Sunday, September 26, 2021

Nuevo proyecto de ley para penalizar a los que defienden la vida humana

Se ha admitido a trámite un proyecto de ley español para penalizar a las personas que ofrezcan información a las mujeres que acuden a una clínica abortista, animándolas a que cambien de opinión y tengan a su hijo que viene de camino. Pienso que el asunto se podría ver desde el ángulo opuesto: supongamos que hay personas muy convencidas de la bondad del aborto como fuente de libertad para las mujeres. Deciden ponerse algunos días en las inmediaciones de centros de ginecología y maternidad. En la calle, tan solo pretenden informar del aborto como alternativa a la maternidad. Pero resulta que hay un gobierno pro-vida que ve con malos ojos esa información. Hasta tal punto que se va a hacer una ley para multar, incluso encarcelar, a los activistas pro-aborto. ¿Qué pensarían los penalizados de tal gobierno? ¿Cómo se sentirían?... Considero que este argumento es válido para valorar el nuevo proyecto de ley, contra los que aprecian la vida del todavía no nacido, como intolerante, opresivo y dictatorial.


José Ignacio Moreno Iturralde.

Saturday, September 25, 2021

Cantidad y cualidad: la distinción que hace posible la vida


Algunos identifican lo cualitativo con lo cuantitativo: a fin de cuentas, cambiar de color o de sonido puede ser cuestión de apretar más o menos un botón. Pero lo que no acaban de entender estos materialistas es a la propia materia. Los griegos cásicos, con su buena dosis de sentido común, se dieron cuenta de algo elemental: el orden de la materia es inmaterial. Las piedras pesan lo mismo arrinconadas, que ensambladas con maestría en un acueducto. Pero qué diferente es su resultado cualitativo. Otro ejemplo: los componentes bioquímicos separados se comportan de un modo muy diverso a los conjuntados prodigiosamente por un programa de vida, que ni siquiera google puede llevar a cabo.

La distinción es clave para acertar en la vida, incluso para que la vida pueda existir. No es lo mismo el norte que el sur, el este que el oeste, el verdadero amor bueno que el falso amor malo, la conducta ejemplar y la depravada. Es diferente ser abuelo que nieto, padre que hijo, hombre que mujer. Si todo se identificara por una pretendida igualdad, donde el materialismo se identifica con el relativismo, desaparece la pluralidad de la vida. 

La libertad humana es algo que nos hace ser más que materia. Pero la libertad de algunos pretende destruir el orden de la materia, como si ésta fuera algo construido y dominado enteramente por ellos. Sin embargo, la libertad está afiliada a la realidad, como una hoja a su árbol. Si la hoja se arranca del árbol tiene una libertad que la conduce a la muerte.

La igualdad está precisamente en el orden de los distintos y cualitativos modos de ser o naturalezas (vegetales, animales, etc), de los que cada individuo participa de un modo diverso. Todos los seres humanos tenemos una igualdad de dignidad y derechos; precisamente porque tenemos una misma naturaleza. Si se deconstruye la naturaleza humana, el abuso y la desigualdad están servidos.

Algunas ideologías pretenden exaltar unos valores, desgajándolos de su realidad natural. Lo más patético del igualitarismo materialista es su vehemencia para atacar cualquier disenso a sus creencias. Su libertad exaltada busca una igualdad sin fronteras, negando otras libertades que solo piden respeto al orden de la vida. Al no entender la materia, el igualitarismo extremo cae en la cultura de la muerte, algunas de cuyas manifestaciones son el aborto y la eutanasia. Precisamente por no saber distinguir entre la cantidad y la cualidad, cuya combinación hace posible toda vida, entre las que destaca la humana.

 

José Ignacio Moreno Iturralde 

El drama de un profesor veterano

Cuando las décadas superan los dedos de una mano, un profesor puede sentirse cansado. Las energías no son las de antes y, sin embargo, la chavalada renueva sus fuerzas año tras año. En el docente mayor hay más experiencia, pero otras habilidades idiomáticas o tecnológicas pueden ser inferiores a las de profesores que irrumpen con toda la fuerza de su juventud y creatividad. El día a día pesa, con su apretado horario lectivo, y con todo lo que solo un profesional de este sector sabe que hay que aguantar. Los sueldos en educación no son motivo de mucha algarabía; las vacaciones hemos de reconocer que sí. Sin embargo hay otra cuestión distinta, un cierto drama del que quisiera hablar.

