Sí naciéramos cada mañana, nos
asombraríamos ante el espectáculo de la realidad. Dentro de un planeta azul que
gira a toda velocidad por el cosmos, se divisa el sol, el mar, los bosques y
los ríos. Aún resulta más asombrosa la presencia de otros seres
semejantes a nosotros con los que poder hablar, reír o discutir. Pero la
experiencia cotidiana matutina, si algo tiene que ver con el nacimiento
es frecuentemente por el lamento. Estamos notoriamente acostumbrados a
vivir, y no nos causa especial asombro la consistencia de la realidad. Quizás
si una mañana distinta pudiéramos volar, el día se pondría francamente
interesante, pero me temo que más tarde o más temprano nos acostumbraríamos
también a surcar los aires con indiferencia.
Existir, a poco que se piense, es una gran regalo. Pero, en algunos momentos,
las dificultades pueden desgastar seriamente nuestro gusto por la vida.
Mantener la visión positiva de los acontecimientos siempre se plantea como una
buena táctica digna de elogio...¿pero realmente tiene un fundamento que vaya
más allá de una opción personal? Sin profundizar ahora en la superioridad
metafísica del bien sobre el mal, lo que esta claro es que preferimos convivir
con gente discretamente animante y positiva. El cenizo suele tener pocos
amigos.
Quizás todo dependa de la profundidad y nobleza de las metas que uno tenga. El
buen vino y las chuletas de cordero son, por ejemplo, realidades estimulantes;
pero hace falta algo más para aspirar a ser feliz. Un compromiso moral
personal, que pretenda la mejora propia y la de los demás, necesita de un
esfuerzo por mirar el ángulo positivo y bueno de las cosas. No quejarse con
frecuencia es, al menos, una postura humanamente elegante. Pero, además, puede
revelar una gran dosis de inteligencia. El filósofo Leonardo Polo dice que el
hombre es un ser que resuelve problemas. Tal resolución requiere de buscar
salidas, hilos de luz aún en medio de una notoria oscuridad.
La victoria personal siempre es una victoria moral, algo que no depende
exclusivamente de las consecuencias prácticas de los actos, o de las
circunstancias pasajeras que los acompañan. Los motivos para vivir configuran
la luz de la vida, y se trata de que esos motivos tengan una base real y
sólida. El progresivo paso de los años lleva a un lógico desmejoramiento
físico, a la vez la experiencia de los años, bien asimilada, puede llevar a un
modo de vivir esperanzado y alegre, algo muy valioso.
Hace falta una fuerza sobrehumana para que seamos más humanos. Perdonar de
corazón a alguien que nos ha hecho un gran mal, nos hace un gran bien. Dar
liebre por gato, sin que eso suponga una dejación de derechos, puede traer
consigo una inmensa paz. Las fronteras de las fuerzas humanas no siempre
están claras. La voluntad y el genio de nuestra especie ha logrado resultados
impresionantes, desde llegar a la luna hasta fabricar ipads. Pero algo mucho
más complejo, aunque bastante más asequible, como renunciar al orgullo y a la
voluntad propia por el bien de otros, requiere de una energía superior a
nosotros mismos. Estos actos exigentes de generosidad no empobrecen el yo, lo
fortalecen al ponerlo en máxima tensión respecto al tú de los demás. Hay un
" mecanismo" de restitución enriquecedora de la propia persona, que
se pone en marcha cuando ésta muere a sus propios y razonables intereses, por
un motivo más noble. Esa fuerza divina entra como la luz en el modesto edificio
interior, clareándolo y llenándolo de belleza.
Sí alguien dice que lo dicho anteriormente no es filosofía, le recordaré que
filosofía es amor a la sabiduría, a la verdad. Lo que la filosofía debe buscar
es una sabiduría que no sea irracional; pero abrirse a realidades altas, que
sanan y enaltecen la mente y el corazón humanos, no es en absoluto una postura
contraria a la genuina identidad de la filosofía. Al mismo tiempo, como lo más
alto difícilmente se sostiene sin lo más bajo, será precioso ejercitarse en
cosas tan naturales y cotidianas como ver la botella medio llena en vez de
medio vacía, o en aprender a reírse un poco de uno mismo, pues así pueden
encontrarse múltiples y saludables motivos de diversión.
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