Suele decirse que sobre gustos no hay nada escrito, pero la
verdad es que se ha escrito muchísimo sobre esta cuestión. La belleza está
relacionada con la armonía. El escritor Chesterton decía, con su habitual modo
de explicar ideas con imágenes, que un color azul en el cielo puede ser
hermoso, pero que una nariz del mismo color azul, tirada en el suelo, resulta
algo espantoso. El bien de las cosas –fundado en la verdad de la realidad- es
la condición de la belleza. La belleza se basa primero en la armonía de la
realidad, y después en nuestro gusto personal. C.S. Lewis (1898-1963), en su
libro “La abolición del hombre”, explica como vio un libro para colegiales en
el que salía una foto de un paisaje, y junto a él un texto que decía: “la
belleza de las cataratas”. Además, el libro afirmaba que esa belleza no es más
que una apreciación subjetiva que nosotros ponemos en el paisaje. Lewis ve en
esta última afirmación “la abolición del hombre”. Puede parecer algo exagerado,
pero este autor justificó su opinión con profundidad. Si las valoraciones de
las cosas no son más que cuestiones subjetivas, podremos hacer de la realidad
lo que nos venga en gana. Incluso valoraremos a las demás personas según nos
convenga, pudiendo no respetarlas.
La apreciación de la belleza puede entenderse como la
contemplación de algo o alguien que al estar en armonía con el conjunto del mundo,
especialmente con nuestros semejantes, produce un sentimiento o emoción
que potencia nuestra personalidad al hacernos experimentar un mayor
significado de la vida. Esa armonía con el mundo interactúa con la propia
armonía interior.
La belleza se presta a distintos gustos y apreciaciones que
dependen de múltiples circunstancias personales, pero lo dicho antes sirve para
todas las personas. No es bella cualquier cosa, aunque pueda parecerlo. Por muy
atractivo que se presente el mal, al tratarse de un desorden, esconde en su
interior una dosis de deformidad, de fealdad.
Hay diversos grados de belleza: unos más profundos que
otros. La belleza física es atractiva, pero es más importante la belleza moral:
un comportamiento ético adecuado es más importante que una cara agradable.
Educar la sensibilidad por la estética nos hace capaces de entender bellezas
más profundas. Hay quienes ven obras maestras del arte universal y las aprecian
muy poco, porque no están convenientemente educados. Algo parecido pasa con la
vida: hay personas que viven con intensidad y sentido una realidad, que para
otras resulta aburrida y monótona. Respecto a la importancia de este asunto el
escritor ruso Dostoievski llegó a afirmar que “la belleza salvará al mundo”. La
captación de la hermosura del mundo y su cuidado, especialmente de las demás
personas, hace nuestra vida hermosa.
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