Friday, January 29, 2010

CUERPO Y CULTO

Estamos en una sociedad que valora mucho el músculo, la fachada. Hasta tal punto que recuerdo a una persona inolvidable que, tras años de sufrimiento, comentaba con insólita guasa: “si por lo menos este maldita enfermedad me hubiera servido para mejorar el tipo...”. Hoy se habla del culto al cuerpo, pero...¿no será el cuerpo para el culto?, para el amor de verdad, el que nos hace ser mejores personas.


CUERPO Y RAZÓN

El cuerpo humano está lleno de finalidades, esas realidades inmateriales para las que los órganos están hechos. Por ejemplo: nosotros tenemos inteligencia y manos con las que hacer utensilios con ilimitadas posibilidades. Pero no estamos solamente para hacer utensilios –apañados estaríamos algunos- sino para llevar a cabo con nuestra vida una finalidad, una misión. El sentido de la vida del hombre configura a la propia persona. El ser humano es un punto entre dos coordenadas: el que es y el que tiende a ser. Ambos polos se influyen mutuamente, y es el segundo el que va por delante en la carrera. El cuerpo puede considerarse como el posicionamiento de una biografía en curso. Nuestro cuerpo acomete la vida. Con calma, con descanso, el cuerpo se pone en marcha porque el tiempo apremia. Por eso imagínense una biografía que se dedicara frecuentemente a mirarse delante de un espejo...¡Vaya espectáculo!

Nosotros vemos personas, no cuerpos. La corporalidad queda intrínsecamente afectada por la personalidad. La personalidad confiere al cuerpo su más significativo alcance. Por este motivo hay enfermos o impedidos cuya fantástico carácter destaca aun más desde su cuerpo discapacitado. Marginar la belleza personal respecto a la corporal es como tirar al niño y quedarse con la cuna. Se trata de algo importante: a los seres humanos nos repugna que nos traten como si fuéramos cosas porque eso es inhumano y en el fondo de ese mal comportamiento está la esclavitud.

La mente está hecha para buscar la verdad y contemplarla. La voluntad se mueve hacia el bien y en él se complace. El corazón tiende a unirse con aquello que ama. Nuestro cuerpo es la plasmación física de esas búsquedas y encuentros, a veces logrados, en otras ocasiones fallidos. La corporeidad no es una carcasa o un mero instrumento sino que forma parte de nuestra propia persona; pero lo que va contra la razón es reducirnos, en la práctica, a considerarnos meros cuerpos. Los materialismos pasados y presentes tienden a ver nuestras manifestaciones racionales como una especie de plus de energía en una materia evolucionada. Estas posturas desconocen que el propio orden de la naturaleza es inmaterial. La materia no puede ordenarse a sí misma porque no es capaz de dialogar consigo. Su asombrosa ordenación no proviene de ella.

Los rayos de luz están en la atmósfera pero no están hechos de oxígeno. Con las limitaciones de todo ejemplo, algo parecido ocurre con nuestra mente o espíritu respecto a nuestro cuerpo. La armónica y personal unión entre el espíritu humano y su materia propia no puede entenderse a nivel de partículas elementales.


Los actos de justicia y de generosidad necesitan de un ámbito físico para expresarse, pero no es lo más importante la armónica nariz del justo o los férreos abdominales del generoso. Una persona con virtudes ejemplares puede permitirse el lujo de ser chata o gordita sin el más mínimo desdoro.


CUERPO Y ORACIÓN

Toda esta reflexión elemental, que hoy es necesaria, nos mueve a pensamientos que parecen olvidados en la opinión pública. La persona humana estima un hermoso paisaje, se fascina al ver a su hijo pequeño, se alegra al reconocer a un amigo, llora ante la muerte de un familiar y se arrodilla ante Dios. La lógica de la creación es la lógica de la naturaleza con significado, la única posible, aunque no siempre la entendamos. Se trata de la misma lógica de la gratitud y del hogar. La familia es el nivel humano de la creación. Sin adoración no hay creación ni familia. La naturaleza tiene leyes tan inexorables como la familia, precisamente porque son creadas. La persona puede hacer de la naturaleza familia, en sentido estricto y amplio. No lo hará si desconoce el culto: sin oración la biografía se desencuaderna y pasa a ser una sucesión de hojas que parece desvanecerse.

La dimensión religiosa de la persona le es tan connatural como el sistema digestivo, y no es menos peligrosa la anemia del espíritu que la del cuerpo. La búsqueda de sentido no es una tendencia frustrada al quiero y no puedo. La religiosidad es la vocación frontal del hombre que se sabe criatura, lo que verdaderamente es. La adquisición de una u otra confesión religiosa es un derecho de la persona que implica una confesionalidad personal. Pero la dimensión religiosa del hombre no es confesional. Afirmar esto y marginar la presencia pública de la religión en la sociedad es mutilar al ser humano y privarle de un importantísimo derecho fundamental: esto lo que el laicismo ignora o quiere ignorar. La laicidad positiva de un Estado consiste en aceptar la naturaleza humana –que incluye la religión-, defenderla y potenciarla, teniendo en cuenta el bien común.

No se puede obligar a nadie a practicar una religión determinada, como tampoco se puede obligar a nadie a jugar al fútbol. En la victoria en uno u otro partido se juegan razones muy personales. Pero nadie sensato retirará de la vida pública un deporte interesante aunque muchos no le presten atención; incluso, aunque ese deporte se haya practicado mal en algunas ocasiones dando lugar a manifestaciones de violencia que deben ser ajenas a una auténtica deportividad.

