Friday, August 16, 2019

Asunción de la Virgen



La Solemnidad de la Asunción es muy sonada en España. Además de ser la onomástica de multitud de españolas, son innumerables los pueblos que la celebran como su fiesta patronal. El motivo es el tránsito de la Virgen al Cielo en cuerpo y alma, llevada por ángeles, como aparece en hermosos lienzos  de pintores prestigiosos, como los de Murillo y Ribera, por ejemplo. En la iglesia ortodoxa se celebra la Dormición de la Virgen, y en Elche, desde el siglo XV, el Misteri d'Elx en la Basíkica de Santa María, que está declarado Patrimonio de la Humanidad. Es un drama absolutamente cantado que representa la Dormición, Asunción a los Cielos y Coronación de la VirgenEn la concatedral de Madrid hay un relieve precioso de la Dormición de la Virgen. En el relato de sus visiones,  la Beata Catalina Enmerick cuenta que la Virgen avisó a los Apóstoles al acercarse su  final,  como le había pedido su Hijo en Betania, y que lo hizo mediante la oración. Cada uno se sintió llamado  y Tomás llegó tarde, después del Tránsito. La Iglesia no dice nada sobre la muerte o no de la Virgen; pero su Ascensión al Cielo es Dogma de Fe,  definido por Pío XII en 1950. Ella pudo decir como su Hijo en la cruz: “ Todo está cumplido”. La Inmaculada cooperó con la Gracia,  y su vida fue un canto de alabanza a Dios, lleno de amor y de agradecimiento. Su  amor era tan auténtico, que se vertía sobre los que la rodeaban, y, ahora, su actividad maternal  no cesa hasta vernos en su regazo junto a nuestro Padre Dios. La Lumen Gentium dice: “ María. Abanderada en la Fe, antecede con su luz al pueblo de Dios peregrinante como signo de ESPERANZA cierta y de consuelo”. 



Josefa Romo

Saturday, August 10, 2019

El inmenso panorama del hombre pequeño



Cuentan de Alejandro Magno que conquistó a mamporro limpio un gran  imperio, sin perder una sola batalla. A la vuelta de la aventura, murió por unas fiebres sin que todo su poder pudiera impedirlo. Mucho tiempo después Napoleón conquistó gran parte de Europa y, tras llegar a Moscú, se volvió raudo a su casa quizás porque hacía un frío de bigote. El emperador corso terminaría sus días, desterrado, en la atlántica isla de Santa Elena. Tantas veces termina así la gloria humana, inmortalizada en “estatuas donde cagan las palomas”, en expresión del escritor Francisco Umbral.

Es posible que muchos campesinos griegos del siglo IV antes de Cristo, o franceses del siglo XIX, hayan sido bastante más felices que sus egregios gobernantes. Pero no quisiera hacer una crítica fácil y burda al poder. Es extremadamente importante que las naciones sean conducidas por personas inteligentes y honradas. Si alguien puede acceder a esos cargos, estará en situación de hacer un magnífico servicio social. Sin embargo, la gran mayoría de los seres humanos hemos de conformarnos con vidas muy normalitas y modestas, sin mucha repercusión social. Aunque una visión deprimida del que podríamos llamar “hombre pequeño”, puede ser muy cateta. Cuando una persona asume su pequeñez, con cierto buen humor, se abre al inmenso panorama de los demás y del mundo entero. Es en ese glorioso momento, tímidamente atisbado, es cuando un hombre o una mujer se sienten dueños del mundo, porque han aprendido a liberarse del yugo de un yo muy pesado. El contorno de la pequeñez, libremente asumida, hace a la persona abierta a su familia y a su sociedad, estableciendo profundos lazos que van más allá de la muerte.

No estamos hablando de conformismos baratos. El hombre que se sabe pequeño actúa en todo lo que puede y está a su alcance, porque es realista y práctico. La persona que ha logrado esta sabiduría goza y es feliz en medio de las alegrías y dolores de este mundo, porque sabe que su pequeñez le hace grande. El cristianismo afirma a un Dios que se hace niño, y que no deja de insistir en que lo que hagamos a todos los más pequeños se lo hacemos a Él. Siempre es momento de reanudar con más salero el camino de la vida. El tiempo es breve, la alegría eterna, y el panorama inmenso: el que se ve desde la llanura de la propia pequeñez.


