Wednesday, November 08, 2023

Ensayo breve sobre la felicidad.

 


Os presento un breve y nuevo ensayo sobre la felicidad. Por si veis de interés darlo a conocer. Gracias: https://www.amazon.es/dp/B0CLZ56VM8

Monday, October 09, 2023

Mirar a Dios

Un amigo me dijo una vez: “mira que te mira Dios, mira que te está mirando”. El ripio me cayó simpático y animante porque siempre me han enseñado que Dios es un Padre bueno.

Mirar a Dios tiene algo de misterio: Él no es una montaña, ni un río, ni tampoco el conjunto del universo. ¿Cómo podemos mirar entonces a alguien que ni siquiera vemos?... Pongamos algunos ejemplos: no vemos las leyes de la naturaleza, sino sus manifestaciones. Tampoco vemos la luz, estrictamente hablando, pero gracias a ella vemos todo lo demás. Si observamos una película gracias a un proyector, éste no está dentro de la pantalla, pero posibilita su emisión. Cuando vivimos la novela del mundo, como dice Chesterton, podemos encontrarnos con su autor. Sería una mirada de muy corto alcance afirmar que solo existe lo que se ve.

Mirar a Dios significa querer hacer su Voluntad, entender nuestra vida como un camino que, pese a sus dificultades, tiene todas las papeletas para culminar en una victoria definitiva. Esta mirada supone vivir la vida con más sentido, con esperanza, porque aspiramos a algo grandioso que está más allá de la muerte. Es lógico querer conseguir éxitos y logros en el mundo; y muchas veces es estupendo. Pero no es menos cierto que cuando nos miramos excesivamente a nosotros mismos, surge un ridículo orgullo o la tristeza que se experimenta al palpar nuestras múltiples limitaciones.

Mirar a Dios es devolver la mirada a quien nos mira; es encontrar nuestra más genuina fuente de identidad, que promueve la libertad personal empleada en saber querer. Dicen que amar es como decir “es bueno que existas”. La existencia de Dios nos revela el sentido de la nuestra: somos sostenidos en el ser y profundamente queridos.

Los horrores del mundo nacen de los límites de la naturaleza y del mal uso de la libertad humana. El mal surge al cortar nuestra relación con Dios, que nos une a los demás. El error moral está en querer hacer la propia voluntad en contra del providencial camino que Dios nos ha dispuesto, a veces difícil de entender. El sendero divino no coarta nuestra libertad, sino que la lleva a buen puerto. El cristianismo identifica tal camino con el propio Dios hecho hombre, con Jesucristo. Él es el camino donde nos mira y conoce.

Por esto, cuando miramos a Dios, cuando seguimos sus pasos, surge la alegría, divisamos nuestra estrella, comprendemos nuestra sencilla vida personal íntimamente relacionada con la de todos los hombres. Y aunque tengamos debilidades, aparece la paz interior que surge de la verdad y la visión más profunda del ser humano: somos imagen y semejanza de Dios.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, September 23, 2023

Aristóteles hoy: género y generación.


Actualmente, diversas investigaciones sociológicas nos insisten en que el género es algo cultural, siendo el sexo algo biológico. Permítanme no estar del todo de acuerdo: por su cumpleaños yo no regalaría a mi padre un ramo de rosas, ni a mi madre una maquinilla de afeitar. Sospecho que, tras estas tradiciones culturales, en parte variables, hay una nítida conexión con la naturaleza.

Cuando Aristóteles hablaba de los géneros, entendía lo que es común a una serie de seres similares. Tales seres se dividían según diferencias específicas. Por ejemplo, si hablo de frutas puedo distinguir entre las naranjas y las piñas. Pero si se pusiera de moda decir que las piñas y las naranjas son lo mismo, se empobrecería no solo mi conocimiento de ambas, sino también el del género frutal. Con otro ejemplo puedo afirmar que sé mejor lo que es el ajedrez, cuando distingo entre las capacidades de cada una de sus piezas.

Con absoluto respeto a la dignidad de todas las personas, si el sexo femenino y el masculino son irrelevantes e intercambiables, la experiencia del género humano no se enriquece, sino que queda ensombrecida. Voy a intentar demostrar por qué: un género de seres vivos se debe a su generación, a su fascinante capacidad de transmitir la vida a sus descendientes; es decir, de dar fruto. Tal generación se basa en la procreación, posibilitada naturalmente por la distinción femenina y masculina. Suprimir esta originaria diferencia específica, no solo distorsiona las ideas de maternidad, paternidad y filiación; sino que además pone en jaque nuestra misma supervivencia como especie.

Una realidad que se imponga al sujeto humano de un modo tiránico, sin tener en cuenta nuestro modo de ser libre, es rechazable. Pero una subjetividad personal que se enfrente frontalmente a la realidad, supone una falta de sensatez que trae duras consecuencias para la vida de las personas y de las sociedades.

Puede ser que Aristóteles no guste a todo el mundo, pero entonces debe ser superado por alguien de mayor sentido común; un sentido enormemente eficaz en nuestra vida.


José Ignacio Moreno Iturralde

Thursday, September 21, 2023

El embrión humano: datos.


* 6º o 7º día: envía un mensaje químico que suspende el ciclo menstrual de la madre.

* Un mes: mide 4 milímetros y medio. Su corazón late desde hace una semana.

*60 días: mide 3 cm de la cabeza a las posaderas. Tiene manos, pies , cabeza. Órganos, cerebro.

* Dos meses: ya funciona su sistema nervioso

* Cuatro meses: se agita vivamente.

* Cinco meses: se chupa el dedo.

El que se consideraba una mórula informa llega a ser un ser humano. No ocurriría nada igual si se hubiera tratado de un conjunto de órganos sin  más.

 

Datos aportados por el genetista Jérôme Lejeune.

Saturday, September 16, 2023

Orgullo, perdón y vida.

Algún enfado en el tráfico o en el trabajo, puede dejarnos mal cuerpo. Pero una cosa muy distinta, es cuando se produce una discusión con alguien muy valorado y querido: un familiar próximo, o un buen amigo. La otra persona ha tenido con nosotros un mal gesto, una actitud negativa, y nos ha defraudado profundamente. Entonces, queda en nosotros el amargo sabor del desengaño y el orgullo personal herido. No me refiero aquí a actos notoriamente delictivos, con consecuencias penales, sino a cosas de menos fuste, pero que pueden influir mucho en nuestro estado de ánimo.

Es la hora de intentar serenarse, de dejar pasar algunas horas o días, y de pensar; es decir: de ponerse en el lugar del otro. Quizás no solo tuvo ella o él la culpa, tal vez una parte del problema estuvo en nosotros. Utilizar la cabeza requiere también poner en funcionamiento de la perspectiva: La persona con la que nos hemos enfadado probablemente ha tenido múltiples detalles buenos con nosotros, aunque ahora nos haya fastidiado. Pienso que es importante insistir en que el sentimiento no conoce, quien lo hace es la inteligencia y es ella quien ha de dirigir nuestros pasos. De todos modos, la carga emocional experimentada puede ser tan fuerte que nos lleve a tachar esa persona de nuestra cordialidad y afecto para siempre. Tal vez consideramos ésta una actitud como señal de fortaleza y de personalidad por nuestra parte, pero la verdad es que se trata de una respuesta bastante vulgar. El rencor solo genera rencor, aislamiento y tristeza: un ambiente tóxico que estrangula la cordialidad.

