Se ha dicho que la familia es el
lugar donde se quiere a cada uno por sí mismo. La familia es algo que se deriva
de la propia naturaleza humana. Un chico o una chica ,que han recibido cariño y
educación de sus padres, son jóvenes con referencias sólidas. Un hijo o una
hija, queridos y educados, son personas con raíces y con capacidad de responder
de un modo creativo a los requerimientos y circunstancias de su propia vida.
Por el contrario, una persona nacida en una familia desunida, o sin familia, es
alguien con un notorio problema personal. Su necesidad de cariño ha sido lesionada. Su capacidad de ser feliz
es lógico que disminuya. Le será más difícil entender el mundo como un lugar de
realización personal. De todos modos, si se logran superar estos inconvenientes, buscando ayuda y dejándose
ayudar por quien sea digno de confianza, se puede alcanzar un alto grado de
madurez y de estabilidad afectiva.
La
familia es un lugar de amor porque es un lugar de entrega. Sin embargo, hay
quienes ven con recelo los compromisos familiares porque piensan que la familia
se puede oponer a la realización personal. Ante esto, puede recordarse una idea
de Víctor Frankl en su obra “El hombre en busca de sentido”: la realización es
un proceso indirecto del hecho de asumir la realidad. Es decir: si asumes las
responsabilidades que eliges, o te tocan, es cuando te realizas. En la familia,
hay muchos aspectos que uno no ha elegido.
Sólo se
puede amar desde la confianza. Existe una frase interesante de la sabiduría
popular al respecto: “el amor nunca pasa y si pasa no es amor”. El amor de una
pareja “a prueba” es esencialmente distinto al amor matrimonial, donde cada uno
se juega por el cónyuge toda su vida. No es igual entregarse de por vida al
otro, que dejar espacio a la posibilidad de irse cuando cualquiera de los dos
quiera.
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