre el tiempo y la eternidad”.
Sin embargo,
hay prestigiosos autores que plantearon ideas muy distintas a las de un espacio
y un tiempo abiertos a la trascendencia. Kant (1724-1804) revolucionó la
interpretación clásica de la filosofía sobre el universo. Este autor consideró
que el espacio y el tiempo eran formas de nuestra sensibilidad para conocer los
fenómenos de la realidad. Para entender esta afirmación estudiaremos más
adelante algo de su filosofía. Para Kant, por extraño que parezca, el espacio y
el tiempo están dentro de nosotros. Una aproximación incompleta a su
pensamiento sería decir que nosotros conocemos la realidad según unos esquemas
previos de conocimiento, entre los que están nuestro modo de interpretar el
espacio y el tiempo.
El
existencialismo, una corriente de pensamiento del siglo XX, puso el acento en
la temporalidad del ser humano. Heidegger (1889-1976) afirmó una interpretación
del ser que viene a identificarse con la historicidad de la historia; es decir:
con el tiempo. Otros autores como Sartre[1]
(1905-1980) defendieron un existencialismo abiertamente ateo, donde el hombre
es tan solo lo que haga con su tiempo.
Desde el punto
de vista de la física, Einstein, en el siglo XX, modificó el concepto del
espacio y del tiempo mediante su teoría de la relatividad. Expliquémoslo con un
ejemplo. El movimiento de un cuerpo (por ejemplo: un balón lanzado por un niño)
dependerá del lugar dentro del que se mueva (por ejemplo: un tren). Ese vagón,
a su vez, se mueve con una velocidad. Para un observador, que vaya dentro del
tren, el balón tarda un tiempo X en hacer un movimiento. Pero para un
observador que esté en la estación, por la que se mueve el tren, la velocidad
del movimiento del balón y el tiempo que invierte en su movimiento es distinto
a X. Es decir: el tiempo y el espacio son relativos a la referencia desde la
que se los mida.
La única
referencia constante del universo es la velocidad de la luz: 300.000 km/s.
Además, la materia y la energía son dos estados de una misma realidad según la
famosa ecuación Energía = masa x velocidad de la luz al cuadrado.
Por otra parte, la masa y la luz puede ser alterada por fuerzas gravitatorias
que llegan, en ocasiones a curvar la trayectoria de la luz.
Toda esta
nueva versión del universo enriquece la visión filosófica del espacio y del
tiempo, no lo anula. El espacio se da donde hay materia, y el tiempo es la
medida de los cambios materiales, como antes dijimos. El universo puede
albergar múltiples espacios donde hay cuerpos que se mueven a diversas
velocidades y que emplean distintos tiempos según el lugar desde donde los
observemos. Pero el universo no está en
ninguna parte: no es relativo a ningún lugar fuera de sí mismo. Sí que puede
ser relativo a una causa trascendente a
él, que lo haya hecho existir. Se trataría de una causa inteligente que está
más allá del espacio y el tiempo, y que es coordinadora de los diversos
espacios y tiempos que se dan en el universo. Pongamos un ejemplo: en un DVD pueden
haber diversas pistas de reproducción, variadas velocidades y tiempos de
representación. Incluso hay distintos lenguajes de expresión. Pero todos estos
submenús tienen un principio ordenador común, cuyo origen trasciende o va más
allá del DVD.
Otra cuestión
contemporánea de la Física es la teoría del caos. Muy resumidamente viene a
decir que una pequeña variación de condiciones, al comienzo de un proceso,
puede tener al final del mismo grandes consecuencias. Se pone el ejemplo típico
de que el vuelo de una mariposa puede tener que ver, a lo largo del espacio y
del tiempo, con un tifón al otro extremo del mundo. Un ejemplo más cercano y
realista es la dificultad para prever con total exactitud el tiempo atmosférico
en un futuro próximo. La física no puede contener todas las variables posibles
de la naturaleza y, se dan con frecuencia cambios inesperados en las
predicciones. Una interesante implicación filosófica que se desprende de esto
es la negación de un determinismo –una explicación rígida- para prever el
futuro de lo que sucederá en el espacio.
La
visión de la física se mueve en el ámbito de cómo funciona el espacio y el
tiempo, pero no de por qué existen, ni de cuál es su finalidad. Las visiones de
las distintas filosofías sí que intentan responder a estas preguntas
meta-físicas (que van más allá de la física), bien sea dando una respuestas o
bien diciendo que no hay respuesta posible. Vamos a volver, a continuación, a
un tipo de explicaciones filosóficas que afirman el sentido metafísico del mundo.
La materia es
infinitamente divisible pero siempre está finitamente dividida. Algo similar
ocurre con los periodos temporales. Las matemáticas no logran agotar la
realidad de la materia y del tiempo.
El tiempo es la medida del cambio según una cierta permanencia. Este
cambio supone, en definitiva, una finalidad previa al movimiento, como vimos
antes. Relacionemos ahora los términos espacio, tiempo y finalidad mediante un
ejemplo. Si trazamos una línea en una pizarra ocupamos un espacio de ella, invirtiendo
un cierto tiempo en pintarla. Pero la finalidad con la que hemos trazado esa
línea, está en ella y en la mente del que la pinta. La continuidad del espacio
y el tiempo se puede entender más profundamente desde la noción de finalidad.
Wednesday, August 16, 2017
Mujer y madre
Es preciso educar la mirada para contemplar la
condición femenina. La feminidad tiene que ser apreciada por sí misma. La
feminidad es escucha, acogida; puede ser una ráfaga de alegría o un amanecer de
contento. También es orden, comprensión, economía tan exigente que puede
prodigar con frecuencia extraordinarios. La feminidad es temperamento, es un
dulce darse con voluntad indómita y enamorada. Se trata de una genial
ingenuidad porque la condición femenina es sencilla en su raíz. Su madurez radica
en su realismo y como es realista tiene buen humor.
Feminismo
profundo
La mujer es la tierra madre; el humus de todas las
patrias, el corazón de casi todos los hombres, la causa de muchas banderas. La
condición femenina es reina y señora porque reina sirviendo; de ahí surge su
fortaleza vital, su posicionamiento firme en la vida, su ser fuente de alegría,
su descomplicación.
La mujer ama más porque su visión es
intuitiva, nuclear, detecta a la legua al que ama y al que sólo desea. La mujer
es especialmente apta para amar, para darse, y el amor es imprevisible. Por
esto la condición femenina se bandea con soltura en el oleaje de la vida, las
coge al vuelo, las ve venir…y, si son para bien, no las deja pasar.
La feminidad es colores en la
merienda, primor en la tarta de cumpleaños, perfume tenue en la ropa lavada,
inteligencia preclara en la dirección de empresa, tesón y esfuerzo en el
estudio universitario, serenidad en el trabajo, mirada coqueta que rompe el
corazón del hombre.
La envidia, la ostentación, el
orgullo…son serpientes que la muerden, pero
frecuentemente con poca eficacia porque en su sangre está el antídoto de
la generosidad. Otra es la epidemia verdaderamente grave que asola ahora la
feminidad: el progresivo corrompimiento de su identidad. No se trata sólo del
burdo, ciego y pandémico afán de pretender reducir su ser mujer a ser hembra,
sino de algo más sutil: hacerla creer que su dignidad radica exclusivamente en
su libertad y autonomía…Éste es el terreno abonado para su infecundidad
biológica, “artística” y personal.
Hemos de salvar la identidad de la
mujer de hoy para salvar a la humanidad de la idiotez y del abatimiento. Este
empeño impulsa, cómo no, tantas buenas conquistas sociales que la mujer ha
logrado; pero no debe permanecer en un silencio suicida ante la falta de
respeto a la condición femenina. Quienes se saben más hombres pensando en su
madre me entenderán. Quienes hayan visto vivir y morir con alegría a la mujer
de su vida suscribirán estas frases escribiéndolas mucho mejor.
La grandeza de ser madre
La
maternidad es la roca del alma para el hijo, el corazón de la mujer y la
felicidad que habita en el esposo. Ser madre es ser incondicional, es vivir
para los seres queridos. Las personas, despojadas de sus madres, serían
dramáticas marionetas de un mundo errático. Desde luego no me refiero tan solo
a una maternidad biológica sino también espiritual, de acompañamiento humano
con el ejemplo, el servicio, la exigencia y el cariño. Por este motivo hay
huérfanos que pueden encontrar una auténtica nueva madre y mujeres que, sin
haber concebido ningún hijo, encarnan una maternidad operativa y decisiva para
las chicas o los chicos a los que atienden. La maternidad es un mirar hacia,
una intuición comprensiva superior a cualquier razonamiento. Se trata de una
relación tan fuerte que establece los vínculos más primordiales entre los seres
humanos. Genera las más auténticas sonrisas y establece con los hijos los más
sencillos y mejores juegos. Maternidad y filiación son tendencias profundas y
simultáneas que posibilitan la entidad de la persona misma. Ser madre es querer
transformar en vida el amor por el esposo, vivir más, realizar la feminidad en
la dura y entrañable pedagogía del amor sabio.