Aprender a perdonar puede ser difícil; por esto, tal vez nos ayude un sabio consejo: querer querer, ya es amar en cristiano. Si nos vemos sin voluntad de perdonar, podemos al menos querer tenerla. El perdón nos hace ser más sensatos, positivos y mejores. Al fin y al cabo, querer de verdad a una persona es quererla con sus defectos, aunque en ocasiones haya que hacérselos ver con firmeza y amistad; es decir: de un modo animante. La persona corregida, debe saberse querida por quien le hace ver su error. Por otra parte, cada uno de nosotros también se ha equivocado, quizás bastantes veces. También hemos podido defraudar a otros a quienes apreciamos. Y es claro que desearíamos recibir su perdón.

Sin olvidar el valor de la justicia y de la obligación de hacer valer nuestros derechos, probablemente lo más humano que existe es la misericordia: el querer a los demás, sabiendo poner el corazón en la miseria ajena. Querer es ante todo comprender, animar, levantar. Se trata, como decía un buen amigo, de saltar por encima del propio yo para enlazar a Dios con los demás. Entonces se calma el rostro, incluso se esboza una leve sonrisa. La misericordia, que supone un cierto pisotearse a uno mismo, da vida a los demás. Su poder es discreto en apariencia y enorme en eficacia humana, porque enlaza con un misterio profundamente divino que, asombrosamente, nos pide incluso perdonar a nuestros enemigos. La misericordia, el perdón, es fuente de luz y de vida, y hace recobrar la alegría. Vencer el orgullo personal y ofrecer el perdón, no es solo un ejercicio de autodisciplina, sino un don de lo alto que hay que pedir con humildad. Entonces, descubrimos lo más nuclear de la realidad: la misericordia es de tal grandeza, que enlaza íntimamente con la vida de Dios.  


José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, September 03, 2023

El mayor título: la vocación cristiana personal.

Parece ser que Woody Allen no fue a recoger un Óscar a Hollywood, alegando que tenía que en ese momento estaba tocando el clarinete…Todo un personaje; pero a la mayoría de las personas nos encantaría recibir un premio de esa categoría. Jóvenes y mayores nos esforzamos por conseguir metas, buscamos títulos, premios y reconocimientos profesionales. Todo esto, muchas veces -no siempre-, está muy bien.

Respecto a Dios las cosas funcionan de otra manera: es Él quien nos busca y nos da su gracia divina -su ayuda- en la Iglesia, haciéndonos ser hijos suyos. Además, nos propone de un modo totalmente compatible con nuestra libertad, la posibilidad de un camino concreto personal, de una vocación. Esto requiere, por nuestra parte, fe y generosidad. Me dirijo a cristianos, pero Dios no se ata las manos con los sacramentos y actúa en toda persona de buena voluntad.

Puede sucedernos que, con el paso del tiempo, habiendo encontrado esa vocación cristiana, nos acostumbremos a ella y no le sacamos brillo. Zarzas del camino y nubes en el horizonte pretenden enturbiar ese gran don divino. Es hora de rezar más, de pedirle a la Virgen una caricia maternal en la frente, para ver claro. Y entonces, con facilidad, volvemos a divisar en nuestra vida la luz del sol por el día, y el firmamento limpio por la noche. Entonces aparecen muchas estrellas, y reconocemos la nuestra, que es una estrella de alegría. Nos damos cuenta entonces de que el mayor título con el que contamos es la vocación cristiana personal, que Dios nos ha dado por su paternal misericordia.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, September 02, 2023

Un hombre que verdaderamente triunfó.

Era un chavalillo, ilusionado por la vida, con fantásticos proyectos. La condición de sus padres, aunque modesta, le permitió conocer mundo siendo joven. Pronto llegaron los cañones de la guerra, y tuvo que ingeniárselas para sobrevivir, con admirable dignidad, en circunstancias muy peligrosas.

Siguieron tiempos de precariedad económica, de ayuda a sus familiares más queridos, y posteriormente de progreso profesional. Un amor inesperado le sacó de un mundo cotidiano, en que la mente se veía alterada, en ocasiones, por luces de bengala. Pero llegó una luz buena: el matrimonio, esa complementariedad real y con limitaciones, le hizo feliz.

Su vida fue muy normal. Solía decir que la inteligencia es poner cada cosa en su sitio, y él supo estar en el suyo. Solía sostener que cada uno no ha de aspirar a más de lo que puede, y sin embargo, consiguió superar retos difíciles. No tenía una alta autoestima, aunque fue lo mejor que un hombre puede ser: bueno y fiel. Era agradecido y estuvo donde la vida le llamaba, con sentido común y una profunda confianza en Dios. Supeditó sus ilusiones personales al bien de su familia. Aun teniendo un buen trabajo, no logró llegar a dedicarse a lo que realmente le gustaba; y, pese a esto, se realizó plenamente. Ante todo, le tocó la lotería en algo crucial: su mujer; alguien que irradiaba luces de ánimo y brisas de alegría. Supo cuidarla siempre y en la hora de la muerte. Afrontó una larga viudez, conviviendo con la tremenda dureza de la soledad, la fuerza de los sacramentos y la relación con su hijo, con quien logró una fantástica amistad.

Su carrea profesional no fue una sucesión de éxitos, pero triunfó como persona. Lo que brilla en la eternidad, pasa con frecuencia oculto en este mundo. Y él supo estar a la altura de las circunstancias: fue un buen marido y un padre estupendo. Pienso que su figura, limitada y modesta, se ve ahora engrandecida por luces divinas que nos muestran la profundidad de lo humano: el enorme valor de la vida de una persona que hizo, en lo más importante y decisivo, lo que tenía que hacer.


José Ignacio Moreno Iturralde

Thursday, August 31, 2023

El misterio de una mujer fantástica.


Ella era como una mañana clara. Si tuviera que definirla por una característica, elegiría la simpatía. Hija de familia numerosa, se había quedado huérfana de padre siendo muy niña; después pasó por una guerra civil, y por otras severas circunstancias. Nada de aquello había disminuido su arte de vivir y de trabajar. Nunca la recuerdo ociosa, y jamás melancólica. Como un pájaro que canta en un árbol, contento de ser lo que es, ella vivía la vida con un realismo y sentido práctico pasmosos. Quería a la gente, se daba a sus familiares y amigos, y era muy querida por todos los que la conocían.

Siendo su formación académica muy escasa, por circunstancias de los tiempos que le tocaron vivir, trataba con igual naturalidad a potentados y a modestos, y se diría que estaba a gusto con todos. Esto era compatible con tener un carácter acusado y un genio que podía estallar ante alguna falta de respeto, aunque esto ocurría muy de tarde en tarde.

Y así pasaron sus días, animando a los demás, tirando hacia arriba de todos. Muchas veces he pensado en su aceptación de la vida de ama de casa, esposa y madre. Pienso que ella ni se lo planteaba, y si le hablara de aceptación probablemente se echaría a reír. Tal era su salud mental.

