La
película "Qué bello es vivir" muestra que a su protagonista, George,
tras estar al borde de la desesperación por una serie de infortunios, se le
descubre el sentido de su vida desde fuera de sí mismo, desde los demás. Un
conjunto de dificultades le impedían ver todo el bien que había hecho a mucha
gente, hasta llegar a estar a punto de suicidarse. Un curioso y providencial
personaje, Clarence, hace ver a George lo que la vida de su ciudad
hubiera sido sin él: un lugar de personas tristes y egoístas, donde cunde
el vicio y la injusticia. La percepción de su situación cambia entonces
radicalmente, y George vuelve a tener un impetuoso deseo de vivir y de ver a su
familia.
No se trata solamente de una película sentimental y animante. Este relato sirve
para descubrir que el sentido de gran parte de nuestra vida nos ha sido dado
sin pedirnos permiso, empezando por el día en que nacimos. Se trata de la pura
realidad humana. Desde hace siglos se insiste en la importancia de la autonomía
y de la capacidad de autodeterminarse, algo de importancia indiscutible; pero
si el globo de la autoconstrucción personal se infla demasiado puede estallar
y, en el menos grave de los casos, llevarnos a hacer el ridículo. Chesterton
afirmaba: "al que se enamora de si mismo no le envidio en el
cortejo".
Los sentidos, la inteligencia, la voluntad, y el corazón se activan gracias a
la realidad exterior a nosotros. Por otra parte, la máxima de Descartes
"pienso luego existo" es una frase incompleta; "pienso algo,
luego existo", es una afirmación más certera. Esta vivencia se pone de
manifiesto de modo tonificante, cada mañana, al sonar el despertador.
Víktor Frankl, en su tremenda experiencia de Auschwitz relatada en su libro
"El hombre en busca de sentido" afirma que es más importante lo que
la vida espera de uno que lo que uno espera de la vida. Frankl plantea la
realización personal como la consecuencia indirecta de asumir la realidad que
nos toca vivir. Esto no supone un conformismo negativo, sino una forma positiva
de afrontar los problemas de una realidad que nosotros no hemos elegido.
Mucho se habla en los países de Occidente sobre el término "vida
lograda". Tener una buena familia y una satisfactoria situación laboral,
son bienes muy valiosos que casi todos deseamos. Pero qué podemos decir a
los enfermos graves de cáncer, esquizofrenia o depresión. Qué respuestas
podemos ofrecer a los que no pueden valerse por sí mismos, física o
psíquicamente. Qué sentido tiene la muerte de una persona joven, o el asesinato
de los inocentes. ¿Es que sólo triunfan los que se lo merecen?... Sabemos que
no es así. Incluso, con frecuencia, consiguen éxito personas de baja talla
moral. Alguien escribió con acidez que "para triunfar en la vida no basta
solamente con ser un necio, es preciso además tener buenos modales". Esta
afirmación, desde luego, es sesgada e injusta; pero se cumple en algunos casos.
Lo que resulta patente es que el mundo no tiene un
sentido completo en sí mismo: o algo superior cuadra las cuentas pendientes, o
la vida es una tómbola absurda. ¿No podría ocurrir esto último? Puede
plantearse la cuestión afirmando que definirse al respecto depende de una libre
opción personal, pero puede decirse algo más. El absurdo no tiene consistencia
para generar la existencia. Pensar que las atrocidades que suceden en el mundo
no tiene una respuesta trascendente es un grave e inhumano error de cálculo.
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