Hemos estudiado en la historia que la religión cristiana –no hablo ahora de otras- ha sido un factor determinante en el amor entre los hombres, especialmente respecto a los más desfavorecidos y maltratados; el testimonio del crucifijo es muy significativo. Son millones y millones las personas que a lo largo de los siglos de cristianismo han encontrado paz y sentido para sus vidas y para la de sus seres más queridos. No existen estadísticas suficientes que puedan registrar la cantidad de actos de solidaridad humana, a nivel personal y social, en los que la religión cristiana ha tenido un papel relevante. Es verdad que la configuración política de la cristiandad ha llevado durante siglos a que la religión cristiana tuviera en diversos países una situación confesional, felizmente superada. No podremos entender esas épocas sin bucear en el arcano de la historia comprendiendo el contexto situacional de aquellos momentos. Por otra parte, países cristianos han entablado luchas entre sí en momentos en los que religión y política estaban profundamente imbricadas. Las razones de tales conflictos, como las llamadas guerras de religión, fueron fundamentalmente políticas. También es cierto que los cristianos han cometido errores por el hecho de ser hombres; pero cuando se equivocaron y cuando nos equivocamos no es por ser cristianos, sino precisamente por dejar de serlo. La religión cristiana ejemplar es la que vivió Jesucristo: una comunión de Amor y entrega por los hombres.


CUERPO E IGLESIA

La fe y la vida de fe nos dicen que el Cuerpo de Cristo es su Iglesia. La Eucaristía es el mismo cuerpo de Cristo resucitado y sacramentado: un Cuerpo que es para el culto y un culto que es para el Cuerpo. Un Cuerpo del que nos alimentamos los miembros de la Iglesia.

Dios es Dios; los hombres somos los hombres y Dios se hizo hijo del hombre, como dice la Tradición cristiana, para que el hombre se hiciera hijo de Dios. El hecho de que Dios Hijo haya asumido una naturaleza humana, la Encarnación del Verbo, supone una dotación de sentido definitiva para la persona humana y su corporalidad. El arte ha tratado innumerables veces de representar los gestos del Dios-con-nosotros, recorriendo todas las etapas de la vida del Redentor. Su Pasión y Muerte es un aval grandioso al sentido del sufrimiento y del dolor que acompaña con frecuencia la vida humana. El cuerpo del Señor resucitado produjo la entrada de la humanidad de Jesucristo en la Gloria.

Cuerpo y culto: Jesucristo trabajó, sonrió, rezó...Él se hizo para el hombre entrega, alimento, unión. Cuando la persona humana reza con su alma y con su cuerpo se dispone a adentrarse en un diálogo espiritual portador de interioridad y de vida. El culto a Dios lleva a imitar su ejemplo de entrega de sí. La oración hace entrar al ser humano en la lógica del amor y de la vida. Mediante el culto el amor se purifica y se revela fructífero. El culto hace así la cultura, la renueva en su raíz, la hace más humana, más fraterna, más cordial.


CUERPO Y RESURRECCIÓN

La Teología católica afirma que, tras la muerte, el alma sigue tendiendo hacia el cuerpo. Por este motivo el dogma de la resurrección de la carne no es un imposible metafísico. Cristo Resucitado supone la glorificación de la entrega de su vida , un enaltecimiento todavía solo visible para nosotros con la luz de la fe. Buscando una vertiente moral de tan grandioso misterio podríamos decir que la lógica de la resurrección es la lógica de vivir para los demás. Esta es la Vida de Cristo: una Vida ofrecida, donada hasta el extremo. El ejemplo de Cristo resucitado es el que hace resucitar tantas veces nuestro corazón para ser capaz de esforzarnos en querer a los demás.

Realmente uno solo lucha con gozo por dar la vida entera –obras, afectos y pensamientos- por un Dios que la ha dado por cada uno de nosotros. Es elocuente la escena evangélica de Emaús (Luc. 24,13-49). Dos de los discípulos están abatidos, desnortados por el “escándalo de la Cruz”. Son dos cristianos que han perdido el culto, la oración. Hablan con un sabio caminante al que no reconocen. Es en el progresivo diálogo con Cristo cuando lo reconocen resucitado en la Eucaristía. Revive entonces con impetuosa fuerza su vocación y van presurosos a buscar a los demás apóstoles y a la Madre del Resucitado.

Estas consideraciones cristianas pueden parecer demasiado elevadas, alejadas de las modas y las actitudes de muchas personas en su vida privada y pública. Pero la corporalidad humana es como es: esponsal. El cuerpo humano abraza a los seres queridos; en especial a Dios: al respecto es sumamente significativa la Eucaristía. Sólo de esta manera los hombres encontramos la paz interior. El buen gusto, también respecto al cuerpo, es el gusto de lo bueno: lo saben bien los artistas a quienes Benedicto XVI ha llamado recientemente “custodios de la belleza”.



José Ignacio Moreno Iturralde

Friday, January 15, 2010

AYUDA A HAITÍ

CÁRITAS CON HAITÍ

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CAM 2090-5513-04-0040370409
SABADELL–ATLANTICO 0081-0216-74-0001306932


La red Cáritas en Haití ha puesto en marcha una respuesta de emergencia tras el terremoto ocurrido en Haití el 12 de enero. El seísmo de 7´3 grados en la escalas Richter sacudió la capital haitiana con 3 réplicas destruyendo cientos de edificios. La respuesta de la red Cáritas está siendo para dar apoyo a las víctimas de la catástrofe. Entre las acciones de emergencia se incluyen albergues temporales, distribución de alimentos y kits de higiene y apoyo espiritual. En una segunda fase se contempla la reconstrucción de infraestructuras.Y EN LAS CUENTAS DE LAS CÁRITAS DIOCESANAS