Era profundamente cristiana y fiel a sus compromisos. Había logrado identificar en su vida una profunda fe católica con un fantástico sentido de la libertad personal. Transmitía que la vida es bonita, que la familia merece la pena y que Dios existe.

Siempre estuvo disponible para afrontar los retos de la vida, y supo hacerlo con valentía y decisión. Los rigores de una larga enfermedad no minaron su alegría de vivir y su continuo pensar en los demás. Afrontó su muerte con una fe inquebrantable, con la paz que dan los sacramentos y, para colmo, con un sentido del humor desarmante.

¿Cuál era el misterio de esta mujer maravillosa? … Pienso que tiene que ver con algo que iba más allá de sí misma. Por su parte, ella supo recibir la vida con gratitud y demostrarlo con obras de un modo sencillo, profundamente humano y muy atractivo.

 


José Ignacio Moreno Iturralde

Monday, August 28, 2023

La luz del núcleo personal.


Al dar un paseo por lugares que nos recuerdan cosas entrañables, uno puede tener nostalgia y cierta sensación de fracaso. Pero esto se puede cambiar radicalmente y vamos a intentar explicarlo.

Cada persona tiene sensaciones agradables o dolorosas, que pueden ser interpretadas de modos muy distintos. Un atleta, al límite de sus fuerzas, está feliz si en pocos metros va a conseguir la victoria de la carrera. Un rico almuerzo, tomado después de conocer una mala noticia familiar, puede no disfrutarse en absoluto.

También tenemos sentimientos y afectos; que podemos seguir o, por el contrario, ponerles un notorio stop. Hay amores que me hacen ser mejor persona y otros que no, y uno es capaz de distinguirlos y de tomar determinaciones al respecto.

En ocasiones surgen pensamientos, quizás aparentemente lógicos, que enrarecen nuestra mente con un pesimismo estéril. Otras veces, intenta surgir un falso optimismo mental, que elude nuestras culpas y responsabilidades. En cualquier caso, siempre podemos modificar nuestros pensamientos con realismo, veracidad y esperanza.

Observamos que en cada una y cada uno existe un núcleo personal, que es alguien que va más allá de nuestras sensaciones, afectos y pensamientos. Este centro de la persona se relaciona con el mundo a través de las citadas capacidades sensitivas, emocionales y racionales. Con inteligencia y voluntad buena nos damos cuenta de la existencia de miles de millones de semejantes; cada uno con sus inquietudes e ilusiones. Es normal velar por los propios intereses, pero es muy bueno intentar procurar el máximo bien para todo el mundo. Esto significa que cada persona está abierta a vivir una vida compartida con los demás, especialmente con nuestros seres más queridos y cercanos.

La apertura de la persona a la realidad valora todo lo bueno de la existencia, sin desconocer los problemas y calamidades que surgen. Pero siempre nos resulta animante e inspirador la vida de quienes viven ayudando a los demás con alegría. Quienes así obran, frecuentemente están abiertos a una realidad divina que compensa los desengaños que algunos puedan ocasionarnos. Esta cima de realidad se vislumbra como un Dios personal que puede ayudar a cambiar la intimidad de nuestro yo, contando con nuestra libertad.

El cristianismo nos habla de un Dios Padre cuya mirada respecto al mundo, y especialmente hacia nosotros, es positiva y animante. Su justicia es también real, pero se trata de una justicia fusionada con una inefable misericordia. Por muy desenfocada que pudiera estar nuestra existencia, la aceptación libre de realidad divina puede transformarnos de raíz, haciéndonos capaces de ser mejores. Entonces entendemos que somos seres profundamente queridos, y que con Él y con los demás nuestra vida cobra una luz maravillosa.


José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, August 27, 2023

Aprender a vivir.


En los días de cierto viento, es gozoso contemplar a los pájaros dejándose guiar por la brisa. Están en su elemento, poniendo su naturaleza en función de lo que les es propio. Más paz puede dar aún ver a unas serenas vacas, paciendo plácidamente en el campo. Sin embargo, los seres humanos somos libres y no aceptamos las situaciones sin más ni más; aunque algo podríamos aprender de pájaros y rumiantes.

Ante el espectáculo de la vida, la gratitud es en muchas ocasiones la respuesta más acertada, pero quizás no siempre la más ejercida. Tal vez se olvida que nadie ha nacido por decisión propia, y que mucha gente nos ha ido sacando adelante a lo largo de nuestra existencia.

El amor propio es un motor importante para ir superando metas, pero con frecuencia se deforma agigantándose, además de no ser un motivo suficiente en algunos repechos del camino. Por otra parte, la generosidad es fuente de felicidad, y uno de los motivos para practicarla es el sentido común: es muy probable que hayamos recibido mucho más de lo que damos.

Puede haber momentos o temporadas especialmente difíciles, que no se presten a la gratitud. De todos modos, no podemos olvidar que cuando hemos visto a alguien llevar una situación adversa con ánimo sereno y positivo, entendemos esa actitud como muy significativa e inspiradora. Entonces nos damos cuenta de que superar una dificultad supone también pensar en los demás. Si aprendemos a sobrellevar un problema, sabremos después ayudar mejor a otros.

A lo largo de la vida, no solemos recordar la primera vez que nos lavamos los dientes o que nos atamos los cordones de los zapatos. Nuestra memoria se nos va a personas a quienes queremos, o a compromisos libres e importantes que adquirimos con otros. Entre ellos destacan los familiares. Por esto hay que cuidar mucho, en la medida de lo posible, las relaciones de filiación, paternidad, maternidad, conyugalidad y fraternidad, pues son parte importante de la columna vertebral de nuestra personalidad.

Aspirar a triunfar en el trabajo y a tener dinero es algo lógico. Querer cambiar el mundo por un ideal que consideramos noble, es un proyecto estupendo. Pero lo que no tiene sentido es entrar en un activismo feroz, donde la carrera del éxito profesional actúe como un auténtico timo que arruina las relaciones con quienes más deberíamos de querer.

“Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”, decía el poeta Antonio Machado. Qué sabias y humanas son estas palabras. Saber vivir supone saber estar en el presente, agradable o desagradable. Entonces, si uno está bien consigo mismo tendrá tiempo mental para atender a los demás; lo que a su vez lleva a tener esa personal estabilidad interior. Este espíritu de sosiego, contemplativo, es fuente de virtudes para afrontar las tareas cotidianas. Sin las virtudes humanas como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, ni se puede ser feliz ni ayudar a los demás a serlo.

Ordenar la cabeza y el corazón, y ejercitarse en la virtud, es una fuente de seguridad interior que ahorra muchos problemas, y que da alegrías profundas. La propia debilidad personal y circunstancias externas molestas no son un obstáculo porque pueden suponer una interesante perspectiva para buscar la ayuda divina. Esto no es un grito en el vacío, sino una manifestación de inteligencia y de fe. La confianza en los demás, y especialmente en Dios, nos da una enorme seguridad.

Cada vida humana se mide por su capacidad de querer a los demás, fundada en un motivo que va más allá de lo humano, trasciende la muerte, da plenitud a nuestra vida, fundamenta la gratitud y nos hace estar contentos, pese a los vaivenes de los días. Ejercitarnos en esta escuela, sin venirnos abajo por nuestras limitaciones, es un modo estupendo de aprender a vivir y de ayudar a muchos otros a hacerlo, empezando por quienes tenemos más cerca.


