Saturday, July 15, 2017

Respetar la vida humana del no nacido

La dignidad humana ha de entenderse sobre todo como un don. De no ser así la igualdad entre los hombres no tendría ningún fundamento. La persona humana sólo puede entenderse como un don, pese a sus defectos, porque si no se cae en su interpretación utilitarista, en la indiferencia o en el desprecio para con ella. Los hijos no son un objeto al que se tiene derecho, no son un producto.

No se pueden producir hombres porque esto hace que se puedan manipular como objetos. Las técnicas de fecundación artificial no respetan la unidad del aspecto unitivo y procreativo de la sexualidad humana. Con el pretendido fin bueno de dar un hijo a quien no puede tenerlo, se producen hombres. Sólo algunos embriones saldrán adelante; los demás quedarán congelados con el  nombre de “embriones sobrantes”. El ser humano, en sus primeros estadios de vida, queda relegado injustificada e indignamente a la condición de objeto. Los embriones son seres humanos por tener un programa de vida que despliega actos humanos y tiene ya la capacidad de hacer otros más adelante; es algo parecido a lo que le ocurre a un enfermo grave.

Con mayor motivo, se puede llamar la atención contra la práctica del aborto voluntario que supone la supresión de la vida del nonato. Con todos los atenuantes que puedan existir, esta práctica provoca la muerte de un ser vivo humano indefenso en el seno de su madre.

La clonación de embriones humanos con fines terapéuticos supone un paso más en la fabricación de embriones, considerando a estos seres humanos embrionarios como un banco de tejidos. El hombre se puede estar convirtiendo en un objeto para el hombre.

A los que consideren exageradas estas reflexiones se les pueden ofrecer muchos argumentos biológicos, filosóficos y morales. Algunos aparecen  a lo largo de estas páginas. Ahora diremos sólo dos cosas de sentido común: en primer lugar cualquiera de nosotros hemos pasado por idéntico estado embrionario. Por otra parte, si no se respetan y valoran las etapas de la vida humana de mayor dependencia y necesidad es difícil  valorar y respetar el resto de la vida humana.

Christopher Tollefsen, Robert P. George, los autores del libro “Embrión. Una defensa de la vida humana”[1] realizan una defensa de la humanidad de los embriones y del respeto que merecen sus vidas. El libro comienza contándonos el siguiente relato: Noé Bentom Markham estuvo a punto de morir en septiembre de 2005, atrapado en un hospital inundado en Nueva Orleans, durante la furiosa tormenta del Katrina. Varios policías utilizaron barcazas para rescatarlo y dejarlo fuera de peligro. Dieciséis meses después nacía felizmente. Noé era un embrión humano congelado en nitrógeno líquido junto a 1.400 embriones más. Los agentes de policía no los abandonaron. Por este motivo Noé pudo nacer el 16 de enero de 2007.

La argumentación del citado libro se basa en la ciencia embriológica y en la filosofía. Los autores sostienen que cada embrión humano es un individuo de la especie homo sapiens. Un individuo con un código genético propio, distinto a cualquier célula de la madre o del padre. Con minuciosos detalles se describe la configuración del embrión humano y su prodigioso desarrollo. El inicio de la vida se sitúa en la fecundación, cuando un espermatozoide penetra en el óvulo y comienza la interactuación y fusión de los gametos masculino y femenino.

En el caso de la gemelación, un nuevo embrión ha gemado a partir del primero. La individualidad no siempre lleva consigo indivisibilidad. La unidad del embrión se pone de manifiesto también en sus objetivos: alcanzar el útero materno para implantarse en él, desarrollar el embrioblasto (el nonato) y la placenta, así como preservar su unidad frente a amenazas diversas.

George, profesor de Jurisprudencia en Princeton, y Tollefsen, profesor de Filosofía en la Universidad de Carolina del Sur, abordan también el tratamiento que merece el embrión humano desde el punto de vista jurídico y filosófico. De su investigación filosófica destaca la idea de que cuerpos y mentes son parte de un mismo ser unitario. Las personas no somos realidades separadas de nuestros cuerpos. Afirman que “ser persona es ser un individuo con la capacidad natural básica de construir su vida mediante la razón y las decisiones libres, aunque dicha capacidad no pueda ejercerse de modo inmediato (como ocurre en alguien que está en coma), aunque falten semanas, meses o años para que pueda ejercerse (en el caso de un bebé, un feto o un embrión), o aunque dicha capacidad se vea impedida por la enfermedad o algún defecto (en el caso de personas con discapacidad seria)”.

Si somos personas tenemos derecho a que se nos respete desde que comenzamos a existir, desde la fecundación. Niño y embrión son simplemente dos maneras de referirse al mismo ser vivo en distintos estados de maduración. Por este motivo “la investigación letal sobre seres humanos incipientes es moralmente errónea y supone una vulneración de los derechos humanos. Respecto a la experimentación con embriones humanos abandonados, se dice que un cálculo utilitarista no hace buena una acción intrínsecamente negativa como es destruirlos.

Los autores formulan tres conclusiones. La primera es política: consideran inadmisible que la postura que defienden sea marginada del debate público, acusándola de ser confesional. Los autores utilizan argumentos científicos y filosóficos. Unos argumentos que pueden ayudar al Estado a cumplir una de sus principales misiones, la de proteger vidas humanas. La segunda es tecnológica: ofrecen sólidas alternativas a la utilización de células embrionarias –lo que supone destruir embriones– a través del empleo de células madre adultas , que ya han dado numerosos éxitos clínicos y no ofrecen reparos éticos. La tercera es cultural: proponen regular la generación de embriones humanos en procedimientos de fecundación artificial, para que las parejas no creen más embriones de los que puedan llevar a término de nacimiento.




[1] Una exposición más extensa puede encontrarse en Embrión, una defensa de la vida humana. Moreno, J.I. Aceprensa 18.12.2012

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