José Ignacio Moreno Iturralde




Thursday, August 08, 2019

Comprensión


Para ser un buen conductor no se requiere solo reflejos y un buen conocimiento técnico, también hace falta una cosa muy importante: observar lo que los demás hacen en la carretera; esto puede prevenir muchos peligros. Por otra parte, un buen jugador de ajedrez no es solamente el que ingenia grandes jugadas, sino el que se pregunta qué habrá querido hacer mi oponente, cuando movió su última ficha. Ser inteligente tiene relación con ponerse en el lugar de la realidad; esto ha sido clave en la raíz de los descubrimientos científicos. Pero dentro de la realidad, hay que tener en cuenta especialmente a los demás.

Este ejercicio de comprensión no es solamente algo intelectual, sino también moral. La definición que da el diccionario de comprender es “encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro”. Recuerdo un buen amigo que sabía echar un capote, una disculpa, cuando otro metía la pata en algún comentario. No se trata de decir que lo que está mal está bien, sino de tratar a los otros como nos gustaría que nos trataran en circunstancias similares. Se ha escrito que la caridad está más que en dar, en comprender. Por supuesto, lo segundo no quita lo primero.

Comprender significa también animar al que está de capa caída. A lo mejor no conviene razonarle mucho una situación, sino simplemente darse una vuelta y tomarse algo con él. Aunque hay momentos en los que puede ser oportuno hacer ver que los errores pueden convertirse en aciertos, si se sabe sacar una buena lección de ellos. Además, si nunca cometiéramos errores probablemente seríamos unos tipos bastante creídos e insoportables. No quiere decir esto que barra libre para el error, mejor es no cometerlos. Pero dada nuestra naturaleza humana, que con tanta facilidad se equivoca, será bueno encontrar claves animantes para seguir mejorando.

La película ”El Doctor”[1] relata la historia de un cirujano muy prestigioso y muy prepotente. Enamorado de sí mismo, su trato con los pacientes dejaba mucho que desear en cuanto a educación y humanidad. Pero llega un momento en el que se pone este médico se pone seriamente enfermo y su vida y su actitud empiezan a cambiar[2].

Otra película significativa al respecto es “A propósito de Henry”[3]. Un abogado rico y sin escrúpulos va a cambiar la jerarquía de valores en su vida con motivo de un disparo que le propina un ladrón[4].La verdad es que hasta que no tenemos experiencia de la limitación, la enfermedad o la necesidad, es difícil que comprendamos bien a nuestros semejantes. A nadie le gusta pasar por estos trances, pero cuando vengan hemos de saber aprovecharlos para ser más humanos.


José Ignacio Moreno Iturralde



[1] El Doctor es una película estadounidense de 1991 dirigida por Randa Haines. Está basada en una versión libre del libro del Dr. Edward Rosenbaum 1988, A Taste Of My Own Medicine. El protagonista es William Hurt, como Jack MacKee, un doctor que experimenta una transformación en su visión de la vida, de la enfermedad y de las relaciones humanas.
[3] A propósito de Henry. Dirección: Mike Nichols. Reparto: Annette Bening, Bill Nunn, Donald Moffat, Harrison Ford, Mikki Allen, Nancy MarchandTítulo en V.O: Regarding Henry
Nacionalidad: USA.Año: 1991.Duración: 107. Género:  Drama. Guión: Jeffrey Abrams. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música: Hans Zimmer.
Sinopsis: Un abogado de éxito y fortuna recibe casualmente un disparo durante el atraco a un supermercado. Por culpa de ello su cerebro sufre una lesión muy grave, y como consecuencia, verá borrado todo su pasado y deberá empezar a vivir partiendo de cero.

Wednesday, August 07, 2019

El conocimiento es luz



El conocimiento no es solo información, sino también interpretación. Suelen abundar en los medios de comunicación noticias trágicas y negativas. Es bueno saberlas, pero no al precio de darles un protagonismo que deforma el conjunto de la realidad. La inteligencia, esa energía que es patrimonio de los seres humanos, nos hace ir comprendiendo las cosas de la vida y sus leyes generales. En este descubrimiento se reconoce la armonía del mundo, y se ponen las bases del progreso. El conocimiento se encuentra con inconvenientes, pero es luz para buscar soluciones: éste es su sentido. La arquitectura de la verdad, la bondad y la belleza de lo real, aunque tenga limitaciones serias, es un gran motivo de asombro y superación porque se constituye por una luz superior a la nuestra. 

