Friday, July 21, 2017

La misión humana

El arte contemporáneo busca nuevos modos de expresión. Lo que ya ha sido hecho, y en ocasiones magistralmente, parece que ya no supone un reto. Es muy propio del ser humano buscar un estilo propio, diferente, que marque el perfil de la propia personalidad en varios aspectos de la vida.

Podemos buscar una versión distinta de la originalidad, atendiendo a la raíz de la propia palabra: el origen. El propio hogar, o la patria chica, son lugares en los que el espíritu propio se expansiona y se siente a gusto consigo mismo. Hay todavía orígenes más profundos de la personalidad: el filósofo Antonio Millán Puelles, en su obra "La estructura de la subjetividad", afirma que el hombre tiene una tendencia a abrirse al mundo, especialmente a los demás, y otra tendencia opuesta a cerrarse en sí mismo. De que la primera tendencia venza a la segunda, depende el triunfo personal en la vida. Valiéndonos de esta apretada síntesis de la citada obra, la persona que habitualmente piensa en los demás es verdadera y profundamente original.

Pensar en los demás supone un rótulo necesario para cualquier publicidad comercial. Otra cosa es hacerlo vida propia, y asumir los riesgos que esta actitud conlleve. Por otra parte, no se trata de una mera opción o tendencia, sino de un hábito que supone esfuerzo cotidiano. La capacidad de comprensión de las personas y de las situaciones exige una cierta superación de nuestros esquemas iniciales, sin renunciar a nuestra identidad. Además, ponerse en el lugar de la realidad, y especialmente de nuestros semejantes, es un ejercicio de inteligencia.

La cuestión de la que estamos tratando implica una actitud de la inteligencia, de la voluntad y del corazón. De estas dos ultimas facultades habláremos más adelante. Ahora vamos a insertar esta apertura, a la que hemos denominado originalidad, en un contexto universal. Cuando algunos pensadores, antiguos y modernos, afirman que "todo es relativo" no les falta parte de razón. Pero una de las insuficiencias de la máxima relativista es: ¿relativo...a qué? Las cosas y las personas nos relacionamos unas con otras. Nuestro árbol genealógico se pierde en los arcanos de la historia, pero su savia está en nosotros mismos. El ser humano, por su carácter racional, puede saberse en conexión no sólo con el universo presente, sino con la historia que sustenta el hoy. La misma esencia de cada cosa es relacional. La “respectividad” es una seña de identidad de los seres.

Es lógico aceptar  la existencia de un primera causa para sostener a las causas segundas y a los efectos últimos. Es concluyente deducir que los seres no necesarios dependen de uno primero que, al no poder proceder de la nada, tiene que ser necesario por sí mismo. Si la pluralidad de seres del universo se relaciona de maneras múltiples, es porque algo mantiene la red de conexión de sus existencias.




El ser humano, a diferencia de otros, puede contemplar el universo y hacer valoraciones del mundo. Puede cerrarse en su yo, que termina por desmoronarse en un mundo traicionero e inhóspito, o abrirse a la inmensidad de lo real y encontrar ahí un hogar. El hombre puede darse cuenta de que el mundo es una relación entre sus partes respecto a su origen causal. De este modo, la persona se descubre a sí como relación, como una misión propia respecto de sus semejantes. De esta manera humaniza al mundo, creando lazos de interdependencia, desde la familia hasta la sociedad, esforzándose por vivir la amistad y la justicia. La persona original es la que se sabe vinculada a su origen más profundo en el que descubre una misión propia relativa a los demás, que llena su vida de sentido.


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