Friday, February 24, 2023

La vocacionalidad humana.


Tenemos ojos para ver y piernas para andar. También poseemos una profunda capacidad de ser felices, que en ocasiones satisfacemos. De momento nadie reivindica su deseo de andar con los ojos y de ver con las piernas; sin embargo, no es infrecuente que haya quienes buscan la felicidad donde no está. Partimos de un modo de ser humano, que en gran medida nos viene dado. Si nos tiramos por un barranco no flotaremos en el aire, y si nunca echamos a volar nuestras ilusiones, nos quedaremos en el páramo de la tristeza. Tenemos que aceptarnos como somos, para desarrollar nuestras facultades.

Puede ser duro asimilar una enfermedad o una incapacidad permanente, pero lo más dramático es pensar que es imposible que mi vida tenga un sentido que merezca la pena. Ser feliz no consiste solo en sentirse bien, sino en saberse profundamente querido y en aprender a querer a los demás, con madurez, realismo y alegría. Para avanzar por esta meta atractiva y exigente, necesito encontrar una misión en mi existencia: un fin que no depende solo de mí mismo, aunque me hace ser más libre.

El sentido vocacional de la propia vida es lo único que da una respuesta satisfactoria a un proyecto personal; y la vocación es antes una llamada que una elección. La vocacionalidad configura toda nuestra persona. Esta llamada de la vida, nos hace entender que una existencia basada exclusivamente en la autonomía personal es un error tan grave como un planteamiento que anulara la libertad. La “tercera dimensión” de nuestra biografía, la que nos da auténtico relieve y proyección, viene en parte de fuera de nosotros mismos. Solo teniendo esto en cuenta sabremos entendernos, porque solo así nos abrimos a una realidad mucho más grande que nuestras previsiones. Así comprenderemos a nuestros semejantes y compartiremos con ellos el carácter familiar y social que nos hace entrañablemente humanos.


José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, February 19, 2023

El timón del pensamiento positivo.

Hay lugares y tiempos que nos llenan de gozo; otras veces no ocurre así. La realidad a la que pertenecemos es distinta y complementaria a nosotros; por esto es importante estar atentos a lo que nos toca vivir, sea de nuestro gusto o no.

Cuando procuramos hacernos una idea agradable y positiva de una situación, podemos vivirla con mayor provecho. Hemos de tener en cuenta que el sentimiento no conoce, sino que es una especie de filtro por el que experimentamos las cosas que nos suceden. Si queremos tener protagonismo sobre nuestra vida y ejercer más plenamente nuestra libertad, hemos de tener pensamientos adecuados, que corrijan o reorienten nuestros sentimientos. Puede haber situaciones especialmente duras, difíciles de sobrellevar; pero muchas otras veces el tedio o la tristeza son consecuencia de la falta de una visión intelectual positiva de lo que hacemos, sostenida por un hábito de decisiones de la voluntad.

Con frecuencia, no siempre, las dificultades que nos apesadumbran nacen de un error de interpretación de lo que sucede. Si nos decidimos a tomar con energía el timón de nuestros pensamientos, orientándolos a un buen norte, será mucho más fácil resistir el oleaje y los aguaceros de desánimos y contratiempos. Para esto hay que formarse, estudiar la naturaleza de las cosas, fortalecer la voluntad, reírse un poco de uno mismo y dejarse ayudar por quien merezca nuestra confianza. Desde luego, no se trata de adquirir un optimismo ramplón que no tenga en cuenta los problemas ni los propios errores personales, sino de adquirir una mentalidad abierta a la grandeza del conjunto de la existencia y a la esperanza de vivirla mejor.

Ejercitar una visión positiva de la vida, pese a sus problemas, requiere un esfuerzo continuado, pero tiene un enorme valor porque una idea realista y animante de las cosas es la que nos hace más eficaces y más felices.


José Ignacio Moreno Iturralde