Ser madre es compartir con el
esposo tareas del hogar, aventajando al marido en soltura, gracia y economía. La maternidad se
extiende a una multitud de cosas: El mantel de la merienda, la camisa que
combina bien, el tenue buen olor del hogar, el guiso acertado, la negación
precisa a un capricho inconveniente de un hijo, lo cotidiano hecho con encanto,
el genio, el realismo de una vida que sabe vivir con alegría y encara la muerte
pensando en los demás.
Las cosas hoy son complejas
porque se han perdido capacidades de ver lo evidente. Por este motivo cambiamos
ahora el ritmo de la narración. Pese al actual auge mediático de la ideología
de género, seguimos pensando – bruscamente- que el pecho femenino es algo especialmente
apropiado para dar de mamar. La intuición felina con la que hago tan arriesgada
afirmación se basa en el hecho de que todos los mortales nos hemos alimentado
de los benditos pechos de nuestras madres.
Un pecho que da vida no sólo da
la leche del cuerpo, sino la del espíritu: el de la maternidad y la familia.
Esta vitalidad genuinamente femenina es la fuerza de la tierra y de la
humanidad. Tal casta de maternidad construye una biografía de biografías: un
hogar; el último baluarte contra los tiranos. El temple y la decencia de la
madre modela una familia, a la vez que encuentra en sí misma un manantial de ingenio y de eternidad.
El hombre, perenne marmolillo
–excepto en sus raptos de juventud- gira inconsciente y atolondrado en torno a
su verdadero eje o quicio: su mujer. Y el hecho de que prospere ahora el
desquiciamiento no es otro que la ruptura de ese eje. Cuando un hombre y una
mujer construyen, con los ladrillos de los días y el cemento de un amor
entregado, su casa y su familia, se construyen y se aseguran a sí mismos.
Cuando hombres y mujeres revolotean
divorciándose y volviéndose a casar en matrimonios de papel de fumar no
habitan en hogares, sino en grutas: porque sus espíritus pueden ser como cuevas de atractiva entrada pero de
tenebrosa e incapaz acogida. Sus entrañas se llenan de murciélagos.
Una feminista americana dijo
que la familia es un “confortable campo de concentración”. Ocurre precisamente
lo contrario: la familia es una concentración de campo confortable; si se
cultiva. La madurez consiste en trabajar para conseguir fruto; no en disfrutar
trabajosa y estérilmente. Es estupendo que una mujer sea
presidente del gobierno, por ser capaz; no por ser mujer. Es fantástico que el
hombre cocine en la casa, si aprende a cocinar. Pero es esperpéntica la
situación que desatiende y discrimina a la familia, al son del berrido del
cuerno progresista. Chesterton decía que quien se rebela contra la familia se
rebela contra la humanidad; a mí me parece que se rebela también contra sí
mismo.
Monday, August 14, 2017
En defensa de toda vida humana
Al iniciar una excursión por la Pedriza,
cerca de Madrid, observé por la mañana a un hombre con cara de funcionario
malhumorado, torrado, “empanado”, y, además, enfundado en un chándal gris.
Pensé que ese hombre hacía muy bien en venir al campo en tan lamentable
situación. Al regresar a media tarde de la caminata volví a ver al mismo tipo
transmutado. Su cara era la de un gordo feliz, su mirada se erguía hacia el
cielo y sus brazos elevados sostenían al pocholo que debía ser su hijo. Existen
otras historias más apasionantes; por ejemplo una que corre por tradición oral
sucedió en un zoológico. El guardador de la fosa de los cocodrilos vio con
horror como su hija pequeña se desequilibraba y caía dentro del lugar de los
animales. Un reptil se acercó a la niña. El padre se tiró encima del lagarto y
le arrancó los ojos con un cuchillo, logrando salvar a su hija; desde luego si
no fuera cierto el suceso merece contarse como tal. Lo que está claro es que cualquier
tragaldabas, hecho uno con el sofá delante del televisor, se transforma en
alguien muy superior a Spiderman ante una llamada que alerta del peligro en que
se encuentra uno de sus hijos.
Todo
esto me recuerda a una idea de la película “Mejor imposible”: los amores
verdaderos son los que nos hacen mejores personas. El amor generoso a los hijos
es lo que más nos engrandece. Una familia con muchos hijos es un inmenso bollo,
algo incómodo que aparentemente va más allá de nuestras fuerzas y, sin embargo,
es casi lo único que colma de felicidad a los seres humanos.
Si
no se es su madre o padre no es fácil sentirse cómodo delante de la mirada de
un bebé; se trata de un espejo de nuestra propia inocencia, de una suerte de
absoluto que reclama de nosotros el hacer expresiones de verdadero cariño y
ternura demostrando con frecuencia que no andamos muy sobrados de estas
cualidades. Por esto el cristianismo hizo de la defensa del niño uno de sus
estandartes; porque , como otros credos, entendió que debía proteger a los
máximamente indefensos.
Los
niños, cuando comienzan a andar, frecuentemente se desestabilizan por el
volumen de su cabeza en una especie de efecto peonza. Quizás esto se puede
interpretar como un símbolo de su intelectualidad, de su posicionamiento feliz
ante el mundo. Una sociedad llena de niños es una sociedad sabia, una sociedad
de servicio y familia, un mundo de personas mejores. El planteamiento
antinatalista de turno, quizás no muy convencido de que merece la pena vivir,
hablará ahora de las hambrunas de los niños de países atrasados e
irresponsables. Atrapado por su noción de calidad de vida y absolutamente
ignorante del concepto de vida de calidad no llega a ver más allá. Pese a ser
capitalista, aunque deprimido, no se da cuenta de que el mayor capital de un
pueblo son sus hijos y la expansión de sus capacidades. Es incapaz de concebir
un plan creíble de desarrollo nacional e internacional que venza tan flagrantes
injusticias. Y no cree en este desarrollo porque, en el fondo, no cree en el hombre.
Cuando
en las sociedades cavernícolas de nuestro mundo tecnificado las clínicas
abortistas hacen fabulosos negocios con la cobardía, inmadurez o apuro de
mujeres turbadas algo serio hay que hacer. Cuando las clínicas de fertilidad
acumulan embriones sobrantes congelados que, si les dejaran vivir, podrían
estar montando en patinete dentro de tres años, se debe reinventar la cultura
humana. Desengañémonos: no se trata de juzgar a nadie pero si a actos de
llamativa extensión y de nula humanidad. Los enfoques que con celofanes de
colores envuelven a millares de niños
muertos son propios de hienas, no de hombres.
Sunday, August 13, 2017
¿Qué es eso de enamorarse?
A dos jóvenes amigos les ocurrió algo
parecido hace unos cinco años: los dos querían mucho a sus respectivas novias,
pero se vieron en la obligación de cortar para poder mantener su integridad
humana y cristiana. Como es lógico, existirán casos en los que sean las chicas
las que actúen del mismo modo por similares motivos. Uno de esos chicos,
después de unos meses, encontró otra novia fantástica que es ahora su mujer. El
otro chaval terminó una carrera brillante y ahora goza de una alegría
tamborilera siendo sacerdote y atendiendo una parroquia.
En nuestro mundo, una de las diferencias
complementarias más fascinantes es la que existe entre la feminidad y la masculinidad.
Sin diferencia no habría complementariedad pero...¡caramba, qué diferencia!
Esto viene a cuento de la actual percepción de los jóvenes, y no tan jóvenes,
de la sexualidad humana. Esta dimensión de toda la persona se ha hecho banal,
en muchos casos, pasando a ser una especie de interesante juego con riesgos.
Pero quien juega con fuego se acaba quemando.
Parece importante redescubrir qué es el amor,
una multiforme realidad que nos afecta profundamente. La pregunta de un joven:
-¿Hasta dónde puedo llegar con mi novia?,
fue respondida así por un profesor: -¿Hasta
dónde puedes llegar con tu abuela? Quiere
mucho a tu novia como novia, a tu abuela como abuela, a tus amigos como amigos,
a tus padres como padres, y –cuando te cases- a tu esposa como esposa. En
todas las dimensiones del amor hay un factor común: el respeto y la afirmación
de la identidad de la persona querida según nuestra relación real con ella. El
pensador Joseph Piepper escribió: “Querer a una persona no es quererla para mí,
sino querer lo mejor para ella”. Por esto el verdadero amor hace que seamos
mejores personas. En todo amor verdadero se da una afirmación de la identidad
de la persona querida y, por tanto, un respeto permanente.
