Tuesday, July 11, 2017

Inteligencia, voluntad y corazón

La inteligencia humana es una facultad del yo personal, íntimamente relacionada con la voluntad y con el corazón.

Siguiendo a Tomás de Aquino –que no hace muchas distinciones entre voluntad y corazón– diremos que entre amar a algo o a alguien o sólo entenderle, parece que es más satisfactorio amar. El amor completa más la felicidad del hombre. Amar tiende a unirse con lo amado; a hacerse uno con él.

Entender tiende a analizar: ¿Qué es esto o quién es éste?  Para saber lo qué es o quién es hay que estudiar sus aspectos, su diversidad dentro de su unidad, y así poder captar en qué consiste su realidad. Primero tengo que entender algo para poder quererlo. Aunque querer sea más pleno que entender, existe una prioridad de la inteligencia sobre la voluntad. Es importante que la inteligencia mande sobre la voluntad y que acierte con la verdad de algo porque solo así la voluntad podrá quererlo como un bien. De no ser así, puede equivocarse y elegir un mal con apariencia de bien. Por otra parte, la voluntad ayuda a la inteligencia a mantener el esfuerzo por entender. De hecho, cuando más se quiere a alguien o a algo mejor se le puede conocer, porque la voluntad exige a la inteligencia esta tendencia de comprensión.

Según Von Hildebrand, en su libro “El corazón”, lo dicho arriba es insuficiente: a la espiritualidad del hombre se la ha presentado con frecuencia como inteligencia y voluntad. El corazón parece haber quedado, durante siglos, marginado respecto a una reflexión racional. Por contraste, vemos la importancia vital de los sentimientos del corazón y observamos como en nuestra época, con frecuencia, toman un papel casi determinante en la acción moral. Puede que esto último sea otro error no menor que el anterior.

El corazón es el núcleo personal del hombre. En su corazón el hombre toma sus más íntimas decisiones y encamina su vida en una u otra dirección. Se ha dicho que el hombre vale lo que vale su corazón y que “el tú solo es accesible al amor”. Sin corazón no se puede vivir una verdadera vida personal, pero sólo con corazón tampoco. El corazón abarca ámbitos racionales y sentimentales. En el terreno racional el corazón puede iluminar u oscurecer el entendimiento de la inteligencia y las decisiones de la voluntad, ejerciendo sobre ellas una gran influencia.

A lo largo de este estudio diremos que el hombre es un ser para ser querido y para querer; y no por y para un amor cualquiera. En la película “Mejor imposible” un escritor con problemas psicológicos, que debería meddicarse, le dice un piropo a una amiga a la que quiere: “desde que te conozco tomo las pastillas”. Ella le responde diciéndole que no logra entender el piropo. Él aclara: “tú haces que quiera ser mejor persona”.

El corazón, como cualquier otra facultad humana, es activado desde fuera de sí mismo. Este carácter heterólogo (dependiente de otro/a) del corazón es fundamental. El corazón puede amarse a sí mismo, pero sólo amando a otras personas es como hace justicia a su naturaleza y da felicidad al hombre. El corazón afecta a todo el ser humano y, especialmente, al ámbito sentimental y emotivo. El corazón interviene desde el contacto con lo más inmediato y precario, como puede ser el desagrado ante una habitación desordenada, pasando por la interpretación de la belleza de una música, hasta lo más sublime de la entrega de la propia vida por un ideal noble. Sólo poniendo el corazón se puede vivir una vida realmente humana. Sin corazón no se puede vivir una verdadera vida personal, pero sólo con corazón tampoco.


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