José Ignacio Moreno Iturralde

Wednesday, August 23, 2023

El chico discapacitado.

Paseando con un amigo vimos a un joven en silla de ruedas. Tenía una discapacidad severa de nacimiento, la cabeza ladeada, la mirada ausente. Su padre, con una cara resignada y bondadosa, le llevaba por la calle en un día de verano.

Veníamos de tomar unas cervezas estupendas en una terraza, y toparnos con una situación bien distinta a la nuestra nos dio que pensar. ¿Tenía aquél chico alguna culpa de su estado? Evidentemente no. ¿Y sus padres? No tengo ninguna evidencia, pero seguro que tampoco. ¿Existe algún sentido para aquella dura situación personal de por vida? Y si no lo tuviera … ¿Qué sentido tendría la vida agradable de muchos otros?

El absurdo profundo es la contradicción plena, lo imposible. El absurdo no tiene consistencia para generar realidad. Lo que ocurre es que lo real es mucho más grande que nuestras expectativas y entendederas. No siempre entendemos el sentido de lo que sucede, pero esto no significa que no lo tenga.

Me parece interesante la siguiente reflexión de una chica que padece otra discapacidad: “hay que transformar el por qué en un para qué”. En la vida hay cosas que controlamos, y otras muchas que no. Nos gusta que las cosas nos salgan según prevemos, como es lógico; pero no siempre es así. Pueden sucedernos bastantes cosas que no dependen de nosotros, pero lo que sí depende de nosotros es la respuesta personal que damos a estas situaciones. Ajustarnos a estos parámetros supone el modo acertado de vivir.

Una enseñanza dice que la sabiduría está en no confundir los hechos con la realidad. Ciertamente los hechos son importantes, pero también es real e importante la interpretación que damos de los mismos. Dar absoluta prioridad a los hechos, sin valorar las intenciones, es caer en un materialismo o un determinismo sin alma. No hablo ahora de un subjetivismo ramplón, en el que cada uno piensa lo que le dé la gana y tuerce la realidad a su antojo. Estoy considerando tantas buenas intenciones que dan luz interior a vidas sencillas, que pasan ocultas a ojos de muchos, pero que están llenas de verdad y de sentido cuajado en obras de servicio.

Si vemos a un enfermo crónico que lleva su enfermedad con salero y sentido positivo, esa persona no nos parece absurda sino admirable. Un hombre que tiene alguna limitación física o psicológica y es capaz de reírse un poco de sí mismo, sin desengaño y con simpatía, es un genio. Personalmente he conocido unas cuantas personas así, y se aprende mucho de ellas.

Hay quienes explican que esta vida es como un tapiz, del que solamente vemos la parte de los nudos. Esto sucede porque la vida es una paradoja. En clase, a mis alumnos y alumnas, suelo compararles la vida con un pañuelo que tiene una característica. Tal pañuelo se extiende liso y flamante hasta que aparece un molesto nudo. Mientras se deshace un nudo en nuestra existencia experimentamos dolor, y   a nadie nos gusta. Pero qué paz tenemos cuando se resuelve el asunto.

No siempre entendemos que la vida tiene nudos; especialmente los interiores a nosotros como el egoísmo, la ingratitud, la envidia, la inmoralidad. El dolor   puede ser el medio providencial para deshacer esos nudos, si queremos. Entonces aprendemos a ser más humildes y más agradecidos; es decir: nos hacemos mejores. Aquél niño enfermo tenía una vida llena de sentido, ese que me falta a mí para darme cuenta de lo que tengo que mejorar como persona.


José Ignacio Moreno Iturralde 





 

Tuesday, August 22, 2023

El valor de la sonrisa cotidiana.


Hace tiempo recuerdo con gozo el canturrear de unos albañiles trabajando en plena faena. En otra ocasión, una camarera de mi barrio me puso un estupendo manojo de churros con la mejor de sus sonrisas que, sin embargo, no podía esconder una cara de gran cansancio. Después de preguntarle, me dijo que se había pasado la noche en vela en un hospital cuidando a su hija. Cosas como estas afloran más que las setas en noviembre y no deberíamos olvidarlo. Una cosa es un optimismo sin sentido y otra el sinsentido de vivir sin optimismo. Toda persona con cierta madurez se da cuenta del enorme caudal de injusticias que se vierten en el río de la vida. En otras ocasiones se producen catástrofes o accidentes, que pueden ser objeto de noticias precisamente por su anormalidad. Además, con frecuencia, se presenta como normal una perspectiva ceniza, gris y anormal de la existencia.

Si se extinguieran los elefantes, nos alegraríamos de ver una pareja de paquidermos supervivientes barritando por la sabana. Si nos viéramos dentro de una ciudad abandonada, sin un alma a la vista, es probable que nos llenáramos de desolación. Si ya nadie nos corrige porque a nadie importamos un bledo, comenzaríamos a sentirnos insignificantes.

Como ya escribiera Chesterton en su libro Ortodoxia hay algo en nosotros que está vuelto del revés. La condición nativa del ser humano, sigue diciendo este autor, debería ser la alegría. Pero tantas veces no sucede así. Está claro que hay momentos, incluso etapas, especialmente duras que no se prestan al jolgorio. Pero lo que es ridículo es poner cara de hombre duro y avinagrado ante el espectáculo de la existencia.

Durante algunas enfermedades la comida nos sabe poco. Quizás tengamos el espíritu enfermo, y por esto también la vida cotidiana nos sabe a poco. Chesterton relaciona esta actitud con el pecado original, ese dogma cristiano sin el que es muy difícil entender a la humanidad y entenderse a uno mismo.

La humildad de reconocer que no somos causa de nuestra vida, y la gratitud ante ella, pueden revitalizar nuestro ánimo dando a nuestro vivir sencillez, fortaleza, espíritu práctico, y ganas de tirar hacia adelante para que otros lo hagan también.

La eudaimonía de los griegos, eso de llevarse bien con uno mismo para ser feliz, pasa por nuestra capacidad de convivir con los demás. Y en esta escuela del saber querer hay mucho en lo que esforzarse para ir aprendiendo. Sucede entonces que las pequeñas, o no tan pequeñas, meteduras de pata diarias son motivo de superación y de cierto enfado, pero nunca son un expediente para la desesperación. ¿Cómo es posible que esto me ocurra a mí?... Es una pregunta formulada con parámetros equivocados… Claro que es posible que me cueste esto o lo otro, porque tengo cierta inclinación a caer de bruces. Tal vez esto también sucede para que nos demos menos importancia.

La vida cristiana pone un gran complemento real a nuestras vidas: la ayuda divina se experimenta como algo necesario para vivir más humanamente. Y es esta precariedad nuestra, levantada y asistida por fuerzas superiores a nosotros mismos, la que nos hace vivir con más alegría y a veces también con sentido del humor. Se redescubre que hay gente que nos quiere y esto nos llena de sentido, que es en el fondo lo que nos hace capaces de sonreír con franqueza.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

Monday, August 21, 2023

Pensar en los demás es de listos.

