Veintitrés
siglos después de que Platón afirmara que la filosofía es el empeño por la
búsqueda de las últimas verdades de la realidad, un alemán llamado Inmanuel
Kant (1724-1804) dedicó su vida entera a llegar a la conclusión de que la razón
humana no puede alcanzar el conocimiento de Dios, ni del alma, ni del sentido
del mundo. Se trataría de cuestiones que tan solo son planteables a
través de la voluntad y la fe. El influjo de este filósofo ha sido muy
profundo en el panorama intelectual de los siglos XIX y XX.
Ludwig Wittgenstein (1889-1951), un original filósofo
austriaco, se vio influenciado por la filosofía kantiana. Para Wittgenstein, la
filosofía debería reducirse a hacer del lenguaje un conjunto de expresiones
lógicas, de las que pudieran servirse el conjunto de las ciencias . Las
preguntas significativas son aquellas, según él, que pueden ser comprobadas en
la experiencia. Todo lo demás es una especie de "quiero y no puedo".
Dentro de un empirismo notorio, este autor quiso justificar el abandono de la
metafísica. Pero, curiosamente, en su famosa obra "Tractatus" no hizo
más que escribir frases no significativas, según sus propios planteamientos.
Nos dijo, contra lo que cabría pensarse en principio de él , que la reflexión
sobre Dios, el alma y la moral era lo más importante del ser humano. A todas
estas grandes cuestiones las englobó en lo que llamó "la esfera
mística": se trataría de temas clave para el hombre, pero a los que
racionalmente o científicamente no se puede llegar. Para Wittgenstein, no
podemos tener una visión panorámica y global de la historia del universo. Como
no tenemos la visión del conjunto, no podemos saber bien cuál es el valor de
cada parte, ni la de nuestra propia vida. "Dios no se revela en el
mundo", es una de sus afirmaciones. Por eso, de los grandes temas
metafísicos no cabe un conocimiento cierto y afirma que "de lo que no se
puede hablar mejor es callarse".
Para Wittgenstein, como para Kant, hay una prioridad del pensamiento sobre la
realidad. Un pensar encerrado en sus propias fronteras, sin una aduana que
permita la entrada racional en la propia alma. El mundo es el conjunto de
hechos empíricos que puedo interpretar con mi pensamiento. Pero el mundo no me
permite llegar a Dios, y por esto no es un lugar de realización personal. Por
esto este autor afirma que "hay que arrojar el mundo al cuarto de los
trastos".
Wittgenstein lleno su "Tractatus" de frases metafísicas, no
significativas, según él. Reconoce que su propia obra es un sinsentido. Pero su
defensa ante esta contradicción interna de su sistema, radica en sostener que
esto no hace más que poner en evidencia lo que el hombre es: un ser que se
plantea problemas sin solución. La filosofía metafísica fue un noble intento,
pero vista su inviabilidad hay que conformarse con reducir la filosofía a
lógica del lenguaje, al servicio de las demás ciencias, según este autor.
Esta especie de nostalgia inalcanzable respecto a lo infinito tiene un cierto
atractivo acomodaticio y sedante, pero conviene analizar si se sostiene con la
lógica. La versión empirista o exclusivamente material de lo significativo
reduce este concepto. Por ejemplo: un dolor es significativo, pero también lo
es, incluso más, la manera personal de afrontarlo. Afirmar que sólo es
significativo lo visible, contante y sonante, supone arrojar del campo de la
razón a cualquiera interpretación de los hechos: arrojar a la razón de sí
misma. Por otra parte, el predominio del pensamiento sobre la realidad enajena
al hombre de su propia identidad. Puede ser más evidente el "pienso luego
existo" de Descartes, pero lo más verdadero es que porque existo pienso.
En cierta ocasión un estudiante dijo a Chesterton: "yo no sé si soy, sólo
intuyo que soy"; a lo que el escritor inglés respondió: "pues no
pierda esa intuición, muchacho".
El hecho de que no tengamos una visión panorámica del espacio y del tiempo no
hace viable la interpretación puramente subjetiva de cualquier parte de la
historia. En un periodo de tiempo y de espacio puedo percatarme de que hay
primeros principios y leyes válidas para todo momento y lugar, que son
condición necesaria para la existencia de la propia realidad. No hace falta
irle dando un guantazo a diversos congéneres nacionales o extranjeros para
experimentar una reacción igualmente desagradable.
Posteriormente Wittgenstein comprobó la dificultad o imposibilidad de convertir
el lenguaje humano en lógica y centró sus esfuerzos en hacer estudios sobre los
diversos sentidos circunstanciales del lenguaje, identificando el sentido de
una palabra con el uso concreto que se hace de una palabra en un momento
determinado. Sobre esta postura trata su obra Investigaciones filosóficas.
Wittgenstein sostiene de nuevo una versión relativista del mundo.
Los principios de la realidad son más sólidos de lo que Wittgenstein pensaba.
Si digo que todo valor es relativo, sostengo como dogma que todo es relativo.
Es como sí dijera como verdad absoluta que "no existe la verdad", y
entonces Wittgenstein volvería de nuevo a quedarse callado. Lo que no puede
negársele es su sincero intento por llegar a lo que se puede expresar de la
verdad. Sin embargo, compartiendo con este autor que hay ciertos aspectos
inefables de la existencia, la razón es un medio para conocer cada vez más
aspectos de una verdad mucho más grande que nosotros mismos.
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