Friday, July 21, 2017

El pensamiento que da vida


El emperador Marcó Aurelio afirmaba que la vida tiene más de guerra que de danza. Cuando se pone el objetivo solo en la danza, no hablo de los profesionales de este arte, la vida da mucha guerra.

La vida de muchos niños es una existencia de felicidad mágica. Ellos son, sin duda, grandes maestros del vivir. Pero esa infancia, que Chesterton definía como "cien ventanales abiertos", se transforma con el paso del tiempo en un mundo difícil, con muchas puertas cerradas. Hay quienes llegan a considerar que hay que pensarse mucho si trae cuenta traer un hijo a este mundo... Menos  mal que sus padres no tuvieron tantos reparos.

Algún sabio comentó que los males del mundo provienen de la falta de moralidad y del exceso de ambición. Cuando campea la voluntad de dominio o poder, la historia nos ha demostrado lo bajo a lo que se puede llegar. Pero otras veces, lo que preside la conducta es un jovial materialismo, aparentemente moderado, que se quiere mover en los plácidos linderos del espíritu pagano. Sin embargo, en ese contexto, la endivia, la discordia y la enemistad están a la vuelta de la esquina. Sin duda existen muchas virtudes humanas en las relaciones personales de los jóvenes del botellón nocturno, pero pronto llega la mañana con sus amargas responsabilidades. A la magia de la noche sucede la luz de lo cotidiano, y muchos rostros muestran el desencanto de una vida que sólo encuentra el entretenimiento en ambientes esporádicos y, quizás, artificiales.

El descanso y la diversión con los amigos son necesarios para toda persona. Pero entusiasmarse con la vida es una tarea urgente que requiere afrontar la realidad con un conocimiento acertado y profundo. El conocimiento es algo de lo que no se puede prescindir. Desde la mecánica a la bioquímica, cada quien tiene que ejercitar su inteligencia en una tarea que redunde en beneficio de los demás y de sí mismo. Ese conocimiento, que termina en senderos profesionales, se abre al conocimiento y perfección de la convivencia. De mi valoración de las personas dependerá el trato que las dispense, y de ese trato dependerá mi verdadera valoración de ellas. Es decir, el conocimiento se avalora con las virtudes.

La gran alegría que puede tener el hombre no es una enajenación transitoria, sino que debería ser nuestra condición nativa, como afirma Chesterton. Sin embargo, como la actitud inicial del conocimiento es la humildad y la de la fraternidad es la entrega, la soberbia y el odio son las dos serpientes que se empeñan en devorar el corazón de la felicidad.

Conocer el sentido de la propia vida lleva a conocer el mundo y a trabajar en él. Así descubrimos los nombres de las cosas, y especialmente los de las personas. Nuestra palabra no es "performartiva": no crea de la nada. Pero, desde la paz y la seguridad interior, podemos decir palabras que ayuden a nuestros semejantes a sentirse y saberse con más ganas de vivir, contribuyendo a formar un mundo más humano. Este es el camino para afirmar la vida y para darla. Una vida a la altura del ser humano, una vida alegre, con significado y valor, aunque acompañen los dolores y las dificultades.

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