Recuerdo a un gran amigo: fue profesor y era un tipo muy querido por sus alumnos. En una excursión del colegio, a la que yo también asistía como docente, mi amigo se puso a repartir comida entre los chavales que asistían. Los chicos tenían entre dieciséis y diecisiete años; y uno de ellos se quedó mirando a este profesor, que tanto favorecía el almuerzo, y le dijo en voz queda: ”¿Pero usted de qué va?”… No entendía muy bien aquella actitud de servicio tan notoria. El muchacho era consciente de que aquél profesor era inteligente y maduro, pero no acababa de comprender cuál era el secreto de aquél hombre para vivir así.

Todos agradecemos los detalles que tengan con nosotros, y también entendemos la regla de oro del comportamiento: trata a los demás como quieres que te traten a ti. Es algo que tiene buena prensa. Incluso sabios del management y del mentoring, como Stephen Covey, han demostrado la eficacia de un trabajo en el que el beneficio propio redunde también en el de los demás. Pero no es menos cierto que a lo largo de la vida se sufren bastantes decepciones no solo de desconocidos, sino de personas queridas. Hemos de ser honrados y reconocer que, quizás alguna vez, hemos sido nosotros mismos quienes hemos defraudado en mayor o menor grado a otros. Además, las noticias cotidianas nos recuerdan la innumerable cantidad de injusticias y barbaridades que se cometen en el mundo.

Llegados a este punto parece sensato considerar que es interesante ayudar a otros, pero quizás con medida. En ocasiones hay que reivindicar los propios derechos, incluso denunciar a alguien que ha pretendido un mal para nosotros o nuestra familia. Todo esto es cierto y de sentido común. También hay quienes rompen el equilibrio, y se van al otro extremo con afirmaciones como “piensa mal y acertarás” o “quien pega primero pega dos veces”. Regresando de a una actitud ponderada, cabe plantearse: ¿Hay que querer con cálculo?...

Mi amigo profesor era un gran profesional, sabía defender sus derechos y manejarse muy bien por la vida. Pero iba más allá del cálculo; en su componente de entrega a los demás había mucho de gozo y de alegría. El   mismo gesto de pilla satisfacción de quien ha hecho un gran negocio, afloraba a su cara con frecuencia, en su trato cotidiano con sus semejantes. ¿Por qué? Porque sabía querer y alegrarse del bien ajeno. Conste que también tenía sus defectos, como todo hijo de vecino.

Pensar en los demás es bueno y hacerlo de modo más permanente, como estilo de vida, es francamente original. Pero disfrutar con una generosidad, que a menudo cuesta esfuerzo, es algo más. Me parece que solo los demás por los demás no es una razón enteramente suficiente. La historia muestra muchos casos en los que la generosidad ha sido pagada con la injusticia; incluso con la muerte.

Muchos de nosotros hemos recibido, junto con la vida, innumerables dones. La gratitud quizás debería estar más de moda en nuestro día a día. Por otra parte, al hacernos cargo de los problemas de muchos de los que nos rodean, los nuestros se pueden hacer más pequeños. Con la prudencia que sea necesaria, la entrega de sí a otros es algo nuclear y vivificador en nuestra propia identidad humana. También es muy nuestra la paradoja que supone el esfuerzo por vivir de esta manera. Y aquí podemos entender que la persona humana es alguien abierto a una generosidad sin fronteras. Pero es preciso algo más: el monumental salto de vida de calidad consiste en confiar en que esa generosidad sin fronteras es una realidad personal muy superior y anterior a nosotros mismos. Se trata de algo que da un poco de vértigo; pero es un vértigo de alegría y satisfacción, como el del paracaidista que termina felizmente su salto.

Quizás fuera esta la perspectiva de mi amigo, una visión más lista y elevada de las cosas porque había aceptado algo que él no podía darse a sí mismo: una especie de fantástico paracaídas para afrontar el vuelo del vivir con los demás, de un modo generoso y motivador.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

 

Sunday, August 20, 2023

El camarero de Melide y el asombro ante la realidad.


Hace ya unos años, hice el Camino de Santiago con un nutrido grupo de alumnos de doce años. Mis expectativas de controlar la situación -íbamos tres profesores para unos treinta alumnos- no estaban del todo claras. En una de las etapas del camino, paramos a comer en una pulpería de un pueblo llamado Melide. Al entrar iba yo meditabundo y un camarero gordo y feliz, al que no conocía, me espetó: “Alegra esa cara, hombre”. Me sentó bien la fraterna recomendación, y entablé conversación con aquél hombre. Todos comimos y descansamos plácidamente. Hablamos animadamente con el simpático camarero, que se sentó un buen rato con nosotros. Uno de los temas abordados era relativo a unos hijos de familiares suyos, para los que estaban buscando un buen colegio. Le dimos algún consejo al respecto. El caso es que nos despedimos y salimos con nuevos bríos para acometer el final de la etapa.

Pocos días después llegamos a Santiago, fuimos a misa a la catedral, y dimos el abrazo al apóstol. El resumen del camino es que todos nos lo pasamos bomba. Al llegar a la estación, antes de coger el tren de vuelta a Madrid, un profesor que regresaba en el coche de apoyo que habíamos utilizado esos días, nos dijo a sus dos colegas que nos quedábamos con los chicos: “Por cierto, esto es de parte del camarero de Melide”. Eran tres botellas de vino gallego para cada uno de los profes. Aquello me causó asombro: siempre recordaré la alegría de vivir y la generosidad de aquel camarero.

Asombrarse ante las cosas de la realidad es una actitud muy propia de los niños. Es realmente rejuvenecedor recordar tiempos en que uno iba a excursiones en busca de ranas y de pájaros de colores. Posteriormente hay sucesos especialmente llamativos que llaman nuestra atención: el gol espectacular de un famoso futbolista, o la alegría de la gente a la que le toca el gordo de la lotería; pero, ante todo, destaca la llegada al mundo de un hijo o una hija, alguien radicalmente nuevo y querido.

Es cierto que con el paso del tiempo algunos se recrean en la contemplación de los paisajes, o en el cuidado de las plantas, pero la prevalencia de lo cotidiano puede hacer que nos asombremos de pocas cosas. Sin embargo, una de ellas es la mejora inesperada en el carácter de algún amigo o familiar: esto sí que es una grata novedad. Hasta tal punto, que un buen ejemplo puede llevar a renovarnos por dentro y a tener deseos de mejora personal en aspectos concretos de nuestra vida. Desde luego, cuando alguien tiene acceso a un manantial de renovación interior y la lleva a cabo, las consecuencias de esos actos pueden extenderse como las ondas de la piedra tirada en el lago.

El camarero de Melide no tenía un tipo de vida muy asombrosa, pero su actitud ante ella sí que lo era. Tenía la capacidad de hacerse cargo de las necesidades de otros, y lo que es todavía más admirable es que disfrutaba ayudando a resolverlas.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, August 19, 2023

Friday, August 18, 2023

El Crack económico y el posible Crack educativo.

El famoso crack de 1929 de Wall Street se produjo por un exceso de especulación. La bolsa se fue inflando y perdiendo su referencia a la riqueza real, hasta que estalló y se produjo una grave crisis financiera y económica mundial. No cabe duda que la inversión y la especulación tienen su interés, siempre que no pierdan su relación con la realidad.