La moralidad de un acto requiere que sean
morales el acto en sí mismo, la intención y las circunstancias. Las relaciones
sexuales conllevan la posibilidad de traer un nuevo hijo al mundo. Esto
requiere que las circunstancias adecuadas sean las de una situación estable,
responsable y capacitada; es decir: un matrimonio, una esposa y un esposo
unidos. Esto es lo que pide el ser de cada hijo, tan necesitado de alimento
como de estabilidad familiar. Por tanto, por mucha afectividad mutua que
exista, las relaciones sexuales extramatrimoniales prometen dar algo, en una
cuestión de vital importancia, de lo que no se pueden hacer responsables.
El recurso a la anticoncepción supone una
actitud claramente contraria a la naturaleza. “Dios perdona siempre, los
hombres algunas veces y la naturaleza nunca”, dice la sabiduría popular.
Fomentar ese tipo de actos genera hábitos que encadenan la conducta y la propia
psicología. El verdadero amor es el que da fruto. Alguien podría preguntarse
qué diferencia moral existe entre el llamado uso del matrimonio en periodos no
fértiles de la mujer y el empleo de preservativos. En el primer caso, debido a
motivos graves y temporales, los esposos asumirían la paternidad en caso de un
embarazo no previsto. En el segundo caso se excluye de raíz la procreación,
parte nuclear de la finalidad sexual matrimonial (Cfr. “Amor y
responsabilidad”. Juan Pablo II). Lógicamente, no hablamos ahora de los
matrimonios que por alguna deficiencia biológica no pueden tener hijos. Ellos
quizá pueden saber mejor que nadie que la paternidad o maternidad no sólo se
ejerce biológicamente.
El planteamiento descrito antes hace
necesaria una adecuada educación de la sexualidad. Suelo decir a mis alumnos
que si ven a algún colega que exhibe imágenes de personas que carecen de todo
pudor le pregunten –educadamente y sin
ánimo de herir- si le parecería bien que un familiar próximo a él adoptara ser
modelo de tales imágenes. Inmediatamente se demuestra que el ámbito familiar
redimensiona la sexualidad a su perspectiva
más humana.
LAS VIRTUDES
La
educación a lo largo de toda la vida requiere el ejercicio de virtudes: hábitos
operativos buenos. Hoy se
habla más de valores, lo que no me parece muy acertado. Los valores se refieren
más a la impresión subjetiva que provoca una determinada conducta. Se habla de
“tus valores” y de “mis valores”. No se menciona “tu código de virtudes” y “mi
versión de las virtudes”. Esto ocurre porque las virtudes tienen como fin un
bien real objetivo y no sólo una sensación de afección o desafección. Pienso
que los valores han de considerarse como consecuencia de las virtudes.
Las virtudes cardinales, etimológicamente
significan virtudes-quicio, siguen siendo la prudencia, la justicia, la
fortaleza y la templanza. Cuando una puerta se desquicia, su relación con el
exterior se hace muy complicada. Por el contrario, si el giro personal que abre
nuestra persona a la realidad es el correcto, surge la armonía con el mundo.
Pienso que hay personas, actualmente
bastantes jóvenes, que consideran la sexualidad como algo muy atractivo pero,
en el fondo, turbio. Se trata de un planteamiento inhumano y profundamente
anticristiano. La sexualidad es una realidad muy noble sin la que ninguno
existiríamos. El amor conyugal requiere la mutua entrega, donación y ayuda de
los esposos, y la procreación. Los hijos son amor que se hace persona. Los ojos
de los padres se encuentran en los de los hijos: es entonces cuando se ve con
claridad el sentido de la sexualidad en el amor humano.
¿NOSTALGIA O REALIDAD?
Mucha gente recordamos y vivimos con simpatía las entrañables y
misteriosas Noches de Reyes Magos, donde pensamiento y realidad casi se
identificaban. También hemos visto a familiares con cucuruchos de colores en la
cabeza, rodeados con mesas llenas de hamburguesas, ketchup, patatas fritas y bebidas
refrescantes en fiestas de cumpleaños. Las clases medias hemos dado mucho de sí
en esto de celebrar la vida con manteles de colores, matasuegras e idas y
venidas a las casas de los primos y los tíos.
En recientes tiempos bárbaros los chavales escalábamos riscos y nos
zambullíamos en aguas pantanosas a la búsqueda de sapos e, incluso, osábamos
pasárnoslo bomba yendo a cazar jilgueros, sin la más mínima intuición de delito
ecológico. Hoy se desea no estropear la naturaleza; salvo la de los propios
chavales tomando alucinógenos en las discotecas, y la de las chicas recibiendo
peligrosas descargas hormonales tras la ingesta de la píldora del día después,
dispensada benéficamente por algunas autoridades públicas.
Con una lógica demencial se extiende la idea del preservativo como una
suerte de remedio mágico, tratando a los jóvenes como si tuvieran mentes
inferiores a las bovinas y espíritus que desmerecerían de un honesto mandril.
No pueden entender algunas autoridades
partidarias de la sima mental y la depresión que, como decía Chesterton, la
pureza es el mejor ambiente para la pasión. No alcanzan a concebir la idea de
la concepción como un amor que se hace pureza y, por eso, vida. No pueden
entender estos prosélitos de la esterilidad que la vida es algo mucho más
grande que ellos mismos. Parecen desconocer que por encima de la calidad de
vida está la vida de calidad –como afirmaba el profesor Antonio Ruiz Retegui-
y, por esto, el esfuerzo, el autocontrol, e incluso el dolor pueden tener un
sentido profundo en la biografía humana.
VALENTÍA FAMILIAR
Un matrimonio atravesaba una cierta crisis,
no muy aguda. Por ser sus amigos hablaron de este problema con Stephen R.
Covey, conocido como “el Sócrates americano”. En un momento de la conversación
Covey, buscando revitalizar la mutua comprensión y ayuda de los cónyuges, les
preguntó qué habían hecho para tener hijos. El marido interpelado
contestó: -Usted lo sabe perfectamente. Entonces Covey concluyó: -Valoraron la diferencia. Una y otra vez
la solución está en afrontar con valentía el mundo de los demás
Cualquier ciudadano entrado en carnes y desentrenado brama, como
Bravehearth –héroe medieval escocés llevado al cine por Mel Gibson-, ante su
hija en peligro; desarrolla una agilidad superior a la de Spidermann para
llegar al hospital en que han ingresado a su mujer que pasa por un
apuro, y prefiere cien veces la vida de su hijo enfermo que la suya propia. Y
ante esta verdad profundamente humana, sin embargo, surgen periodos de la
historia que recurrentemente olvidan la categoría fantástica del hombre y se
caracterizan por una ignorancia, chabacanería y apogeo del cinismo, en el que
se esconde su no muy tardía destrucción. Porque llega un momento en que no se
puede seguir manteniendo por más tiempo una mentira en el fondo del corazón y
se anhela resucitar; resucitar a la vida, a la compañía, a la fidelidad, al
hogar.
Lo que es de vital importancia es que los partidarios de la vida no
dejemos de sembrar referencias para que quienes quieran, puedan volver a
sonreír y sentirse queridos, aceptados por algo que jamás se podrá extinguir:
la familia; la familia que da vida. Toca
a todo hombre y mujer de bien volver a poner a la familia en el lugar
socialmente reconocido y políticamente respaldado que se merece.
A LOS JÓVENES CON BAJÓN
Quizás hayas pensado
alguna vez que eres un o una “pobre idiota” que no va a dar mucho de sí. Tal
vez no veas un futuro profesional claro y, quizá, tampoco goces de una
situación familiar y académica adecuada. Pero también sabes que tienes amigos y
gente que te aprecia y que siempre encontrarás la opción alternativa a la del
“lado oscuro”: la de la luz. Es posible que si te digo que eres una hija o un
hijo del Gran Rey, no me creas.
Aunque no estés de acuerdo, tú vales mucho, no porque lo digas tú o,
mucho menos, yo, sino porque sencillamente hay verdades eternas, más profundas
que nosotros mismos y, a la luz de ellas, somos y nos podemos sentir
importantes. Cuando nos sabemos queridos de verdad, es cuando nos sabemos
buenos y es cuando somos generosos y nos damos a los demás con gozo. Entonces
empezamos a girar alrededor de las necesidades ajenas y renace, como un chorro
de alegría, las ganas de vivir. Pero hace falta ayuda, humildad y sacrificio
–tampoco tanto-. Tú decides.
