Wednesday, October 24, 2018

¿Sabe bien quién es usted?


Podemos pensar que somos nuestro cuerpo y nuestras sensaciones. También situamos en el yo las ideas y los afectos, así como nuestras decisiones. Toda esta naturaleza forma parte de nosotros. Pero resulta que, además, en la cámara más recóndita de uno mismo, hay un acto de ser que vive para la libertad, las relaciones interpersonales, el conocimiento y el amor. Un acto de ser bueno estrechamente relacionado con su Creador, según la opinión de los filósofos españoles Leonardo Polo y Juan Fernando Sellés. Si tienen razón, uno gana en profundidad y en visión positiva de uno mismo y del mundo: lo que dicen… funciona.



José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, October 21, 2018

El árbol de la educación



La educación actual debe hacer frente a necesidades de nuestra sociedad. Es importante el aprendizaje de idiomas, el acceso a la información en la red, así como el aprendizaje de habilidades cooperativas y sociales. Las metodologías pedagógicas, basadas en aplicaciones informáticas, pueden suponer un aumento de la motivación y del rendimiento escolar.

Los citados aspectos de la enseñanza actual, unidos a una capacitación intelectual competente, no deben olvidar –en la práctica- lo que son las auténticas raíces de la educación de cada persona. Todo ser humano es libre; es feliz cuando se sabe querido y sabe querer; cuando conoce aspectos del mundo y de la realidad que le ayudan a crecer y a madurar, forjando un proyecto personal. El ámbito privilegiado para esta educación es la familia. Ésta es el lugar más adecuado para querer a cada uno por sí mismo. El ser humano es familiar. Cuando la familia es el núcleo primero de educación, y el primer lugar donde se adquieren las virtudes personales, el colegio cumple su función educativa subsidiaria de la familiar, con mucha mayor eficiencia y humanidad. La escuela no puede postergar, en la práctica, la raíz educativa de las familias. La escuela no es la familia, pero entre ambas tiene que haber comunicación y complementación: mutua ayuda. Pienso que una escuela o un colegio competente, debe dar prioridad al conocimiento de las familias y al conocimiento personalizado de los alumnos. Esto se demuestra en la práctica: con conversaciones personales, de tú a tú, contabilizadas, entre profesores y familias y entre profesores y alumnos. Esto requiere disponer de un tiempo razonable en el horario laboral. Un buen docente se excede en su trabajo, pero hasta cierto punto.

Por otra parte, el aprendizaje es un proceso personal y de grupo, que implica una forja de virtudes
 –hábitos operativos buenos-, esenciales en la educación. Virtudes, costosas de adquirir, de alumnos muy diversos, que requieren de una atención a su diversidad concreta, que ha de afectar a las disposiciones de un colegio y, antes, de un sistema educativo.

Educar a personas libres, con personalidad propia, requiere conocer el papel principal de la familia en la educación, y el carácter de ésta como fuente de conocimiento, de convivencia, de libertad responsable y de capacidad de querer. Las familias son la raíz del árbol de la educación.

El cuidado de los profesores, que quizás sean el tronco del árbol, es también clave. Exigirles, valorarles, retribuirles, y ayudarles a hacer un plan de futuro profesional puede ser un buen proyecto para la mejora de la educación.

Una vez sentado todo esto, es necesario el desarrollo de temarios, conocimientos adecuados, estudio personal y metodologías pedagógicas. Pero pienso que solo si se atiende suficientemente a los que son las raíces, antes consideradas, se obtendrán los mejores frutos de la educación: chicos y chicas con personalidad, autonomía y ganas de comerse el mundo.


José Ignacio Moreno Iturralde

Friday, October 12, 2018

Aquellos veranos de la infancia, aquella mujer


Aquellos veranos blancos de la infancia, se coloreaban en septiembre con el cumpleaños de un chaval. En el chalet de verano, su familia celebraba la fiesta del crío, invitando a merendar a todos sus amigos. Incluso venían algunos muchachos desconocidos, movidos por la llamada de los bollos y las coca-colas. Al recordar aquellos lejanos y nítidos días, llama la atención la figura del ama de casa y cocinera, verdadera alma de la fiesta. Entre tanto trajín y trabajo culinario, rodeada por el júbilo de la chavalería y la alegría de su hijo, esa mujer era feliz y hacía felices a los demás. ¿Tal ver fuera por ser una mujer de postguerra con pocos estudios? ¿Quizás porque aquella era la única manera que tenía de realizarse? La respuesta es otra: se comportaba así por su desarmante sencillez. Tenía un modo genuino, luminoso y profundamente humano de ser mujer.



José Ignacio Moreno