Sunday, July 23, 2017

La frágil fortaleza de la amistad


La amistad es un lujo paradójico. En principio, un hombre podría vivir sin amigos encerrado en una esfera de necesidades cubiertas, pero sin embargo jamás podría ser feliz. Suelen hacerse múltiples alabanzas líricas de la amistad, aunque quizás la amistad consista en una relación bastante fácil y descomprometida. A fin de cuentas, un amigo puede dejarme más o menos de lado cuando le plazca, así como yo a él. No existen contratos de amistad ni relaciones de estricta justicia, en principio, entre los amigos. Lógicamente el egoísta no encontrará muchas amistades, salvo las que coincidan con su estrecha franja de intereses. Aunque las amistades puramente interesadas suelen ser poco interesantes.

Una vez pregunte a un alumno, con idea de hacerle ver el gran valor de la amistad en los casos de necesidad, que a quién llamaría sí su casa fuera presa de un incendio. Me contestó que a los bomberos, con un sentido común rotundo que apagó la llama de mi argumento. En otra ocasión, ponderamos en clase la comparación que hace Lewis entre la relación de amistad y la amorosa. Para el escritor inglés los enamorados se miran uno a otro, mientras que los amigos miran juntos a un objetivo común. Algún chaval dijo entonces que la amistad era una relación " más eterna". Enardecido por aquella reflexión yo pregunté a otro: si tuvieras que elegir entre un amigo o una mujer a quién elegirías. Sin pestañear contestó: a la mujer.

Todos los intentos de sublimar en exceso la amistad, caen en el saco roto de las necesidades y recortes de la vida práctica. Aunque llega el momento del deporte, del entretenimiento o del festejo, y se hace conveniente la presencia de los amigos. Visto así parece como si la amistad supusiera un plus vital, una relación para los momentos apacibles de la vida. Sin embargo, cualquier persona con un mínimo de corazón se percata de que esta visión burguesa de la amistad es bastante pobre. Las amistades que perduran están hechas de compartir aficiones, ideas, risas y sufrimientos. En el corazón de la amistad está el deseo de que el amigo llegue a colmar de plenitud su vida, de que le vaya bien por su camino, y que este sea un camino bueno. Los amigos de verdad han hecho de la verdad el fundamento de su amistad. Por este motivo quieren lo mejor para el otro.

Un buen amigo me dijo que no había que tener pocos amigos y buenos, sino muchos y malos. Lo que me quería decir es que hay que tener el corazón grande y tener amigos en muchos sitios. La gente con bastantes amigos es la que sabe querer, la que encuentra en la amistad una satisfacción suficiente en sí misma. Tener amigos supone también ofrecer valores que comprometen, iniciativas que aglutinen fuerzas para proyectos diversos, de mayor o menor relevancia social. La cultura también forma parte de la amistad. No estoy hablando de museos, en los que disfruto, sino de tener ideas profundas y sensatas sobre la realidad que aporten reflexiones valiosas sobre el modo de encauzar los problemas. En definitiva, tener una personalidad bien formada es clave para fomentar las amistades.

Saber escuchar, actividad nobilísima porque requiere sobre todo del corazón, es otra condición para la amistad. Conviene procurar entender los problemas del amigo, pequeños y grandes, interesantes o ridículos. No cansarse de escuchar porque cada día, pese a su aparente monotonía, se renueva el asombroso ciclo de la vida y de las relaciones personales. Sin embargo, la amistad no se sostiene en el tiempo tan sólo con una visión optimista del mundo y de la naturaleza humana. Hace falta obtener luces nuevas y perspectivas profundas de la propia realidad y la de nuestros amigos.

Saber perdonar: tener el corazón grande para adelantarse en solucionar un desencuentro, un conjunto de meteduras de pata de unos y otros. Qué importante es adquirir esa deportividad en la amistad. Muchos otros aspectos se podrían destacar en una relación tan antigua y gratificante como la amistad. Una relación que pese a su poco rendimiento económico o comercial, sigue siendo un baluarte defendido hasta por tipos de mala calaña.

La amistad es tan frágil y profunda como la vida misma. La amistad nos excede y nos introduce en una relación cuyas raíces y frutos van mucho más allá de nuestra mirada.  Sí el universo es un verso, sobre él recae una mirada; una mirada sobre nosotros, que busca nuestra amistad. Dos amigos se aprecian más cuando son conscientes de que existe una amistad mucho más grande que intenta ser amiga de ambos. Esta amistad nos introduce, con su factor divino, en la relación con todas las personas, con sus grandezas y pequeñeces, con sus noblezas y miserias. Por todo esto, la relación con cada amigo es frágil y grandiosa, porque se puede romper y no es para tanto, o porque nunca se romperá  y durará eternamente.


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