Las personas que hacen un mundo mejor no son las que se regodean en la oscuridad; sino las que buscan, con ingenio y fortaleza, soluciones ilusionantes. Una actitud asequible al respecto, consiste en darse cuenta de que gran parte de la solución de los problemas personales cotidianos está en interpretarlos positivamente. Esto supone inteligencia y esfuerzo. Los pensamientos que son luz para nosotros son los que  nos hacen mejorar como personas, al mismo tiempo que mejoran al mundo.



José Ignacio Moreno Iturralde

Respeto



El sentido de la creación nos infunde admiración y respeto por la realidad. Cuidaremos a las personas, a los animales y a las cosas según su respectivo modo de ser, como es lógico. Para dejarlo más claro: respetaré con esmero a mis padres como a padres muy queridos, cuidaré de mi perro en tanto que es perro –ni más ni menos-, y utilizaré las cosas procurando que duren y sirvan. El respeto por la realidad supone una actitud positiva y noble. Respetar la realidad, especialmente a las personas, supone también un respeto por uno mismo. Nuestro modo de ser está profundamente relacionado con el de los demás; así como nuestra felicidad.

Los roces de intereses entre personas, cuando no los enfrentamientos abiertos, son cuestiones diarias. La capacidad de comprender a los demás es clave a la hora de resolver los conflictos. C. Terry Warner[1] explica muchas cuestiones interesantes a este respecto. Vamos a recordar algunas de las que ha escrito: Es muy frecuente que percibamos a los demás según unas entendederas que pueden estar algo deformadas. Es preciso esforzarse por entender al otro de un modo positivo, como nos gustaría que nos entendieran a nosotros. Es distinto pensar de alguien que es un desastre, a considerar que ha tenido un mal día y que es capaz de hacerlo mejor. Este modo animante de percibir al otro es capaz de motivarle a mejorar, a la vez que nos mejora a nosotros mismos. No se trata, desde luego, de caer en una ingenuidad que no llame a las cosas por su nombre y sea negligente respecto a tomar medidas ante ataques y abusos. Pero es cierto, que bastantes de estas afrentas tienen un componente muy subjetivo en quien las sufre. Tomarlas con más sencillez y deportividad vital suele evitar muchos problemas.

Warner va a más: considera que la práctica del perdón sincero es necesaria para realizarnos como personas. El perdón a otro requiere un cambio de corazón: verle con ojos nuevos. No sólo se trata de una actitud muy constructiva para los demás, sino tremendamente liberadora para quien la práctica. Warner escribe para todo el mundo, pero no esconde sus creencias. Considera que, dada la historia humana con sus múltiples problemas, el hecho de que el perdón siga teniendo esa gran eficacia humanizadora se debe a que procede de una fuente sobrehumana, de Dios.

El citado autor insiste en que, por lo general, la felicidad no viene de que cambien nuestras circunstancias externas, sino de que afrontemos nuestras relaciones humanas actuales de un modo distinto. La llave que abre la solución de nuestros problemas, muchas veces, no está fuera sino dentro de nosotros mismos.

El respeto está muy relacionado con la autoridad. Ésta requiere ser impuesta, en ocasiones, de un modo coercitivo; pero hay otros modos más convincentes a largo plazo. La autoridad de los padres, por ejemplo, requiere de un respeto a normas de convivencia que se enseñan a los hijos. Pero lo que más convence, como siempre, es el propio ejemplo. Cuando los que mandan son los primeros que respetan la convivencia y, ante todo, a aquellos que están bajo su autoridad, es cuando más necesaria se aprecia su tarea. Si un matrimonio es fiel, si un profesor es justo, si un guardia de la circulación es respetuoso, los más jóvenes aprenden a hacer caso y a valorar la autoridad. Ante todo, porque la juventud es muy sensible ante la autenticidad de lo que se les dice.

Me parece que acerca del respeto, como en tantas otras cosas, una virtud clave es la paciencia. En primer lugar, con nuestra propia conducta. Es frecuente que cometamos errores en el trato con los demás y esto puede desanimarnos. Lo mismo les ocurre a los otros. Generar esfuerzos por mejorar el trato suele conllevar a dinámicas de superación y de alegría. La convivencia con nuestros familiares y amigos es fuente de grandes satisfacciones. Merece la pena, por tanto, que el afecto a nuestros seres queridos se enriquezca siempre desde la base del respeto. Este será un modo de poner las bases de una convivencia más humana y feliz.

