Cada realidad tiene una complejidad dentro de su unidad;
desde una bacteria hasta un ser humano. Los seres vivos tienen un grado de
complejidad muy superior a los inertes. La quiebra de la unidad supone la
ruptura del ser y, en ocasiones, la pérdida de la vida para los seres vivos.
Cuando se inicia un tumor en un organismo vivo, se está produciendo un desorden
que puede poner en peligro la existencia de ese ser.
Junto a la unidad física, las personas también tienen una
unidad moral más o menos desarrollada. Es más madura la persona que actúa con
personalidad propia en diversas
circunstancias. En este sentido, quien tiene más unidad de comportamiento,
siempre que sea bueno, tiene más categoría personal.
La persona humana es sociable y esa sociabilidad influye en
la unidad personal. La unidad entre las personas que compran en unos grandes
almacenes es por lo general una relación de interés y agregación. Sus
relaciones son sobre todo utilitarias. La unidad entre los hinchas de un mismo
equipo deportivo es algo más profunda, comparten una afición: un interés no
necesario. La unidad que se da entre hombres de bien, tras la solución de un
mal que aflige a un inocente es mucho mayor. Las personas se alegran
profundamente, por la alegría de la persona que estaba sufriendo. Esta es una
unidad por la que se quiere el bien de la otra persona.
La unidad de cada ser se basa en la armonía entre sus partes,
así como de su adecuada relación con el resto de la realidad. En los seres
humanos tiene una especial importancia, como veremos próximamente, las
relaciones con nuestros semejantes. Si las personas somos más conscientes de
nuestras relaciones con el mundo presente, pasado y futuro, nuestra vida cobra
más sentido. Con frecuencia se habla del legado que una persona deja a los
demás. Cada uno puede considerar qué legado, qué ejemplo y qué logros quiere
dejar con su vida.
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