Pienso que algo similar puede suceder en el mundo de la educación. Pondré un ejemplo de una asignatura, extensible a muchas otras: Para saber mucho de una guerra habría que hablar con quienes la vivieron en primera persona. Pero con el paso del tiempo, solo quedaran testimonios y documentos, después libros, posteriormente múltiples informaciones en internet. En el terreno educativo, algunos consideraran que ya existen muchos datos en la red sobre esa guerra. Por tanto, lo que hay que desarrollar son metodologías de aprendizaje acerca de ella. Pues bien: el peligro de este planteamiento radica en que al final no se tenga una idea clara de cuáles fueron los verdaderos motivos de la guerra, y cuál fue el balance real de aquél conflicto para la historia. Esto conlleva una pérdida de sentido de las cosas, sin que parezca que hoy esto importe demasiado.

Por supuesto que hay que desarrollar metodologías pedagógicas y tecnológicas atractivas, pero no al precio de perder el sentido de la realidad. El conocimiento de lo real fomenta la madurez de los alumnos y alumnas. Las metodologías son un método para el conocimiento; no un fin. Si esto no se tiene en cuenta, se llega a una sociedad de personas muy comunicadas, pero que tienen menos referencias reales para valorar sus propias vidas y el mundo al que pertenecen. Lo que da libertad es el conocimiento de la verdad de las cosas, no la metodología.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, August 12, 2023

Buscando la verdad: Ciencia, Razón y Fe. Pablo Domínguez, sacerdote que falleció en accidente de montaña.

Excelente Conferencia sobre Ciencia, Razón y fe, de Pablo Dominguez, sacerdote que falleció en un accidente de montaña. La recomiendo vivamente: https://www.youtube.com/watch?v=zXmZsC8-RKY&t=1076s

Sunday, July 09, 2023

El amor maduro.


Para hablar sobre la madurez hay que ser consciente de la inmadurez que uno tiene. Esto nos hará hablar con cierta humildad, la cual supone ya una cierta madurez.

El amor se entiende mejor encarnado en las personas a las que más queremos. Vemos entonces que nos importan más ellas que nuestros sentimientos. Considerar el amor exclusivamente como una emoción es una inmadurez. El amor se demuestra en obras de generosidad. Es muy distinto el amor a mi madre que el amor a mi abuelo, pero se parecen en que quiero el bien para ellos con hechos concretos. Esto debe suceder en todos los amores que realmente lo sean, de lo contrario se trata de sucedáneos; es decir: de timos.

Los sentimientos son importantes, pero no conocen. Por esto: un amor maduro ha de ser inteligente, realista. Si me troncho de risa en el entierro de un familiar estoy como una cabra; y si lloro amargamente por la muerte de un mosquito tengo tanto cerebro como él.

El amor maduro se demuestra con actos de generosidad, de entrega, de pisar el propio yo para que la persona querida esté mejor. Es la experiencia de millones de madres y de padres en la relación con sus hijos e hijas. Algo análogo ocurre en la relación conyugal: la felicidad de los hijos tiene mucha relación con la fidelidad de sus padres; y al revés. Cuando los ojos de la mujer y de su marido se encuentran en los de sus hijos, se produce un círculo virtuoso de afecto. Si un matrimonio no tiene hijos siempre podrán mirarse el uno al otro, quizás de un modo muy profundo, procurando el bien de los demás. Cuando uno encuentra sentido, verdad y ayuda para ser fiel, es cuando está en camino de vivir un amor maduro; porque el amor nunca pasa y, si pasa, no es amor. Esta frase nos eleva a un amor purificador y generador de vida; algo divino que nos hace más humanos.

La proliferación del divorcio y de las relaciones sexuales descomprometidas, supone la expansión de la esclavitud y de la amargura. Es mucho mejor permanecer dentro del barco con un rumbo claro, que acabar siendo un naufrago en el mar, desengañado por sirenas más falsas que un euro de plástico.

El amor maduro da fruto, está abierto a la vida, y entiende la sexualidad como una puerta a algo mucho más grande: la familia. Por esto, este amor sacrificado y lleno de molestas puñetas cotidianas es fuente de alegría y de buen humor. Además, crea personalidades optimistas, recias y con ganas de comerse el mundo.

La sabiduría cristiana afirma que “Dios es amor” (1Jn 4, 7-9) y que lo que “Dios ha unido no lo separe el hombre” (Mt 19:6). Por esto, la familia que reza unida permanece unida. Sin embargo, por muy mala que fuera nuestra situación, por muy rota que estuvieran nuestras relaciones familiares, siempre hay una referencia de luz; tanto más significativa cuanto más negra fuera la oscuridad. No parece que la Magdalena ni el buen ladrón llevaran vidas muy logradas, pero lograron alcanzar un amor realmente maduro y grandioso.

La madurez tiene mucho que ver con el reconocimiento de los propios errores y con la sabiduría de saber aprender de ellos. Esto nos recuerda la vida de los niños y su enorme capacidad de sonreír y disfrutar. Por este motivo, siendo hombres y mujeres hechos y derechos, hemos de redescubrir nuestra condición de hijos para ser personas sinceramente alegres. Gente que ha tragado quina, que se ha bebido sus lágrimas, pero que es capaz de saberse muy querida y de querer. Así, poco a poco, iremos adquiriendo un amor más maduro, que es el único que puede hacernos felices.


José Ignacio Moreno Iturralde

Friday, July 07, 2023

La Profecía y la libertad.


Al escuchar la palabra profecía alguno puede pensar en algo raro, excéntrico, que quizás suscita curiosidad. Por otra parte, hoy parece valorarse mucho la autonomía: el empleo de la libertad en busca de éxitos profesionales, satisfacciones afectivas y bienestar material. Sin embargo, lo que debería dar miedo es entregarse exclusivamente a la búsqueda de tales objetivos, sin duda interesantes, porque son notoriamente pasajeros.

En un universo tan inmenso y con una historia tan larga, la vida de cualquier persona sensata debería estar en la búsqueda de referencias sólidas, de criterios firmes para vivir con acierto. Algunos argumentos pronunciados con autoridad pueden ser enormemente valiosos, como los que da un padre o una madre a sus hijos, si son explicados con cariño, razones y con el ejemplo personal.

Las civilizaciones con más humanidad y sensatez, han entendido la religión como un modo de dar gracias y pedir ayuda a un ser divino. No hay nada más inhumano y desolador que un materialismo craso que termina en los trapos de la mortaja.

Los hombres de todos los tiempos han buscado profecías que esclarezcan el sentido de la vida, con mayor o menor acierto. Al respecto, el cristianismo ha traído algo radicalmente novedoso: durante siglos, los profetas del pueblo de Israel anunciaron el nacimiento del Mesías, el Hijo de Dios; hasta que históricamente sucedió en Jesucristo. Toca a cada uno pensar sobre el impacto diario en la propia vida de este hecho, que da sentido al mundo. Si lo pide con humildad, el ser humano es alcanzado por la luz divina de la fe.