Friday, August 11, 2017
Las paradojas de Dios
La habitación era una juerga:-“Aquí pájaro verde a pájaro
rojo; corto y cambio”. Se trataba del mensaje de una tía abuela a su sobrina
nieta. La niña iba vestida de color fresón; la abuela, tumbada en la cama,
tenía una mascarilla verde de oxígeno. Tan sólo le quedaban dos días de vida y
había que aprovechar el tiempo. Se encontraban algunos espectadores cuyas caras
parecían estar viendo un divertido dinosaurio blanco.
Preguntas atrevidas
Esto de
creer en Dios tampoco es tan fácil. Hagamos algunas preguntas: ¿Por qué sufren
tantas personas? ¿Por qué mueren tantos inocentes? ¿Cómo es posible que exista
el infierno si Dios es misericordioso?...Se han dado sesudas respuestas y las
soluciones no parecen contentar a todos. Sin embargo, pienso haber dado con la
respuesta definitiva y la lanzo en esta octavilla volandera; dice así:”No tengo
ni idea. Dios sabe más”. La confianza es anterior a la razón; pregúntenselo a
un bebé. Agustín de Hipona decía: “Para el que quiera creer tengo todas las
razones; para el que no quiera no tengo ninguna”.La respuesta dada antes al
misterio del dolor es redonda; pero cabe pensar que, de entrada, no convencerá
a muchos. Téngase en cuenta que es redonda porque es, al mismo tiempo, un punto
de partida y un punto de llegada; una especie de bucle. Una vez atravesado
–como una montaña rusa de Disneylandia-, nos hace ver la realidad de un modo
tonificántemente nuevo.
Intentaremos
avanzar. Lo que no es normal es despreciar que vamos a 100 Km/s por el espacio
en una gigantesca bola redonda –sin despeinarnos- que gira alrededor de una más
gigantesca bombilla astral. Es lógico que estemos acostumbrados pero no por eso
deja de darnos vida una asombrosa norma y lo normal debe ser tener en cuenta
las normas. Utilizamos móviles, aviones sofisticados y hasta bombas atómicas;
pero no tenemos ni idea de por qué es tan inmensa la bóveda estrellada que nos
enmarca. Quiero llegar a volver a caer en la cuenta de que nuestro cerebro
tiene límites severos, nuestro estómago también y nuestra vida no parece muy dilatada
en comparación con los 13.000 millones de años en los que se data el inaudito
surgimiento del universo.
Hace falta
mucha fe en el azar para pensar que la realidad surgió porque sí. Desde luego
que surgió porque sí; pero en otro sentido distinto al azaroso: porque una
voluntad creadora quiso. Qué agudo estuvo C.S. Lewis al afirmar que las cosas
no son producto de las leyes.¿Quieren hacer la prueba? Sumen un millón de euros
más dos millones de euros. Sin duda son tres millones; pero lamentablemente no
aparecerán en su bolsillo por fuerza de las leyes matemáticas. Muchos grandes
filósofos han pensado pormenorizadamente en lo razonable que es admitir la
existencia de Dios. Permítanme tan solo que les relaté lo que un padre me dijo
que su hijo de diez años le había comentado:”Papá, tú eres pero podrías no
haber sido. Yo podría no haber sido, pero soy. Dios es pero no puede no ser”.
Nunca había escuchado una síntesis de metafísica más perfecta. El chico, más
adelante, no se dedicó a la filosofía sino a los negocios.
La
metafísica es una buena mesa, pero hacen falta los alimentos que sanen nuestra
indigencia. Este puede ser uno: Un famoso libro del psiquiatra español Vallejo
Nájera lleva por título “Concierto para violines desafinados”. Uno de los
personajes es un muchacho con una invalidez muy seria que, pese a sus
limitaciones, siempre está contento. Alguien le pregunta por el secreto de su
ingenua alegría y él responde con un verso: “Baja y subirás volando/ al cielo
de tu consuelo/ porque para subir al cielo/ se sube siempre bajando”. La
humildad es sencillamente la verdad.
Vidas que sufren; miradas que humanizan
En nuestro mundo tecnológico
y acelerado hay algo que nos humaniza, que nos revela nuestra propia y personal
entidad: el encuentro con el inocente que sufre, con el enfermo, con la persona
deprimida que reclama asistencia y esperanza. La mirada sublime del ser
querido, al que se le va la vida, nos interroga en lo más profundo del corazón.
Esa mirada tiene una dulce y arrebatadora fuerza, incomparablemente superior a
la de los razonamientos más elegantes y concluyentes. Pienso que la eternidad
es la fuente activa de la inocencia y la misericordia; porque esto es lo más
digno de persistir.
Las reflexiones anteriores
tienen una dimensión práctica. La justicia y la misericordia no se excluyen
sino que se necesitan. De esto se deduce que el hombre justo es el que actúa
solidariamente con los más desfavorecidos. Sólo desde una dignidad solidaria
daremos prioridad a la inocencia real del hijo que se fragua en el seno de la
mujer respecto al deseo de ser o no acogido. Únicamente desde un inhumano
cinismo se puede estar sosteniendo la barbaridad de matar pequeños seres
humanos sin darle gran importancia. La eutanasia tiene connotaciones similares:
La solución humana es el cariño, el ánimo, la compasión, la esperanza y, por
supuesto, la medicina paliativa.
Hacernos dueños de la vida y
de la muerte de los seres humanos más indefensos y menos autónomos física o
psicológicamente es, sencillamente, dejar de ser humanos. ¿Por qué? Porque toda
vida humana no tiene en si ni su origen ni su final .Todo ser humano es alguien
de un valor incondicionado. ¡Cada ser humano representa a todos! Ante una vida
humana la única actitud digna es la del respeto a su vida. El respeto deja a
esa vida en su sitio y a las leyes civiles en el suyo. Asumir esta exigencia
puede ser costoso y duro, pero es el precio de ser personas. El siglo XX lo
olvidó en múltiples ocasiones y el siglo XXI también ha comenzado a olvidarlo.
Aquél precio es el único que nos hace sostener una mirada de cariño esperanzado
ante los ojos de un bebé o de un anciano desahuciado; la única mirada digna del
ser humano.
La elocuencia del dolor
Nuestra sociedad tiende a medir la
eficiencia, la rapidez de gestión, la facturación, la tragicómica carrera para
llegar a ser el más rico del cementerio. En cualquier sociedad humana, un
pastelero invitaría a merendar al mendigo que tiene a su puerta a cambio de que
le ayudara a atender a los clientes; en la nuestra vemos inflexiblemente lógico
que no se haga así, aunque el pastelero de alto copete esté al borde del
colapso ante el local abarrotado de gente.
Nos importa, con motivos graves, la calidad de vida; pero quizás nos
importa menos la vida de calidad porque no sabemos mucho lo que es la calidad
y, por eso mismo, no sabemos bien lo que es la vida. Los pseudoapóstoles de que
el hombre es un “quiero y no puedo” ya se han encargado de explicarnos que es
rancio el discurso de acometer una vida
moral recta; vaya, que no es políticamente correcto pensar.
De improviso, indecentemente,
surge un hecho tozudo, irritante y parcialmente imprevisible: el dolor propio y
el ajeno. Este ilógico intruso nos atrapa, frena nuestra convulsiva carrera
hacia no se sabe bien donde y nos obliga a pararnos y -¡horror!- a meditar. El
encuentro con el dolor es una antesala con dos puertas: una es la desesperación
y otra la contemplación. Se trata de dos puertas por fin incompatibles.
Todo enfermo; más aún el grave, es
un encuentro con la reflexión, con la calma, con el sentido, con una molesta y
humanizadora ruptura de planes que tonifica nuestras venas con la sangre del
nuevo Adán. Silencio, hay un enfermo…Calma, cuidado, mimo, cariño, viejas
palabras para un mundo viejo; nuevas palabras para un mundo nuevo: para un imposible
que el dolor hace realidad.
El enfermo, especialmente el vegetativo –que no es el clínicamente muerto
y artificialmente activado-, representa la vida humana hecha un nudo. Ante esa
provocación, choca contra un muro la estupidez y se decanta cada alma -
brevemente quisiera recordar que somos los únicos seres capaces de dudar de que
tenemos alma sin darnos cuenta de que para dudar así es preciso tenerla-. Sí,
el dolor hace ver la calidad perdida de nuestra moneda porque no hay cara sin
cruz, al menos cara de valía. El enfermo vegetativo es una suerte de santuario
ante el que solo cabe la contemplación o la desesperación: la humildad o la
rebelión. El enfermo es la garantía palpable de que no manejamos todos los
resortes de nuestra propia vida; y esta incertidumbre crispa a los espíritus insanos y sana a los
sensatos. El enfermo está lleno de verdad y de vida y algunos de nosotros
cosechamos parte de mentira y de muerte: por eso en ocasiones le queremos
olvidar. Su enfermedad nos cura
vivificándonos con la verdad de que nuestra “madura dignidad”, basada en la
total autonomía, es una actitud más peligrosa que la de un niño pequeño que
cruzara una calle infestada de coches persiguiendo su globito azul.