Al salir al recreo, los niños lo hacen con la algarabía de la mañana. Luz, sol, o tiempo nublado, juegos, alegría de vivir. Su ilusión y felicidad se expanden por el universo. En esto, los infantes son sabios. Los adolescentes, con sus divertidos o exasperantes aspavientos, resultan paradójicos: toda su problemática es resultado de una caótica y hormonal salida de la infancia en búsqueda de una nueva personalidad. Posteriormente, una mayor madurez les centra en la búsqueda de unos estudios que se conjuguen con sus futuras competencias profesionales. En todos estos procesos, el profesor es una pieza clave. Quizás pocos se lo dirán y le valorarán; esto es parte de la grandeza de ser profesor. Pero no radica aquí, a mi entender, el problema principal.

Han sido muchos los días donde ha faltado más alegría, más buen humor, más garbo y preparación para dar unas clases verdaderamente magistrales, ahora que tanto se las minusvalora. Este es un drama importante: lo que se pudo hacer mejor y no se hizo, por falta de vivir con sencillez un nuevo día, por cenizo, quejica, incompetente, o por lo que sea. Pero se trata de algo que tiene arreglo y conviene enfocar adecuadamente: no sería justo hacer una enmienda a la totalidad. Se han hecho muchas cosas bien; se ha soportado mucho; y también se ha disfrutado muchísimo. Además, ahora, a la vuelta de los años, desde la grandiosa panorámica que se divisa siendo un simple profesor, se observa la enorme proyección de lo escrito en las almas de los alumnos: palabras de ánimo, de esperanza, de futuro, para que ellos y ellas corran, y corran bien, la carrera de la vida. Entonces, uno lamenta no haberlo hecho mejor, pero ese drama se convierte en una alegría fantástica: haber dedicado la vida a enseñar, a contribuir a que cada joven encuentre su estrella de paz y de victoria. Unas estrellas que hacen adivinar un cielo eterno, pletórico de sentido y de alegría compartida. 

La verdad es que aún no ha terminado la historia, así que conviene buscar buenos aliados: los tiempos en familia, quizás el fútbol, y por supuesto algunas cañas con los amigos.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

 

Saturday, September 18, 2021

La paradoja del amor propio

A veces hay cosas que nos sacan de quicio: acciones y palabras de personas, que nos ofenden profundamente. Es lógico que entonces nos indignemos, lo pasemos mal y quizás tomemos algunas medidas concretas. Pero otros acontecimientos más leves nos pueden provocar también un enfado considerable que, tras unos días o meses, se transforma en una carcajada. Siendo el amor propio algo necesario… ¿por qué se hincha, a veces, tan desorbitadamente? 

Nuestro amor a un buen plato de cocina es posesivo, el propio que se tiene por una cosa apetecible. Pero las personas no somos cosas. Por esto, no se puede amar a una persona con una afectividad posesiva, de dominio. Si se hace así, pronto se produce una reacción de rechazo porque tal amor es un engaño. Solo se puede querer a las personas desde el respeto a su identidad y con el afán de quererlas por sí mismas, buscando su bien. Si esto sucede en el amor a los demás, quizás ocurre algo parecido con el amor propio. No podemos querernos como objetos de posesión. Somos personas y estamos hechos para darnos: sólo así seremos capaces de tener un ordenado amor a nosotros mismos.

El cristianismo nos explica que los exagerados deseos de dominio sobre los demás, y sobre nuestro propio yo, son una secuela del pecado original: el elegir el amor propio y rechazar el amor a Dios y, por tanto, a nuestros semejantes. Por esto, la humildad es una virtud clave que hemos de pedir y ejercitar.

Si tenemos un gran motivo para vivir, y todos podemos encontrarlo, no nos importará enjugar muchas lágrimas, dando apoyo y ánimo a otros. Para esto es necesario tragarse el orgullo, como un avestruz se come una piedra. Aunque sea desagradable esa digestión, sus resultados son más beneficiosos que los de un buen almuerzo. El mal orgullo es una cosa nefasta, y se puede tragar. Nuestro auténtico yo no es una cosa poseída, sino que está en nuestro ser personal abierto a las necesidades de los demás.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, September 11, 2021

El mensaje del ruiseñor


Un hombre solía sentarse en una habitación, algo aislada, de su casa. Era un espacio grande, con ventanales abiertos, donde entraba la luz a raudales. Allí dedicaba ratos a recordar, reflexionar y rezar. Algunas veces, pocas, le invadía una paz fantástica, como de otro mundo. Era frecuente entonces que se oyeran, desde la calle, los discretos y melódicos trinos de los ruiseñores. Eran cantos de alegría, simpáticos. Pero pronto había que regresar a las múltiples tareas de nuestro agitado mundo.