Cuando una mujer o un hombre cristianos, a través de Iglesia fundada por el Hijo de Dios y de la Virgen María, vive esta asombrosa Profecía cumplida en la realidad, no se encuentra solo con un acontecimiento lejano en el tiempo. Ser cristiano supone, por los sacramentos, la oración y las buenas obras, el contacto diario con el Espíritu de Dios, como hijos suyos. Entonces se va entendiendo que podemos vivir una hermandad real con Cristo, pese a nuestras limitaciones. Uno se da cuenta de que su intimidad necesita ser compartida con quien más lo merece. Se empieza a vivir entonces más en sintonía con el corazón del Señor y, sin cosas raras, uno va encontrando la felicidad de una vida compartida con Dios y con los demás, que es el modo más pleno de ser libres. 


José Ignacio Moreno Iturralde

Wednesday, July 05, 2023

"Rising child" y la sonrisa a la vida.


Es una buena actitud la de sonreírle a la vida. Resulta fácil cuando la vida nos sonríe, por ejemplo: tomándonos algo rico en una terraza, con vistas al Cantábrico. Sin embargo, no parece nada sencillo mantener un ánimo alto si uno es un refugiado, que huye de su hogar por el horror de una guerra.

Sea como fuere la situación que nos circunda, el espíritu personal puede poner buena parte de las reglas de juego. Una buena formación intelectual y moral nos capacita entender que la vida en la que estamos inmersos es una rotunda afirmación. Los sucesos lamentables que ocurren no pueden reducir al sinsentido a la existencia de las personas. Lo contradictorio, lo absurdo, en definitiva: lo malo, no tiene fuerza para generar la realidad, cuya arquitectura de significado y belleza es enorme. La mezcla de azar y evolucionismo sin norte no llega a ninguna parte; ni parte de ninguna certeza sólida.

Sabernos queridos por quien nos importa nos llena de sentido. Amar es como decir “es bueno que existas”, decía Joseph Pieper. El amor requiere siempre confianza; por esto, aunque no sea evidente, puedo llegar a tener la certeza de que un gran amor afirma mi vida. Un amor que me constituye y renueva. Pero el peso de la precariedad puede hacer, a veces, que se diluyan estas nobles ideas. Entonces, y siempre, es el momento de ponerlas en práctica: aguantar a un familiar que no luce hoy su mejor yo, ser comprensivo con un adolescente o, lo que es más difícil, con uno mismo.

Quiero destacar un tipo primordial de afirmación: la de la vida del que quiero llamar “rising child”, el niño naciente, el que va a nacer pero todavía se están gestando, como nuestra sonrisa a la vida. Acoger la vida del hijo que viene de camino, previsto o no, es un gran acto de humanidad. Puede resultar un serio imprevisto en algunos casos, pero esto no puede justificar la barbaridad de quitarle la vida. Como afirmaba el profesor Leonardo Polo “abortar es matar una sonrisa”.

Al afirmar la vida, con toda radicalidad, descubrimos algo novedoso y fantástico: la afirmación que un niño naciente hace de la vida. Con que ingenuidad, inconciencia, pureza y confianza, este nuevo ser humano ilumina con su mirada la vida, especialmente la de sus padres. Proteger, cuidar y respetar esta vida es un modo humanísimo y precioso de decir sí a la existencia, de sonreír a la vida.



José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, June 25, 2023

Tristeza y alegría.

Las tristezas de los niños suelen ser pasajeras. Experimentan sus limitaciones con una confianza inconsciente y absoluta en sus padres. Pese a lloros y enfados, se saben seguros y, por esto, vuelven con prontitud a sus juegos y risas. No estoy seguro de lo que les sucede en condiciones muy adversas, pero pienso que, si los pequeños están acompañados y protegidos, el apoyarse en sus mayores les hace tener un escudo poderoso ante la dificultad.

Los adultos tenemos un gran apego a nuestra autonomía y cuando padecemos una seria contrariedad, o metemos la pata a base de bien, podemos negar cínicamente la situación o admitirla, experimentando un serio y prolongado bajonazo de ánimo. Nos consideramos responsables ante nosotros mismos: somos o unos grandes tipos o unos desgraciados. Estas dos opciones pueden ser las dos caras de la misma y falsa moneda: un orgullo exagerado. El remedio es recuperar nuestra condición filial, que es un síntoma característico de una madurez con solera.

La tristeza, comprensible ante muchas situaciones, es bastante autorreferencial y pegajosa. Limita nuestra contribución a la vida. Es inhumano no experimentar la tristeza, pero también lo es estar instalado en ella. Y, sin embargo, a veces podemos desanimarnos ante la realidad de nuestro carácter. Ahora bien, si uno se sabe miembro de una familia y amigo de un buen número de tipos con defectos y virtudes como nosotros, la cosa cambia. En cuanto vemos nuestra problemática con una óptica más de equipo, buena parte del problema se soluciona. Si a esto añadimos una fe sincera y sencilla en nuestra condición cristiana de hijo de Dios -siendo conscientes de la fuerza y seguridad que esto lleva consigo- se produce un cambio de perspectiva de nuestra propia vida: no soy Superman, ni un desgraciado, sino Pepe Pérez -por ejemplo-, con toda la grandeza personal que conlleva ese sencillo y grandioso nombre. Estamos hablando de un ser humano que puede ser perdonado y perdonar, lo que es una enorme fuente de alegría.

Es importante destacar que no podemos juzgarnos por los bandazos de los sentimientos. El terreno firme de las decisiones libres guiadas por una inteligencia serena, sabia y humildemente asesorada, son los cimientos más adecuados para ir edificando nuestra vida. Es importante que nuestros pensamientos, acertados, regulen nuestros sentimientos; no al revés.

De esta manera se va llegando a la convicción, por las relaciones familiares, la amistad y la gratitud, de que es posible tomarse la vida de un modo sinceramente alegre y divertido. Gozar de la existencia no significa consumirla, sino compartirla en un clima cordial. Entonces, la alegría se va enseñoreando del alma y se siente la gozosa tarea de procurar hacer felices a los demás, que es el camino más rápido para serlo uno mismo.

Este espíritu divertido no es untuoso, no crea lazos posesivos, es desinteresado, suelto y libre como los aires y ríos de los montes. Tampoco es ingenuo o memo, sino profundamente sabio. Ayuda a no darnos demasiada importancia y a fijarnos más en lo que necesitan quienes tenemos más cerca. Subimos así hacia arriba, volamos alto. Por esto, el espíritu alegre y divertido -en diferentes escalas- me parece que es común a los hombres, a los ángeles y a Dios. Y si la condición humana nos vuelve a bajar al terreno de la precariedad o la enfermedad, nuestro factor divino puede esbozar de vez en cuando una sonrisa convincente.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, June 24, 2023

Estar contento.

Estar contento es algo propio de la niñez. La luz hogareña de las navidades, la increíble magia de las noches de Reyes Magos, los capones asados en la mesa, los juguetes, las eternas vacaciones de verano, o las excursiones al monte descubriendo ranas y jilgueros son momentos memorables de nuestras biografías. Sabemos que hay muchos niños y niñas que no han podido disfrutar de estas cosas, cosa que nos apena y nos puede mover a valorarlas mucho más.