La sociedad del enfermo, del
pobre, del abatido, es la sociedad de la vida; de la riqueza en humanidad, de
la alegría. Jamás han resultado atractivos unos cimientos pero, parafraseando a
Chesterton, sobre ellos se asienta la risa de los niños y el vino de los
hombres.
Respuestas provocadoras
Me lo
explicó mi padre: Veamos dos bolitas; una de cera y otra de arcilla. Si
acercamos un fuego la cera se rinde al calor; pero la arcilla se reseca y se
comprime mucho más. Gracias al profesor Carlos Cardona entendí porque el
infierno es una misericordia de Dios: Un condenado –San Juan Pablo II rezaba
para que no hubiera ninguno- no podría resistir el Cielo. En el infierno está
fatal; pero la pureza de la luz de Dios le provocaría más pavor que a un
asesino la resurrección de su víctima.
La Voluntad
de Dios es vehementemente salvífica. Si Dios fuera contra nosotros sería como
ir contra sí mismo. El hombre es una vocación divina: cuando mira al cielo es
cuando se encuentra. No somos imagen y semejanza de nosotros mismos. Para
hacernos caer en la cuenta hubo un hombre que se dejo desfigurar y quiso
hermanar su sangre con la de todos los inocentes maltratados. Un hombre que es
Dios y al que solo se le entiende desde su seguimiento: Una andadura
sorprendentemente liberadora y sanadora.
“Aquí
pájaro verde a pájaro rojo”. La frase de aquella mujer, al final de su vida,
era la respuesta de la sabiduría; una paradoja de Dios.
Thursday, August 10, 2017
Familia, educación y futuro
“Que te aguante tu padre” es una
expresión muy española. Pero si el padre no lo aguanta tendrá que hacerlo la
madre; y viceversa. Una familia coja no podrá dar un suelo seguro a sus hijos;
el suelo familiar, que es el suelo del mundo humano. Si la persona no es para
la familia, la familia no será para la persona; quizás es lo que está
ocurriendo en sectores de nuestra sociedad.
La familia indisoluble se
presenta a los ojos de muchos como algo similar a una cárcel donde la libertad
personal queda asfixiada. Se ha presentado a la familia –esposa, esposo e
hijos; hoy es preciso aclararlo- como algo prosaico, aburrido, sufrido e
incluso inhumano. No cabe duda que esta visión de la familia participa de todos
esos adjetivos. Al mismo tiempo sigue siendo cierto, para multitudes, que la
familia es el mejor lugar donde caerse muerto. Cabría pensar que por esto es
también el mejor lugar para levantarse vivo todos los días.
El núcleo del asunto está en qué
es amar: un rapto pasional o una afirmación de la otra persona. Pieper, un
pensador alemán contemporáneo, dice que amar es como afirmar “es bueno que
existas”. Amar es querer lo mejor para la persona querida. Realmente aprender a
amar es aprender a ser mejor persona; no a evaluar cuál es mi gado de
satisfacción afectiva.
La naturaleza, ese “prosaico
lastre” que somos nosotros mismos, nos impone de modo impune que el amor
plasmado en la relación sexual tenga notables probabilidades de encarnarse en
un hijo. Esta relación entre dos es elevada a una nueva y tercera dimensión. El
amor esponsal entra en una superación que se hace vida nueva. La mirada entre
dos ya no se cansa porque se renueva y fecunda en un arcano de vida. Por el
mismo motivo cuando se niega la vida los ojos del cónyuge no son ya una ventana
para amar sino un espejo donde se ve el rostro estéril y egoísta del yo.
Si no entendemos las leyes de la
naturaleza, con su porción de enigmáticos y desconcertantes errores, nos
abrimos a un mundo de nuevas posibilidades afectivas. Nos preguntamos por qué
pechar con una fidelidad que se hace tan gravosa. Vemos la fidelidad pesada
como una pesada digestión; por eso una cierta libertad nos lleva a la anemia.
Así, el hombre se torna tan independiente y tan estéril como una hoja de otoño
zarandeada por el aire.
“El amor nunca pasa y si pasa no
es amor”, escuché en una ocasión a mi padre. Por eso el amor, el verdadero amor,
hace nuevas todas las cosas. El amor siempre da vida, siempre dota de sentido,
siempre es familiar.
La superstición del divorcio
La superstición del divorcio es
el título de un libro de Chesterton. Algunas de las siguientes ideas son de él.
Hay personas que consideran el matrimonio, especialmente el canónico, como una
ceremonia supersticiosa e incluso algo hipócrita. Harían bien en pararse a
pensar por qué, sin embargo, la institución matrimonial ha dado durante los
siglos tanta estabilidad personal y tantos frutos. Nadie maduro duda de los
momentos de dureza y monotonía de la vida matrimonial; cómo tampoco nadie duda
de que a cualquier madre o padre maduro le importa bastante más la vida de su
hijo que la suya propia. Sin embargo, aguantar mecha no parece hoy al alcance
de muchos: “Se dicen: Hay un magnífico remedio, el divorcio. Volver a empezar.
Otra nueva posibilidad para el amor”. Pero el amor humano no es el encuentro
furtivo de dos arenques en el mar. Amar es compartir la propia personalidad. Al
segundo esposo o esposa le está vedada la personalidad compartida con el
anterior. Está estadísticamente demostrado que el divorcio engendra más
divorcio y ello se debe a que una biografía rota es mucho más frágil para
volverse a romper. La creencia en el divorcio como amuleto de salvación no deja
de suponer una especie de religiosidad supersticiosa para con uno mismo; es una
clase de opio del pueblo para momentos de especial materialismo y falta de
ideales.
Se
apresuran más los engorrosos trámites del divorcio: “felicidad cuanto antes”.
No debe haber espacio para la reflexión, para la consideración responsable de
que con las propias decisiones me juego la veracidad –mejor que autenticidad-
de mi vida. No sospechan tales legisladores que este tipo de leyes
sentimentales se transforman en varapalos de hierro contra la mujer y el
hombre. Las personas tenemos corazón, pero es el cerebro quien debe guiar.
¿Acaso no trastorna la pasión a la inteligencia? ¿No es verdad que tras varios
días o meses desde que surgió la indignación nos damos cuenta de que gran parte
de la culpa fue nuestra?
Quien se ha
rebelado contra la familia a lo largo de la historia se ha rebelado contra la
humanidad: Lo demuestran tanto los sistemas esclavistas, el socialismo comunal,
el capitalismo salvaje y últimamente la sociedad del bienestar, en la que con
frecuencia se está tan mal.
Sí, de
alguna manera la entrega para siempre se nos aparece como un imposible para
nuestras propias fuerzas; pero, sin embargo, es para lo que estamos hechos. “Te
amaré por tu fidelidad y te seré fiel por tu amor”. La fidelidad es la cadena
clavada en la roca que nos impide caer al vacío en plena ascensión alpina,
mientras que la infidelidad es la soga del ahorcado: pretende correr con el
caballo de la felicidad y cae a plomo ante el vacío que no le sustenta.
Nadie duda
de casos de nulidad, ni de situaciones dramáticas, pero lo más dramático es una
legislación de nula inteligencia, que hace de la excepción el contenido.
¿Tenemos dudas? Pongámonos en el lugar de nuestros mayores y preguntémonos cuál
es el valor de la fidelidad matrimonial y de las mejores circunstancias para la
educación de nuestros hijos.
Una educación libre
“Un señor que no conozco me enseña una cosa que no quiero”; Chesterton sabía ser conspicuo e incisivo. Esa frase tiene que ver con el núcleo de la cuestión. Hay quienes pretenden que la escuela haga las veces de la familia, porque no creen en la familia sino en el Estado. Son personajes que tienden a confundir lo privado con lo público. No comprenden que la única institución que es capaz de conjugar libertad con igualdad, potenciando a ambas, es la familia. Porque la familia es libre y necesaria la escuela es necesariamente libre. La humanidad sólo existe en rostros humanos, especial y comprometedoramente cercanos. El rostro de mamá no puede ser superado por el de la directora del Instituto. El rostro de papá no puede ser olvidado por el del joven profesor de educación física.
Desde la familia, fortaleza de
virtudes y de seguridad interior, el chaval se lanza seguro a la conquista del
mundo, con sus dudas y fragilidades propias de su condición; con la pureza y el
empuje de la juventud. El citado escritor también afirmaba que “el hombre no es
una evolución sino una revolución”. La verdadera revolución es la familia y hay
muchos que todavía no se han enterado. Por eso la familia extiende su
revolución contratando libremente el colegio que mejor desea para sus hijos:
astronautas del nuevo mundo, portadoras de la moda con más estilo.
