Sunday, July 23, 2017

Persona y fiesta

Un tipo divertido escribía en la dedicatoria de su tesis doctoral: " A todos mis amigos, sin cuya ausencia hubiera sido imposible hacer este trabajo".  Las relaciones de amistad son fuente de esfuerzos y de alegrías. Aristóteles afirmaba que sin amistad el hombre no puede vivir. Estamos "conectados en red" con nuestros familiares y amigos, y también con todo el mundo. Lewis dijo en su libro "Los cuatro amores" que "cada amigo me revela parte de mi yo". Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, afirma que " las victorias de mis amigos son también mis victorias". Los espíritus de las personas están relacionados, se afectan unos a otros para bien y para mal.


Cuando estamos en una reunión grata con familiares y amigos, donde el tiempo pasa volando, no somos menos nosotros mismos sino todo lo contrario: nuestro yo se enriquece, lo pasa bien, es feliz. La relación humana no nos es algo accidental, sino nuclear. Se ha dicho que la clave de la felicidad está en la calidad de las relaciones humanas, y seguramente es verdad. En el fondo de mi yo están de algún modo los seres que aprecio, dándome plenitud, y también los seres que desprecio, royendo mi alma. Por esto no trae cuenta despreciar a nadie.



En cierta ocasión un alumno hizo una pregunta filosófica, un tanto espesa, a un profesor: " el hombre tiene alma y cuerpo, podríamos decir que tiene el número dos. Dios es tres personas, su número es por tanto el tres...¿Cómo puede pasar el hombre del dos al tres?" El profesor respondió inmediatamente: " el tres son los demás, la bendita fraternidad cristiana".



En su novela Manalive, Chesterton habla de un profesor de filosofía escéptico que sermoneaba acerca del sinsentido de la vida. El protagonista del libro, un experto tirador, secuestra al triste profesor, le ata, y le tirotea. No le mata, porque todos los tiros tan solo remarcan la silueta de la víctima, que grita desconsolada y corre despavorida, tras ser liberado, con unas intensas ganar de vivir. Es verdad que no siempre es fácil festejar la realidad, aunque hay quien procura hacerlo a diario con mayor o menor fortuna. Pero de vez en cuando, encontramos sobrados motivos para celebrar la existencia y reunirnos con quienes apreciamos. Entonces nos encontramos con los demás y con nosotros mismos.



Muy distinta es la fiesta que tan solo busca la evasión de la realidad, no su celebración. Pueden darse risotadas y goces, frecuentemente al lado de extraños, pero se trata de algo que no ennoblece. Sí la diversión es un mero escapismo de la realidad, esos momentos dislocan la propia biografía, la persona pierde personalidad y sentido. Sí la fiesta del sábado no ayuda a vivir mejor el lunes, tal festejo no es energía para vivir mejor, sino fardo que apesadumbra.




Las personas con esperanza hacen acopió de los días, hasta llegar a las fiestas familiares y sociales que jalonan el año. Un nacimiento, un cumpleaños, una boda, son esos nudos fuertes sobre los que se borda el paño de la vida. De vez en cuando llega la muerte, que parece una bofetada infame a todo sentido de celebración. Sin embargo, la muerte tiene un sentido positivo, como comenta el filósofo Rafael Alvira en su libro " La razón de ser hombre". Este autor explica que sin la muerte daría igual hacer una cosa bien o mal, hacerla hoy o mañana, o no hacerla. La muerte da sentido a las acciones de la vida. Pese al doloroso trago de la muerte, ella nos enseña que no vivimos aquí definitivamente. El final de la vida de un ser querido, sobre todo cuando es imprevisto y en edad joven, nos desgarra. Entonces no hay alternativa: o el mundo es un gran engaño donde toda fiesta es pura evasión; o no vivimos en una vida definitiva, sino que nos encontramos en una víspera de lo que será una gran fiesta, para quien se haya hecho merecedor de ella. Sí la muerte no tiene sentido, la vida tampoco lo tiene. Pero el sinsentido radical, como ya dijimos, es tan imposible como la cuadratura del círculo. La lógica da la razón a la fe.

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