Hace poco aquél señor daba un paseo por el campo. Se sentó en una piedra y, cuando estaba atardeciendo, se preguntaba acerca de un duro acontecimiento: ¿Por qué ha tenido que suceder? ¿Por qué ha fallecido una persona tan inocente a temprana edad? … En ese mismo instante comenzó a cantar un ruiseñor.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, September 05, 2021

Regresar a la casa de nuestros padres

La casa de nuestros padres nos trae recuerdos de alegrías expansivas y de nostalgias aún no totalmente resueltas. Aquellos ojos de la infancia que veían todo nuevo, con una ilusión mecida en la seguridad filial, se enfrentaban de vez en cuando con algún contratiempo, que se superaba en un periquete. El tiempo pasaba muy lento y la capacidad de disfrutar era muy grande.

Para algunos de nosotros, han pasado muchos años desde aquella época dorada. Hemos ido eligiendo nuestra vida, y también el modo de vivir lo que muchas veces no hemos elegido. Nos han pasado cosas grandiosas y acontecimientos difíciles.

Ahora, pese a tener experiencia, podemos mejorar mucho el arte de vivir. Lo más asequible podemos experimentarlo todavía a medio gas, en una sociedad llena de actividad y de imagen. Me refiero a aquellas cosas que experimentábamos con ojos de niño: lo normal de cada día. Si uno quiere, puede encontrar motivos más que suficientes para reestrenar la vida, para ver en nuestras circunstancias la casa de nuestros padres. Y si tal experiencia de la infancia fuera para alguno negativa, puede pensar en las personas que han sido o son para él o ella una familia querida.

Desde una profunda entraña filial, se puede contestar a lo precario y costoso, incluso a lo dramático, con entereza y valentía, aunque a veces el ánimo esté bajo. Solo es posible hacerlo desde la humildad y la gratitud, a pesar de los pesares. Podemos, en definitiva, pedir a Dios la alegría interna y el salero de ver profunda y renovadamente las cosas que nos tocan vivir. Es algo que deseamos para todas las personas. Para esto hay que empezar por la propia familia, por los más cercanos. También hemos de ayudar en la medida en que podamos a los que peor lo pasan en este mundo; para que también ellos tengan la ilusión de vivir con esperanza.

 

 

José Ignacio Moreno Iturralde

Friday, September 03, 2021

Belleza y libertad interior

A veces es difícil razonar porque una cosa nos gusta más que otra. La belleza tiene algo de improviso, de deslumbrador, que no afecta a todos por igual. Sin embargo, pueden trazarse algunas líneas generales. Por una parte, la belleza tiene que ver con la armonía. Una deformidad no suele ser vista como algo agradable. La armonía tiene que ver con la relación de algo con su entorno. Una persona que sabe llevarse bien con quienes convive tiene, sin duda, un comportamiento atractivo.

Por otra parte, el bien es la condición metafísica de la belleza. Algo puede ser atractivo, pero si su búsqueda supone un desorden, un error, se trata de un engaño. Un mal es un bien desordenado, y una falsa belleza puede inducirnos a ese mal, para luego quitarse la careta y mostrarnos el núcleo de fealdad que tenía dentro.

El conocimiento estético parte de muchas experiencias y razonamientos concretos. Es un conocimiento intuitivo, parecido al que tiene una madre cuando con solo mirar a su hijo sabe que le ocurre algo. El amor sabe descubrir la verdad y la belleza que contempla.

Entre todos los tipos de arte, el más asequible y el más difícil es el de la propia vida. Tener una conducta agradable, positiva, generosa y animante es algo tremendamente atractivo y bello.

Por otra parte, es bueno ser capaz de detectar bellezas más profundas. Detrás de la apariencia de una persona enferma o anciana, puede verse la belleza interior de alguien que sabe sonreírle a la vida, a pesar de sus dificultades. Esto es algo conmovedor, un efecto propio de la belleza. Es preciso ejercitarse en saber valorar bellezas más altas que remiten a comportamientos humanos llenos de libertad interior y de superación de adversidades.