La película “Matar a un ruiseñor”, que hemos citado repetidas veces,  relata la vida de un abogado que tiene que defender a un hombre de color, en una etapa histórica notoriamente racista de Estados Unidos. Pero otro aspecto muy interesante de este film es el modo de educar que tiene Atticus, el abogado, a su hija -Scout- y a su hijo -Jem-. Es interesante fijarse como apoya su autoridad en el cariño, el razonamiento de los problemas, la comprensión, la tolerancia y la exigencia. Ciertamente es una película, pero se expone de un modo muy brillante un ejercicio de educación paterna muy útil y provechoso.

Recuerdo ahora una excursión que hice con chavales de primer curso de Bachillerato a Toledo. Eran bastante gamberros. Nada más llegar a tan noble ciudad, uno tiró un petardo en la estación de tren. Al poco tiempo, otro me enseñó una señal de tráfico que había cogido de no sé dónde… Le dije que hiciera el favor de devolverla a su sitio. Otras “jaimitadas” se produjeron a lo largo de la jornada. Como profesor, traté de capearlas lo mejor que pude. Llegó la hora de comer…en un McDonald. De pronto, se sentó junto a nosotros una mujer mayor que no estaba en sus cabales y decía muchas incongruencias. Me alegró observar que todos los alumnos trataron con comprensión y máximo respeto a esa persona necesitada.

Esta virtud supone bastantes cosas, como hemos visto en el ejemplo anterior. Por ejemplo: reconocer que todos somos iguales, aunque en otro sentido también somos distintos. Mediante este esfuerzo realizamos un aspecto fundamental del hombre: el ser que es capaz de ponerse en el lugar del otro. Se trata de hacernos cargo de que todos siempre queremos que nos respeten. Este respeto también se aplica a un cortejo de aspectos de educación como saber hablar con corrección, comer, comportarse con elegancia y sencillez...Todo esto, puesto en práctica, da elegancia y señorío. 

Otra dimensión del respeto se refleja en el vestido. El pudor es algo natural en el hombre. La naturalidad del ser humano no es la del animal, porque la persona humana es un ser moral. Cuando se cubren partes del cuerpo para dignificarlo se cubre algo bueno en sí, pero que podría ser deseado por otro fuera de lugar y de tiempo. Si a la corporalidad humana se la despoja de su intimidad personal para convertirla en espectáculo, objeto de mercado publicitario o cinematográfico, estamos tomando a la persona humana como un producto de mercado; la estoy convirtiendo en un objeto. Esto es deshumanizador.

Respecto al modo de vestir la ropa puede considerarse a veces como cierta expresión del espíritu. Resulta positivo intentar, si se puede, vestir bien. Caben aquí, como es lógico, una gran variedad de gustos para manifestar la alegría de vivir y la educación respecto a los demás.



José Ignacio Moreno Iturralde



[1] Terry Warner, C. Ataduras que liberan. Palabra, 2016.


Tuesday, August 06, 2019

Cordialidad



Algunas veces uno se encuentra con personas cordiales, cercanas, optimistas, que nos alegran la vida con su disponibilidad y ayuda. Parece que estuvieran afincadas en algún lugar seguro desde el que contemplan la vida con serenidad y alegría. ¿Cómo lo hacen? ... No sería de extrañar, que detrás de esa buena forma de carácter hubiera un serio régimen de entrenamiento, en el que se han superado un buen número de fracasos.

Convivir con estilo

Cuando alguien se encuentra bien consigo mismo, está más capacitado para poder estimar la realidad ajena. También sucede que la relación con los demás puede ayudarnos a convivir mejor con nosotros mismos. Avanzar en el conocimiento propio es necesario para tener acierto en el vivir. En la medida que hallemos la raíz de nuestro ser, tendremos más opciones para no irnos por las ramas. Conocer los propios límites y capacidades, es requisito para acertar en un radio de acción más eficaz. Este conocimiento economiza nuestras fuerzas y nos deja margen para la contemplación de un mundo asombroso, repleto de realidades distintas a nosotros que pasan a formar parte de nuestras biografías.

Cambian los años, pero dentro de nosotros permanece una cierta interpretación de lo que ocurre. Esta interpretación es intelectual y afectiva, personal y relacionada con los demás. La habitación interior de nuestro espíritu es la que nos posibilita vivir con mayor o menor plenitud, sabiendo interpretar lo que vivimos. Tan humano es aceptarnos a nosotros mismos y saber acoger a otros muchos en nuestro interior; como excluir con decisión algunos aspectos o conductas negativas, propias o ajenas, que pueden arruinar la propia vida, donde también están presentes nuestros seres más queridos.