La adolescencia, esa etapa interesante y revuelta de la primera juventud, se caracteriza por una cierta pose y desengaño ante la realidad. El impetuoso deseo de forjar la propia identidad lleva a intentar dejar en un rincón, que siempre permanecerá, las cosas y relaciones propias de la niñez. El adolescente, de modo general, se pregunta por muchas cosas y es tremendamente dependiente de su imagen respecto a sus amigos, precisamente porque no tiene muy claro quién es. Pero esta etapa es también la de los grandes ideales, la de soñar despierto con una vida bonita y aventurera. Si las rupturas familiares, el exceso de tecnología, la diversión desenfrenada y la pornografía ahogaran las semillas de la juventud, y algo o bastante de esto ocurre, tenemos un severo problema de civilización. De todos modos, la humanidad ha salido de atolladeros más graves como los sucedidos en las pavorosas guerras mundiales. Hay en la naturaleza humana una imagen y semejanza divina que resurge con fuerza de modos poco previsibles.

Preguntar a un adulto si es feliz o si está contento puede resultar comprometido, incluso ofensivo. Entender que una vida lograda es compatible con que las cosas no siempre salgan como pensamos, no es solo conveniente sino necesario. Captar que la realización personal es consecuencia indirecta de afrontar la realidad que me toca vivir, desarrolla el sentido común y, algunas veces, el sentido del humor. Pero la madurez sabia no es el realismo gris del que simplemente cumple su deber. “Es lo que hay” es una frase recurrente, que se queda coja sino se entiende que lo que hay es mucho. Esto enlace con la idea y la experiencia de la gratitud. Frente al sinsentido de una vida por casualidad, que tiendo a poseer en propiedad, se ofrece un panorama distinto y abierto: la vida como un regalo que tengo que saber agradecer y donar. Y éste es, paradójicamente, el presupuesto necesario para ser feliz.

Todos los dolores y dificultades de este mundo pueden ser superados si se encuentra un sentido para todos ellos. No solo eso, sino que los problemas pueden ser fuente de sabiduría. Una vez un profesor veterano le dijo a un alumno de unos 17 años lo siguiente: “Tú piensas que porque te portas mal estás triste; pero sucede lo contrario: porque estás triste te portas mal”. El muchacho salió reconfortado y con una visión más bonita de su vida. Tal consejo no se da así sin una rica y profunda experiencia, que probablemente ha tenido que superar adversidades. Ser un adulto animante es una de las mejores cualidades que alguien puede tener. Es ese tipo de personas a las que un joven mira y, por dentro, dice: “de mayor me gustaría ser así”.

La ancianidad se asocia a limitaciones y enfermedades. No parece una etapa apetecible para la vida. Y, sin embargo, todos nos damos cuenta de la gran riqueza que comporta. Cuando uno encuentra algún abuelo o abuela simpático y entrañable, ha encontrado un tesoro. Es evidente el inmenso cariño de los nietos por sus abuelos y, con más motivo aún sucede al revés.

Los exigentes compromisos familiares y la experiencia del regalo personal de la vida son los parámetros que llevaban al escritor Chesterton a afirmar el sentido positivo de la existencia con su inigualable chispa y agudeza. Por esto, su reflexión sobre el mundo, sin esconder los patéticos problemas que ocurren, le llevaban a una mentalidad superadora, victoriosa y simpática. Nos venía a decir, a mi entender, algo clave: que un hombre o una mujer son más humanos cuando están contentos.  No siempre es fácil; a veces, incluso, no es posible, pero es algo a lo que, pese a todo, podemos aspirar. El valle de lágrimas cristiano puede albergar también muy buenos momentos, incluso hay en ocasiones lágrimas de alegría. Muchos santos nos han dicho que Dios nos quiere contentos; por tanto, podemos pedirle a Él su ayuda para tan buen propósito.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

Friday, June 23, 2023

Sencillez y aceptación de la propia vida.

Se han escrito muchos libros y ensayos sobre la felicidad. Pero lo verdaderamente relevante es encontrarse con una persona feliz. Se dirá que la felicidad es un estado incierto e intermitente, pero la verdad es que hay quienes lo tienen bastante consolidado. Parece que el salero y la alegría les salen sin esfuerzo, que les son connaturales. No estoy muy seguro de que sea así. Vienen a mi memoria varios familiares y amigos, destacables por su acierto en el vivir. Se trata de personas maduras, que han tenido que afrontar problemas serios y que, sin embargo, dan un tono alegre y atractivo a sus vidas y a la de quienes los rodean. Son personas que nos dan referencias. Una virtud destaca en ellos y ellas, quizás no la más importante pero si muy resultona: la sencillez. Al escuchar esta palabra, habrá a quienes les produzca rechazo: asocian sencillez con monotonía, aburrimiento, o espíritu básico. Esta interpretación es superficial. La sencillez da fuerza interior, descomplica, permite centrar el tiro en lo que verdaderamente importa, llamar a las cosas por su nombre, y no preocuparse en exceso por cosas que realmente no merecen la pena. A quienes viven así también se les puede considerar “personas bombilla”, tal y como les llama Viktor Küppers, en sus animantes sesiones de motivación. La luz de estas personalidades no es deslumbrante, pero sí entrañable, e ilumina el hogar y el interior de quienes tienen cerca.

Recuerdo una ocasión en la que un familiar muy querido tuvo que sufrir una seria humillación. Su rostro contrariado no manifestó indignación ni rebeldía, sino una sencilla y sabia aceptación, ya que en la vida, con cierta frecuencia, hay que tragar cosas desagradables. Comprendo que, al no especificar más, haya quienes no estén de acuerdo con esta postura. Pero para mí ese ejemplo ha sido de enorme utilidad al tener que asimilar algunas situaciones molestas, procurando darlas una respuesta serena e inteligente.

La sencillez apunta a algo profundo, en ocasiones difícil y siempre asequible: la aceptación de la propia vida. Claro que somos libres, y que tenemos que procurar mejorar nuestra situación personal y el mundo que nos rodea. Pero lo más urgente es procurar estar en paz con nosotros mismos. Como somos seres familiares y sociales, solo podemos lograrlo si tenemos una buena relación con nuestros familiares y conocidos. Es decir: solo se puede aspirar a ser feliz si uno aprende a querer.

El rotundo ejemplo de aceptación de la propia vida que vemos en Cristo, es una fuente de luz y de gracia para los cristianos y para todo hombre de bien. El misterio del Dios hecho hombre es inabarcable, pero tiene mucho que decirnos respecto a amores no correspondidos, traiciones y sufrimientos. Al mismo tiempo nos habla de alegría, de sabiduría, de amor maduro, de generosidad, de resurrección y de renovación de todas las cosas.

La aceptación de la propia vida no es fruto de un ejercicio de autoayuda; es un don recibido, que hay que pedir, y libremente asumido, por el que una persona se sabe profundamente querida por alguien que es muy valorado por ella. El teólogo español Antonio Ruiz Retegui afirmaba que San Agustín no cambiaría su tempestuosa vida por la del virginal San Luis Gonzaga; sencillamente porque no era la suya. Al entender la propia existencia con un componente providencial, que no depende de la propia voluntad, se encuentra el sistema de referencia adecuado para entenderla y vivirla mucho mejor.


José Ignacio Moreno Iturralde