Desde la libertad el profesor
transmite sabiduría; preceptúa hacia los dogmas de los polos magnéticos, de la
circulación sanguínea y de las reglas de ortografía. Secunda la paternidad.
Pero si se llama totalitarismo a la precisión del cálculo infinitesimal e
intolerancia al estudio de las virtudes cardinales no se podrá enseñar. El
objetivo de la enseñanza no son los alumnos, tampoco es el profesor: ¡Es el
mundo! Mirando hacia fuera de nosotros mismos es como familia, profesores y
alumnos colaboramos en la tarea común e indirecta de enseñar...De enseñar las
verdades de la vida, con todas nuestras limitaciones y parcialidades. Son las
realidades de la realidad las que sientan las bases de la autoridad paterna y
docente; del respeto a los hijos y a los alumnos.
Si no respetamos la primacía del
derecho a los padres a enseñar no tendremos nada que enseñar porque no miramos
la realidad sino ideologías deprimidas que se visten de revolucionarias, que
ladran porque tienen miedo del hombre y de su libertad.
Un futuro familiar
El futuro de la educación está en
la familia; no hay que ser un lince para darse cuenta. Sentada esta base,
podemos decir que el futuro de la familia está en la educación. Una educación
que expanda las capacidades humanas, vertebradas y modeladas en la familia. Por
esto sólo es posible un futuro digno desde la familia y la educación.
La historia de la humanidad ha
considerado siempre que la familia es la causa por la que merece la pena vivir
y enseñar. Hoy se pone en tela de juicio esta realidad perenne. Si se pierden
los puntos cardinales reina la confusión. Si un empacho de pedante y rancio
relativismo ve a la familia como un norte superado no hay educación posible.
Podemos considerar a los pulmones
conservadores por respirar o casposos a los oídos por escuchar, pero a costa de
dejar de ser nosotros mismos. La aceptación de lo que somos es la condición
necesaria y gozosa para progresar; para progresar enseñando. Para enseñar no a
nosotros mismos, sino al cosmos. La batalla no está perdida ni lo puede estar
porque la aventura hacia ninguna parte es siempre pasajera. La vida es más
grande que nosotros mismos porque no la hemos creado. Este consustancial e
innato sentido común prevalecerá. Lo lastimoso es las pérdidas de orientación
de tantos por la falta de inteligencia y de honradez de algunos.
Cuando el Estado se equivoca la
familia puede resistir; lo ha hecho hasta ahora. Todos los tiranos del mundo
han tenido hasta la fecha un enemigo imbatible: la familia. Y esto ocurre
porque es condición humana. Cada época debe renovar esta verdad de la historia
con creatividad y riesgo. Hoy, el asociacionismo familiar es ya una realidad
que está plantando cara a estructuras de poder poderosas pero con pies de
barro. Un asociacionismo justo pues sólo quiere lo que es suyo: la inalienable
entidad familiar y su derecho a la libre educación de sus hijos para crear un
futuro de libertad.
Tuesday, August 08, 2017
Cultivar la personalidad
Un buen ejercicio para mejorar
el carácter puede ser este: escriba en un folio cómo es usted; cuáles son sus
puntos fuertes y sus puntos débiles. Una vez que haya concluido, imagínese que
eso lo ha escrito de sí mismo un buen amigo... ¿Qué soluciones concretas le
aportaría a esa persona estimada? Una vez formuladas, enfréntese con ellas de
vez en cuando. Quizás puede leer ese papel una vez al mes y, si le parece
oportuno, hacer algunas correcciones.
CONOCIMIENTO PROPIO
Los altibajos
diarios, nuestras pequeñas o no tan pequeñas batallas cotidianas nos
enriquecen, pero también nos pueden envolver en su vorágine. Nos hacen falta
criterios claros, pensados con cabeza y serenidad, para afrontar con mayor
acierto cada jornada.. Lógicamente es muy importante saber aconsejarse de
personas –pocas- que nos conocen y merecen nuestra confianza. Ellas pueden
vernos desde un ángulo insospechado para nosotros mismos.
Con
frecuencia no somos el que queremos ser. Es lógico que ocurra así porque el
hombre es el que es y el que puede llegar a ser. Por otra parte, nadie tiene
una perfecta autoconciencia de sí mismo. Necesitamos de la realidad y
especialmente de nuestros semejantes para crecer en personalidad y madurez.
Nadie, por mucho que se empeñe, es un verso suelto.
Cualquier
persona mínimamente responsable lleva la cuenta del dinero que dispone o toma
medidas frente a una salud que se empieza a indisponer.¿Acaso no es más
importante la calidad de la propia personalidad? ¿Por qué misterioso mecanismo
podemos llegar a ser tan dejados respecto a la reforma de nuestro propio
carácter?... Se trata del más noble y saludable de los ejercicios para nuestra
vida. Se confundiría de plano aquél que estableciera estos retos por pura
autoperfección.
La persona
humana sólo mejora cuando sabe vivir respecto a sus gozos y obligaciones
familiares, laborales o sociales. De ningún modo la mejora del carácter es un
ejercicio agobiante y tedioso de autoanálisis. Pero sí son precisas dosis de
reflexión para vivir y ayudar a vivir mejor, de un modo más humano y digno.
Esta tarea
deportiva y moral requiere de hábitos saludables, de valores y virtudes que
consoliden, poco a poco, la expansión de nuestras mejores capacidades para
vivir y convivir.
VIRTUDES HUMANAS Y PERSONALIDAD
Si
caminamos y no notamos nuestras piernas es buena señal; pero, si al andar nos
duele una rodilla, la cosa cambia. Cuando en el transcurrir de la vida los días
pasan raudos y fecundos, repletos de sencillez, la existencia se cuaja de sentido
sin darnos mucha cuenta. Pero si nos notamos demasiado a nosotros mismos –no me
refiero a estados de enfermedad- nuestro
modo de vivir puede estar mal enfocado.
Todos
sabemos que el tipo cenizo suele ser insufrible pero tal vez no reparamos en
que el quejicoso, en ocasiones, podemos ser nosotros mismos. Superar estados de
ánimo negativos requiere una conducta virtuosa. Al pensar en las virtudes
humanas no quisiera referirme a las de “temperamentos fuertes” como el de una
Agustina de Aragón, con toda mi admiración a tan ilustre señora. Más bien,
quisiera recordar a personas que saben sonreírle a la vida sin esperar a que la
vida les sonría a ellos. Rostros amables que esconden en la mirada una ilusión
sencilla, discreta y profunda.
Recuerdo la primera vez que acudí al claustro de un conocido Instituto de enseñanza madrileña. Había muchas personas y el espectáculo era intensamente tedioso. Se estaban dando lectura a unas aburridísimas actas de cierta reunión anterior sobre cuestiones burocráticas que a mí, y sospecho que a muchos más, nos importaban un comino. Tras un buen rato, mi única esperanza era salir de allí cuanto antes. La lectora continuaba hablando con su monocorde tono gris. En un momento determinado citó a una tal señorita Paloma. En ese preciso instante un profesor veterano se levantó de la silla y exclamó en voz alRecuerdo la primera vez que acudí al claustro de un conocido Instituto de enseñanza madrileñata: ”¡Quiero que conste en acta que yo amo a la señorita Paloma; la amo!” La carcajada general inundó la sala como un río de humanidad. La estancia se transformó y nuestros rostros se iluminaron. Aquel viejo profesor, padre de familia ejemplar pero tremendamente guasón, nos había puesto en disposición de compartir fraternalmente unas multitudinarias cervezas; lástima que no llegaran.
Recuerdo la primera vez que acudí al claustro de un conocido Instituto de enseñanza madrileña. Había muchas personas y el espectáculo era intensamente tedioso. Se estaban dando lectura a unas aburridísimas actas de cierta reunión anterior sobre cuestiones burocráticas que a mí, y sospecho que a muchos más, nos importaban un comino. Tras un buen rato, mi única esperanza era salir de allí cuanto antes. La lectora continuaba hablando con su monocorde tono gris. En un momento determinado citó a una tal señorita Paloma. En ese preciso instante un profesor veterano se levantó de la silla y exclamó en voz alRecuerdo la primera vez que acudí al claustro de un conocido Instituto de enseñanza madrileñata: ”¡Quiero que conste en acta que yo amo a la señorita Paloma; la amo!” La carcajada general inundó la sala como un río de humanidad. La estancia se transformó y nuestros rostros se iluminaron. Aquel viejo profesor, padre de familia ejemplar pero tremendamente guasón, nos había puesto en disposición de compartir fraternalmente unas multitudinarias cervezas; lástima que no llegaran.
La cordialidad propia de aquel
profesor era muy suya. Pero detrás de cada actuación, humanamente atractiva, se
manifiesta el empleo de las virtudes.
