Friday, July 21, 2017

Pensadores que prefieren callar

Veintitrés siglos después de que Platón afirmara que la filosofía es el empeño por la búsqueda de las últimas verdades de la realidad, un alemán llamado Inmanuel Kant (1724-1804) dedicó su vida entera a llegar a la conclusión de que la razón humana no puede alcanzar el conocimiento de Dios, ni del alma, ni del sentido del mundo. Se trataría de cuestiones que tan solo son planteables  a través de la voluntad y la fe.  El influjo de este filósofo ha sido muy profundo en el panorama intelectual de los siglos XIX y XX.



Ludwig Wittgenstein (1889-1951), un original filósofo austriaco, se vio influenciado por la filosofía kantiana. Para Wittgenstein, la filosofía debería reducirse a hacer del lenguaje un conjunto de expresiones lógicas, de las que pudieran servirse el conjunto de las ciencias . Las preguntas significativas son aquellas, según él, que pueden ser comprobadas en la experiencia. Todo lo demás es una especie de "quiero y no puedo". Dentro de un empirismo notorio, este autor quiso justificar el abandono de la metafísica. Pero, curiosamente, en su famosa obra "Tractatus" no hizo más que escribir frases no significativas, según sus propios planteamientos. Nos dijo, contra lo que cabría pensarse en principio de él , que la reflexión sobre Dios, el alma y la moral era lo más importante del ser humano. A todas estas grandes cuestiones las englobó en lo que llamó "la esfera mística": se trataría de temas clave para el hombre, pero a los que racionalmente o científicamente no se puede llegar. Para Wittgenstein, no podemos tener una visión panorámica y global de la historia del universo. Como no tenemos la visión del conjunto, no podemos saber bien cuál es el valor de cada parte, ni la de nuestra propia vida. "Dios no se revela en el mundo", es una de sus afirmaciones. Por eso, de los grandes temas metafísicos no cabe un conocimiento cierto y afirma que "de lo que no se puede hablar mejor es callarse".

Para Wittgenstein, como para Kant, hay una prioridad del pensamiento sobre la realidad. Un pensar encerrado en sus propias fronteras, sin una aduana que permita la entrada racional en la propia alma. El mundo es el conjunto de hechos empíricos que puedo interpretar con mi pensamiento. Pero el mundo no me permite llegar a Dios, y por esto no es un lugar de realización personal. Por esto este autor afirma que "hay que arrojar el mundo al cuarto de los trastos".

Wittgenstein lleno su "Tractatus" de frases metafísicas, no significativas, según él. Reconoce que su propia obra es un sinsentido. Pero su defensa ante esta contradicción interna de su sistema, radica en sostener que esto no hace más que poner en evidencia lo que el hombre es: un ser que se plantea problemas sin solución. La filosofía metafísica fue un noble intento, pero vista su inviabilidad hay que conformarse con reducir la filosofía a lógica del lenguaje, al servicio de las demás ciencias, según este autor.

Esta especie de nostalgia inalcanzable respecto a lo infinito tiene un cierto atractivo acomodaticio y sedante, pero conviene analizar si se sostiene con la lógica. La versión empirista o exclusivamente material de lo significativo reduce este concepto. Por ejemplo: un dolor es significativo, pero también lo es, incluso más, la manera personal de afrontarlo. Afirmar que sólo es significativo lo visible, contante y sonante, supone arrojar del campo de la razón a cualquiera interpretación  de los hechos: arrojar a la razón de sí misma. Por otra parte, el predominio del pensamiento sobre la realidad enajena al hombre de su propia identidad. Puede ser más evidente el "pienso luego existo" de Descartes, pero lo más verdadero es que porque existo pienso. En cierta ocasión un estudiante dijo a Chesterton: "yo no sé si soy, sólo intuyo que soy"; a lo que el escritor inglés respondió: "pues no pierda esa intuición, muchacho".

El hecho de que no tengamos una visión panorámica del espacio y del tiempo no hace viable la interpretación puramente subjetiva de cualquier parte de la historia. En un periodo de tiempo y de espacio puedo percatarme de que hay primeros principios y leyes válidas para todo momento y lugar, que son condición necesaria para la existencia de la propia realidad. No hace falta irle dando un guantazo a diversos congéneres nacionales o extranjeros para experimentar una reacción igualmente desagradable.

Posteriormente Wittgenstein comprobó la dificultad o imposibilidad de convertir el lenguaje humano en lógica y centró sus esfuerzos en hacer estudios sobre los diversos sentidos circunstanciales del lenguaje, identificando el sentido de una palabra con el uso concreto que se hace de una palabra en un momento determinado. Sobre esta postura trata su obra Investigaciones filosóficas. Wittgenstein sostiene de nuevo una versión relativista del mundo.

Los principios de la realidad son más sólidos de lo que Wittgenstein pensaba. Si digo que todo valor es relativo, sostengo como dogma que todo es relativo. Es como sí dijera como verdad absoluta que "no existe la verdad", y entonces Wittgenstein volvería de nuevo a quedarse callado. Lo que no puede negársele es su sincero intento por llegar a lo que se puede expresar de la verdad. Sin embargo, compartiendo con este autor que hay ciertos aspectos inefables de la existencia, la razón es un medio para conocer cada vez más aspectos de una verdad mucho más grande que nosotros mismos.


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