La categoría moral de una persona depende en buena parte de la cordialidad de sus relaciones personales. Entre los ámbitos de convivencia más significativos destacan la familia y la amistad. Ambas se potencian, porque es deseable ser amigos de nuestros familiares y hacer ambiente de familia con nuestros amigos.

La alegría de la casa

No es fácil saber si uno es la alegría de la casa; pero realmente puede serlo cuando procura que la suya sea la casa de la alegría. De la relación que mantengamos con nuestros semejantes, especialmente con los más necesitados, depende nuestra valoración de la humanidad y de nosotros mismos. Tales relaciones empezarán por un orden de compromiso y cercanía respecto a los demás. En primer lugar está nuestra familia.

El cristianismo ha insistido en que "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". Pero tal afirmación, de probada eficacia social en la historia, parece intolerable para algunos. Suelo decir a mis alumnos que han de querer mucho a su padre como a su padre, a su abuela como abuela, a su novia como novia y, si se casan, a su mujer como esposa. Sería un notorio desorden querer al padre como a una abuela o viceversa. El amor, para ser tal, debe ser ordenado: adecuado a la persona a quien se dirige.

Cada persona se plantea metas. También la familia tiene unos objetivos comunes. La fascinación por la moda de la joven Alicia no tiene nada que ver con las ideas revolucionarias del universitario Alfredo. Las alegres tonadillas de papá son poco solidarias con las jaquecas de mamá. La pasión futbolística de Jaime ignora absolutamente los efectos de la edad del pavo en Elena. Pero toda esa abigarrada colección de sentimientos diferentes es tolerable, e incluso amable, cuando existen unos principios y objetivos comunes, que trascienden los estados emocionales de los miembros de la familia. Si no hay más referencia que los propios afectos e intereses, la familia no puede sobrevivir, pierde su identidad de empresa común abierta a otras familias, y el individualismo termina por dividirla. Sin embargo, cuando una familia tiene un norte no se desmoronará, aunque cada miembro tenga rutas propias para lograrlo. Si hay una misma estrella polar, al lugar que ella señala se llegará por tierra, mar o aire, y de nuevo habrá una fiesta familiar.

Una familia cierra las puertas a los extraños y las abre a los amigos. Pero los miembros de la familia también necesitan de sus respectivos amigos. Una persona sin amigos se hace extraña para los de su propia casa.

La amistad: fragilidad y fortaleza

La gente con bastantes amigos es la que sabe querer, la que encuentra en la amistad una satisfacción suficiente en sí misma. Tener amigos supone también ofrecer valores que comprometen, iniciativas que aglutinen fuerzas para proyectos diversos, de mayor o menor relevancia social. La cultura también forma parte de la amistad. No estoy hablando de museos, en los que disfruto, sino de tener ideas profundas y sensatas sobre la realidad que aporten reflexiones valiosas sobre el modo de encauzar los problemas. En definitiva, tener una personalidad bien formada es clave para fomentar las amistades.

Saber escuchar, actividad nobilísima porque requiere sobre todo del corazón, es otra condición para la amistad. Conviene procurar entender los problemas del amigo, pequeños y grandes, interesantes o ridículos. No cansarse de escuchar, porque cada día se renueva el asombroso ciclo de la vida y de las relaciones personales. Aunque la amistad no se sostiene en el tiempo tan sólo con una visión optimista del mundo y de la naturaleza humana. Hace falta obtener luces nuevas y perspectivas profundas de la propia realidad y de la de nuestros amigos

Una actitud clave es saber perdonar: tener el corazón grande para adelantarse en solucionar un desencuentro; un conjunto de meteduras de pata de unos y otros. Qué importante es adquirir esa deportividad en la amistad. Muchos otros aspectos se podrían destacar en una relación tan antigua y gratificante como la amistad.

Ahora bien, la amistad se valora por sus fines. Si una amistad o un grupo de personas amigas nos ayudan a ser mejores a cada uno, la cosa está bien enfocada. Pero una amistad o un grupo de amistades que tiren para abajo: que vayan contra la propia familia y contra las responsabilidades personales académicas y sociales de cada uno, es una mentira de la que hay que tener la valentía de huir.



José Ignacio Moreno Iturralde