EL CARÁCTER
Antes de proseguir quisiera
establecer una distinción entre temperamento y carácter. El temperamento es
fruto de nuestra genética y de nuestros condicionantes. El carácter es lo que
libremente hacemos con nuestro temperamento; por esto cabe en él la virtud.
No es fácil
decir algo nuevo sobre las cuatro virtudes cardinales, pero podemos recordarlas
en un rápido bosquejo. La prudencia supone realismo, estar atentos a la vida y
no en babia. Una consecuencia práctica, entre miles, es el consejo que afirma:
”ya que tenemos dos orejas y una boca conviene escuchar el doble de lo que se
habla”.
La justicia
nos encara ante nuestras responsabilidades con los demás; especialmente el
servicio que les debemos por razones familiares, laborales o, simplemente
humanitarias.
La fortaleza
supone mantener el rumbo en cuestiones valiosas que pueden tornarse arduas. Es
aquí donde podemos ver si tenemos suficiente
peso interior para no acabar desarbolados por las ventoleras de frío o de calor
que desaliñan los días, pero pueden templar el carácter.
La templanza
es el indispensable ejercicio interior para mantener en forma el espíritu.
Intentar controlar racionalmente nuestros apetitos físicos es fuente de
seguridad y de autoestima. No se puede correr el Tour de Francia si no se sabe
montar en bicicleta; ni echar una carrera a nado si no se consigue flotar. Sin
embargo, quizás porque no somos capaces de vivir con la suficiente
deportividad, puede faltarnos la motivación y la diligencia necesaria para
forjar un carácter enterizo.
VIRTUDES MISTERIOSAS PERO
CERCANAS
Existen otro
tipo de virtudes relacionadas con las cardinales a las que me quisiera referir.
Tanto en las cardinales como en las que ahora paso a exponer recuerdo algunas
ideas del pensador alemán Joseph Piepper de su libro Las virtudes
fundamentales.
Vamos
a 100 kilómetros por segundo alrededor
del sol, en una gigantesca bola azulada, sin despeinarnos. Estamos
constituidos por un ADN del que se han
empezado a saber cosas desde hace pocas décadas. No es necesario un frío muy
intenso para que el común de los mortales se vea afectado por un catarro; ni un
calor extenuante para sufrir una insolación.
Traigo estas
frases a cuento de que no parece muy serio darnos una excesiva importancia. La
libertad humana es un don irrenunciable; pero otra cosa muy distinta es
inflarla y desarraigarla de los límites y precariedades de la vida hasta llegar
a resultados ridículos y, en ocasiones, penosos. La libertad no es un fin para
sí misma y, como el dinero, hay que saber invertirla en bienes.
Confiar
parece una opción razonable, dentro de unos márgenes amplios. No es
absolutamente imposible que mi abuela me envenene con una sopa, ni que me caiga
un tiesto en la cabeza cuando paseo por la calle, pero si sigo por estos
derroteros mentales acabaré probablemente en un manicomio.
Realmente los
timos y robos están a la orden del día, pero las ayudas y servicios están a la
orden de los minutos. La propia vida es un riesgo y me parece que somos mayoría
los que consideramos que es un riesgo que merece la pena correr. El hombre no
está llamado a hacer cosas posibles sino a realizar ciertos imposibles.
Pondré algún ejemplo:
vivir la fidelidad matrimonial hasta la muerte; desterrar toda forma de odio de
nuestros corazones; llegar a la fecha de jubilosa jubilación después de
cuarenta años de profesor de enseñanza media. Estas auténticas hazañas, entre
muchas otras, van más allá de nuestras propias fuerzas y, sin embargo, las
hemos visto hechas realidad en muchos de nuestros semejantes.
Desde olimpos
lejanos, o quizás muy cercanos, surgen oportunos vientos que ayudan eficazmente
a la travesía de nuestra vida por el gran mar del mundo. Para llegar al final,
donde unos auguran cataratas negras y otros divisan claras riberas, tal vez
haya que pasar por alguna de esas desagradables cataratas para arrivar a
aquellos lugares luminosos. Conviene tener fe; sin confiar no podríamos ser
humanos.
ESPERANZA, BENEVOLENCIA, JUSTICIA
El presente es
el punto de encuentro entre el tiempo y la eternidad, decía C.S. Lewis, el
autor de las famosas Crónicas de Narnia. Sacarle provecho al ahora,
venga como venga, es sabiduría. También lo es esperar: el gordo de la lotería,
un trabajo mejor, o la anhelada media naranja. Una persona necesita de la
esperanza para no desfigurar su espíritu; pero, en ocasiones, no es fácil
esperar.
Tener
esperanza debe ser algo razonable. Estar esperanzado requiere tener ya una
prenda de lo que se espera. La esperanza en la vida nace de aceptar nuestra
situación, sea cual sea, como consecuencia de tener un motivo suficientemente
profundo y verdadero para sacar adelante nuestra biografía. Tal motivo puede
ser mucho más asequible de lo que pensamos. Pienso que se vincula con
realidades sencillas, cercanas, que al asumirlas –quizás sin mucho entusiasmo-
contribuyen a hacernos mejores personas. Una persona con esperanza es
atractiva; infunde deseos de vivir.
Salir a
la calle y ver a la gente “cada vez más guapa” –como decía un sabio alegre- no
es tanto cuestión de agudeza visual como de luz. Saber querer, saber afirmar la
vida personal de los demás, no es siempre fácil; incluso, puede ser muy
difícil. Después de todo, la vida tiene mucho que ver con aguantarnos unos a
otros; pero esta recia madera puede convertirse en un peso frío e inútil o en
una magnífica hoguera, en torno a la que se sitúa la familia y la amistad. La
mayor parte del éxito está en encontrar la cerilla adecuada. No suele estar
lejos de nosotros, pero puede hallarse olvidada o mojada; y no por esto es
irrecuperable.
La
benevolencia es el más hermoso de los dones; pero tiene que estar sopesada en
la balanza de la justicia. Sin justicia la benevolencia puede caerse de lado
haciendo el ridículo. Algo similar o peor puede ocurrirle a la justicia si en
un plato tiene afrentas y en el otro venganza. Es entonces cuando la humanidad
de la balanza se parte en dos. Pero en caso de cierto desequilibrio, personalmente
preferiría la inclinación a la benevolencia.
La luminosidad hace cambiar
completamente la perspectiva de los paisajes. Suelen alternarse periodos de
claridad y de oscuridad, más o menos intensas. Pero siempre, por encima de las
nubes o a la espalda del planeta, está el sol. Saber de la existencia de esa
luz -que no es propia- y actuar en consecuencia, cuando se siente o cuando se
oculta, supone encontrar el misterio que hace germinar la vida propia y la de
los demás.
Monday, August 07, 2017
Conocimiento de la verdad
Nuestro ámbito de movimiento
diario no parece contener demasiados secretos. Sin embargo, si una mágica
fuerza nos elevara por encima de la atmósfera y nos sacara del sistema solar
veríamos nuestra casa, incluso nuestro lugar de trabajo, con una morriña
gallega. Si otra fuerza contraria, no menos enigmática, nos hiciera minúsculos
y nos introdujera en las agobiantes angosturas del mundo subatómico
apreciaríamos muy de veras la “enorme” habitación en la que descansamos por la
noche. Estas fuerzas antagónicas convergen en nuestra inteligencia, es decir:
en la posibilidad que tenemos de ponernos en el lugar de la realidad. Sólo
cuando encontramos un sentido del universo podemos estar bien con nosotros
mismos. Necesitamos mirar a las estrellas de vez en cuando, aunque resulte más
apremiante arreglar el lavaplatos.
El mundo que nos rodea
La reflexión sobre el inalcanzable sendero de la historia o el misterio
del cosmos y de la propia vida es el caldo de cultivo adecuado para buscar la
verdad. Sin enigmas que resolver no hay verdades que buscar. Ciertamente la
pericia de un electricista, la buena mano de un cocinero o el regate certero de
un buen jugador de fútbol ofrecen una gran satisfacción, sin necesidad de
suponer un poderoso reto intelectual. Es más: sin estas destrezas físicas
podríamos acabar en babia o en locura. ¿En que quedamos entonces?...Las
fantásticas habilidades domésticas, profesionales o deportivas pueden agostarse
o desaparecer por el peso de la rutina o de los años. Una buena interpretación
del mundo es el marco adecuado para renovar nuestras mejores capacidades,
aunque sean discretas como un pase preciso que hace posible el gol.