José Ignacio Moreno Iturralde

Thursday, September 02, 2021

El tercer grado de conocimiento

Nos resulta natural ver las cosas en tres dimensiones y a colores. Junto a este conocimiento descriptivo, podemos llegar a otros grados de abstracción o conocimiento para entender mejor la realidad. Un ejemplo es el matemático, de indudable interés y utilidad. Siguiendo a Tomás de Aquino, existe también el conocimiento metafísico. Este último nos hace considerar el ser de las cosas. Puede parecer algo inútil y, sin embargo, se trata de algo muy real. Por ejemplo, la metafísica afecta a la comprensión de nuestra propia identidad. Los seres humanos podemos entendernos como espirituales y corporales al mismo tiempo. No es infrecuente, sin embargo, la postura contraria: considerar al psiquismo y a los afectos como una simple derivación de lo corporal. Siempre se nos plantean las mismas preguntas: ¿se reduce la libertad personal a impulsos eléctricos neuronales? ¿El amor a mi madre es algo exclusivamente fisiológico? Los que consideramos que lo corporal no explica todo, lo hacemos desde la convicción de que solo un ser con alma racional es capaz de dudar si realmente la tiene. No parece que ningún otro animal sea capaz de tales reflexiones.

La metafísica es también el camino para la demostración racional de la existencia de Dios. Solo una consideración de la gradualidad de perfecciones en los seres, de sus causas y primeros principios, puede hacer que partiendo de lo sensible lleguemos a entender la existencia de una realidad que va más allá del mundo físico. Sería algo así como estar en un lago lleno de luz y considerar que esa luminosidad procede de más allá de la superficie del agua.

La metafísica nos hace levantar el periscopio racional, reflexionando sobre aspectos reales más allá de la esfera sensitiva. Es interesante observar cómo este estudio nos hace también entender con más profundidad lo puramente físico. Pero, ante todo, nos eleva a una comprensión más profunda   del sentido de nuestra propia existencia.


José Ignacio Moreno Iturralde

Wednesday, September 01, 2021

Racionalidad: ponerse en el lugar de la realidad

 

Parece evidente que es el sol el que gira alrededor de la tierra; pero sucede exactamente lo contrario. “Resulta que es al revés” es una frase extraordinariamente importante para conocer la vida y, también, la función del pensamiento. Muchos descubrimientos científicos han sido consecuencia de la observación atenta de la realidad, y de una posterior reflexión.

Salir de nosotros mismos es algo propio de la racionalidad. Ponerse en el lugar de los demás, aunque a veces nos cueste, nos hace mucho más humanos. Claro que hemos de tener en cuenta nuestros sentimientos y pensamientos, pero el espíritu humano es capaz de trascenderlos y ponerlos en función de la realidad exterior a nosotros mismos. Esto no niega nuestras capacidades, antes bien las perfecciona. Tras este realismo, seremos más capaces de aportar cosas personales humanamente valiosas.

Respecto a la interpretación de la existencia, es interesante la idea de Viktor Frankl de que más importante lo que yo espero de la vida, es lo que la vida espera de mí[1]. La vida tiene un núcleo de paradoja a diversos niveles. Por ejemplo, el sufrimiento es, frecuentemente, una ocasión de aprendizaje. Un contratiempo o una enfermedad pueden modificar para bien nuestra escala de valores, haciéndonos más humildes y comprensivos, si queremos optar libremente por esta sabiduría.

En la familia se puede ser más feliz cuando uno procura la felicidad de los demás por encima de la propia. Y en muchas otras relaciones humanas también sucede lo mismo. Pensar en los demás y actuar en consecuencia no solo es una actitud generosa, sino que también es inteligente.

A la hora de educar es importante que el profesor intente ver las cosas con los ojos de los alumnos y de sus familias. Evidentemente no se trata de poner sobresaliente indiscriminadamente a todo el mundo, sino de entender sus puntos de vista para ayudarles mejor a cumplir con sus responsabilidades y aspiraciones. Cuando un alumno se sabe comprendido se encuentra en la disposición óptima para querer aprender.


José Ignacio Moreno Iturralde



[1] Cfr El hombre en busca de sentido, Frankl, V. Herder. 2015