La lógica de la existencia humana puede ser la de la gratitud. Nadie ha
elegido nacer, ni lleva en si mismo la necesidad de su existencia. La lógica
del mendigo, que agradece cuanto le dan, no sólo supone una buena actitud
mental sino que podría ser la actitud más realista. Nos acostumbramos a muchas
cosas, y eso hace que nos alejemos la verdad de nuestra condición: la del
regalo de una existencia para la que no hemos sido consultados.
Alguien podría
decir con razón que hay situaciones trágicas y duras que no se prestan
precisamente a la gratitud. Estas situaciones pueden llevarnos a la
desesperación y al absurdo, o a una humilde petición de sentido de lo que
ocurre aunque no se nos revele por completo. La primera posición no conduce a
nada bueno; la segunda si. La primera es comprensible pero no es razonable.
Intentaremos explicarlo de nuevo: si una
tragedia humana no tiene ningún sentido tampoco lo tienen otras situaciones. Si
el dolor del enfermo careciera de sentido moral también carecería de él la
salud del sano.
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