El encontrarse a gusto con el mundo,
a diferencia de lo que le ocurre a un alegre jilguero, no puede eludir el
ejercicio de la razón. Dejar la inteligencia destartalada en el cajón de los
trastos viejos es como salir de un submarino a cien metros de profundidad sin
bombonas de oxígeno. El asombro ante el mundo no es sólo la admiración por una
mujer especialmente bella sino también el pasmo ante realidades duras que hay
que afrontar. La casa en la que de niño fui feliz con mi familia puede ser que
un día tenga que dejarla completamente vacía, para venderla. Los hay, y parece
que son muchos, que no tienen ni casa. La clave de bóveda está en encontrar el
ángulo que une el enamoramiento respecto de la persona amada con la pérdida del
inmueble inolvidable. Y esa arquitectura se encuadra en la cruz; sin ella se
viene abajo el amor y el hogar, el suelo de la vida.
Empecemos por el principio, que
puede ser también el final: Arriba, abajo, derecha, izquierda...Las cosas me
llaman la atención porque son verdaderas. Sólo quien está loco, o actúa como un
egoísta de competición, considera que su interés es fuente de veracidad del
mundo. Lo duro de esta reflexión es que ninguno somos inmunes a esta locura o a
este egoísmo, en mayor o menor grado. Por este motivo el conocimiento de la
verdad va parejo con el ejercicio de la honradez. Conocer la verdad de las
cosas, ponerlas cada una en su lugar, es costoso con frecuencia.
Si la verdad no nos hace libres la libertad no puede hacernos
verdaderos. Tener dos pulmones y un corazón no es una carga, sino una
naturaleza con la que puedo cargar las cosas de la vida. Precisamente la verdad
de la naturaleza propia es la que tengo que cuidar para ser racional, libre y feliz.
Abrir la mente
Desde hace siglos el razonamiento científico experimental ha resultado
mucho más ventajoso que el especulativo: los conocimientos médicos y
tecnológicos son un ejemplo de eficacia abrumadora. Estos factores han llevado
a un cierto cansancio respecto a la reflexión teórica del mundo.
Sin embargo no es menos cierto que actualmente están en crisis valores
tan importantes cómo la dignidad de toda vida humana y el sentido de la
familia. Nos damos cuenta de que muchas nociones, antes comúnmente admitidas,
son ahora objeto de polémica. Por todo esto es importante recuperar e innovar
ideas de vital importancia sobre la realidad y la sociedad que han sido fruto
de innumerables esfuerzos a lo largo de la historia. El mundo actual ha
mejorado en muchos aspectos pero en otros tenemos que reaprender a vivir de un
modo más humano. El camino de la más genuina Filosofía, como la de Sócrates, ha
sido siempre el de abrir la mente a la realidad y hablar sin miedo con lógica y
honradez.
Vamos a poner algunos ejemplos: a) El alma humana no es solo una
consideración religiosa. Se trata de una noción filosófica y biológica: un
principio motor de vida, una evidente estrategia de crecimiento; una “hoja de
ruta del ser vivo” que en el caso del hombre tiene posibilidades racionales.
b) La inmaterialidad del conocimiento
intelectual no es un asunto medieval: Puedo pensar en un incendio sin que me
arda la cabeza o reflexionar sobre los esquimales sin sentir frío. c) La ley
natural no es algo superado, pueden creerme: tomen una tarta con precaución y
estámpensela sin saña a un viandante europeo. Posteriormente vuelen a Tanzania
y repitan la operación con un aborigen. En ambos casos tendrán muchas
probabilidades de acabar con un ojo morado, si bien también será golpeado el
cansino relativismo que nos invade.
Ampliar el mundo
Se ha hecho
popular la expresión “es lo que hay” para afrontar con sereno realismo el día a
día. Ahora bien... ¿Qué es lo que hay? Si pensamos un poco nos damos cuenta de cosas fantásticas:
Nuestro nombre y apellidos son la vanguardia de un linaje milenario. El latoso
teléfono móvil que usamos es una de las muchas consecuencias de la historia de
la investigación humana. Las venas de mi peludo brazo me hermanan con algún
simpático y allegado Cro Magnon. Hoy estamos trenzados con un pasado remoto;
convendría tenerlo más en cuenta. El tiempo es una paradójica realidad donde se
entrelaza el pasado, el presente y el futuro en la propia vida personal. El
presente, decía Lewis, es el punto de encuentro entre el tiempo y la eternidad.
Tenemos más posibilidades de
las que parece a primera vista: Cada persona es capaz de ponerse en el lugar
del otro; por eso cada hombre representa a la humanidad. Siempre recordaré un
periódico en el que aparecía la cara de gran alegría de varios bomberos cuando
sacaban viva a una chiquilla, entre los escombros de un terremoto. Esa
capacidad de comprender la realidad, especialmente a sus semejantes, es lo que
lleva afirmar a Spaemann que el ser humano es un símbolo del absoluto. Estamos
“conectados en red” no solo con toda la historia sino con el más allá que
trasciende la historia, cuya claridad está en este mundo como la luz en un
lago, sustentándolo en su ser. Caer en la cuenta de esto supone una
revalorización inmensa de nuestra vida concreta. Cada persona es única e
irrepetible, pero esa individualidad se enriquece inmensamente si es capaz de
darse más y más cuenta de muchos e importantes factores que hacen posible su
existencia.
Gestionar lo que elegimos es
importante; pero sacar el máximo partido a lo que nos toca es también de mucho
interés. Se puede soñar con la realidad y aumentar en un realismo optimista.
Del encuadre que hagamos de lo que nos ocurre depende mucho la veracidad de
nuestra biografía.
Los argumentos de autoridad
Si un astronauta en un paseo
espacial encuentra una botella ingrávida que contiene un mensaje no podría sobreponerse
a la curiosidad y la abriría inmediatamente. Si ese mensaje fuera el trozo de
un mapa del universo la cosa se pondría muy interesante, aunque se tratara de
la broma de un marciano. Si otro astronauta, en distinta misión galáctica,
encontrara una nueva botella ingrávida con otro mapa cósmico complementario al
encontrado anteriormente por su colega, las misiones espaciales se convertirían
en una fabulosa versión del juego de la búsqueda del tesoro. Podrían tratarse
de mensajes falsos, pero su contenido sería portada en todos los medios de
comunicación. Desde luego si tuvieran un mínimo de rigor comenzarían a ser
tenidos en cuenta por la comunidad científica.
Desde hace mucho tiempo sabemos que
la tierra no es el centro del universo y que nuestra galaxia es una entre
miles. Desde hace más tiempo todavía conocemos que sabemos muy poco, aunque
cada vez sepamos más cosas. Sin embargo, los argumentos de autoridad tienen hoy
poca acogida en la opinión pública, salvo que se refieran a la salud o al dinero.
Ciertamente si una conversación o un debate que se redujera a espetar
argumentos de autoridad sería insufrible; pero de ahí a negar cualquier tipo de
argumento de autoridad sobre el sentido del mundo y de la moral hay un abismo.
Por esa grieta profunda se despeñan muchos de nuestros contemporáneos. A
algunos les parece que dejarse ayudar por quien sabe más es una falta de
personalidad; sin embargo se trata de una falta de inteligencia. Pretenden
saltar de una azotea a otra como el personaje de Neo en la película de Matrix;
pero la realidad no es matrix y el tortazo es de mucho cuidado.
Si alguna institución o personalidad
histórica nos traza un planteamiento del sentido de la vida de probada virtud
es de locos no examinarlo con detenimiento. La autoridad verdadera potencia la
verdadera libertad. Nuestro mundo occidental ha enloquecido de desconfianza
respecto a los argumentos de autoridad. Ante realidades que engloban un
misterio insondable muchos parecen insonorizan los oídos y cegar los ojos. Por
esto es bueno recordar que sin autoridad no hay autor, ni trazas, ni sendero,
ni designios: La racionalidad humana se convierte en una botella insignificante
que se extravía en el espacio.
Con la verdad y el mundo por montera
Las atrocidades de Aüschwitz y de
Katin son verdad, pero no son toda la verdad. El espíritu humano está hecho a
prueba de bomba. Por otra parte, el impulso de vida que configura el fabuloso
conjunto de verdades del universo tiene una consistencia entitativa de una
intensidad insondable. La Luz de la luz no es captada por nuestros sentidos;
pero esto se debe a su excesiva fuerza, no a su debilidad. Sin embargo, la
inteligencia humana puede ir más allá de los sentidos corporales y apelar al
sentido común que tiene mucho que ver con la humildad intelectual. Desde esta
situación podemos encontrar la sencilla verdad de nuestra vida, con sus penas y
alegrías. Esta vereda llega a resultar paradójica cuando se entiende que es la
verdad la que nos busca a cada uno. Puede que, en ocasiones, queramos huir de
ella, pero será porque hemos desdibujado sus facciones. La verdad es siempre
esperanzadora porque nos trae consigo la paz y la felicidad.
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