Monday, July 27, 2020

Meg Meeker: Construyendo relaciones fuertes entre padres e hijos

Meg Meeker, madre y pedriatra, explica de un modo muy interesante cómo mejorar las relaciones entre padres e hijos en una  conferencia 

Para verla, hasta el 2 de agosto, hay que darse en el Congreso virtual y gratuito sobre matrimonio y familia: https://summit.simposiomatrimonioyfamilia.com/

Saturday, July 25, 2020

Fe en el pasado, fe en el futuro.



Cuando el futuro se nos presenta difícil e incierto, podemos tender a mirar hacia el pasado. Recorremos despacio nuestra biografía: encontramos momentos entrañables de la infancia, alegrías; también momentos difíciles. Incluso pueden existir etapas de negrura y dolor, donde siempre permanecía el firmamento abierto, si queríamos mirar hacia arriba.

El hecho de entendamos toda nuestra vida como una unidad con sentido puede tener explicaciones psicológicas, pero una comprensión profunda, sencilla y positiva de nuestro pasado descansa en que Dios estaba con nosotros. Y si estaba, sigue estando y estará a lo largo de todo nuestro camino. Si alguien piensa que poner en Dios el hilo de comprensión de nuestra existencia es un salto aventurado, le diré que sí que es una aventura. Sin embargo, considerar que el sentido de la vida está solo dentro de nuestra epidermis es algo desventurado.

Lo divino se entrelaza con lo humano. Esa fe en el pasado nos hace encontrar algunas personas, muy queridas, en las que encontramos auténticas ejemplos de lo que es acierto en el vivir. En ellas podemos encontrar las referencias seguras para afrontar con esperanza y salero personal nuestro futuro.


José Ignacio Moreno Iturralde


Friday, July 17, 2020

Ocurrió en San Ramón Nonato



           Empezábamos una semana de voluntariado en la parroquia de San Ramón Nonato en el barrio obrero de Vallecas (Madrid). Allí íbamos cinco antiguos alumnos del Colegio Alborada y un profe. El primer día hubo suerte en aparcar. Perpendicular a la entrada del templo, una grúa demolía la vieja fachada de un edificio en ruinas. Mucha gente miraba el caerse de enormes cascotes de ladrillo. Al entrar en la Iglesia, cuyas puertas estaban flanqueadas para evitar el polvo de la calle, la limpieza era muy grande y el Santísimo, engalanado en una Custodia, presidía con su blanca Presencia.

         Al poco tiempo conocimos al resto de los voluntarios; chicos, chicas, y gente más mayor, con ganas de ayudar a la gente. Cocinamos, aprendimos a hacer vinagreta, pelamos cebollas hasta el llanto, acarreamos quintales de botellas de leche y latas de coca cola, entre otros muchos productos donados por Bancos de alimentos.

        En las colas, para dar las comidas a gente necesitada, eran atendidos jóvenes y personas mayores, hombres y mujeres, nacionales y migrantes. Una de las voluntarias se sabía el nombre de todos: llevaba mes y medio ayudando -después de que su familia también fuera beneficiada tiempo atrás- y supo compatibilizarlo con sus estudios de final de Bachillerato y su prueba de selectividad brillantemente superada, rumbo a una ingeniería. El párroco, delgado y dinámico como un electrón, atendía lo espiritual y lo material. De dar el Pan eucarístico pasaba a dar el pan de harina a los hambrientos, con  ritmo y compostura sacerdotal.

          El último día el aparcamiento se hizo angustioso y llegamos a impactar con alguno de los malditos bolardos que ponen en las esquinas de la calle. Más tarde fuimos a tirar ingentes toneladas de cartón a los cubos de basura: empezamos a botar encima para aplanar aquellos papelones y terminamos cantando a coro, en una especie de rito tribal, en el que disfrutamos como hombres del paleolítico.

        Tras una semana de esfuerzos, hemos hecho nuevos amigos y hemos ayudado a dar de comer a mucha gente. También le rezamos a la Virgen del Carmen en su reciente fiesta. Pero lo más importante ha sido el chorreón de alegría con la que nos hemos vuelto. Aquella grúa de demolición estaba quitando lo viejo, para hacer un barrio mejor. Nosotros también hemos salido renovados y hemos experimentado la verdad de la Escritura: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21, 5).


José Ignacio Moreno Iturralde

 


Saturday, July 11, 2020

Estreno de la película Unplanned

Unplanned: una película que muestra la verdad sobre la industria del aborto: https://unplanned.es/

Wednesday, July 08, 2020

La grandeza de una montaña modesta



En la sierra de Madrid hay una montaña no muy elevada, que se llama la Najarra. Al final de sus laderas, surgen pueblos y urbanizaciones de veraneantes. La recuerdo como la montaña de mi infancia. Esa mole, algo nevada en invierno, orleada de pinares, y reseca en verano, nunca me había dicho demasiado. Con su protección, pasábamos divertidos y larguísimos veranos; y más breves fines de semana a lo largo del curso, sin que repararamos demasiado en su pétrea existencia.

Han pasado los años, y ya no veraneo allí; pero si veo la Najarra desde alguna carretera cercana, la echo de menos con bastante nostalgia. Lo que nunca se me había ocurrido, es darme cuenta de que una de las cosas maravillosas de esa montaña es… que sigue ahí.

En el mundo actual vivimos para hacer cosas y conseguir metas. Todo esto es importante, ilusionante, humano y conveniente. Pero es probable que nos hayamos pasado de velocidad. Tenemos que redescubrir lo que somos. Un sano empeño de superación no consiste solo en hacer cosas nuevas, sino en hacer mejor las de siempre, yendo a la raíz del cambio: el del propio yo. A veces nos aterra la monotonía, la permanencia, y eso puede deberse a que confundimos nuestro yo con nuestros logros. Saberse vivo, querido y valioso, es consecuencia de mirar con agradecimiento nuestro origen y nuestro futuro, en el que mucho nos ha sido y nos será dado. Hace falta tener un amor bueno para saber permanecer comprendiendo, conviviendo, enseñando y aprendiendo.

Claro que hay que tener proyectos innovadores, pero con sentido común. Como esa montaña modesta e inmóvil que, desde su lugar, nos ha visto crecer, hay que aprender a permanecer, a mirar hacia arriba, a sabernos queridos. Así descubriremos la insospechada grandeza de nuestra vida sencilla y, fruto de una transformación personal, enseñaremos a muchos el mejor de los cambios: saber descubrir el inmenso valor que tienen. De ahí surgirán estupendas iniciativas para todos.


José Ignacio Moreno Iturralde


Monday, July 06, 2020

Matrimonio y renovación personal



Tenemos pensamientos buenos y nobles; pero otros no lo son tanto, incluso algunos son tóxicos. Una persona positiva tiene que esforzarse por mejorar sus pensamientos. Lo mismo sucede con los afectos: soñamos con un amor que merezca la pena; y no podemos olvidar que habrá que pasar la pena que hace bueno ese amor. El matrimonio exige de los casados lo mejor de sí mismos: hacer que el cónyuge y los hijos, si se tienen, sean felices. Esto pide mucha renuncia y mucho olvido de sí mismo. El matrimonio cristiano cuenta con la gracia de Dios: una fuente regenerante del amor humano, que pasa por encima de defectos y dificultades. Se llega así a un amor profundo, realista y maduro. Es en esa escuela de virtud y felicidad donde los hijos crecen seguros, con un futuro más abierto a la esperanza.

Es verdad que hay situaciones matrimoniales complejas y difíciles, que requieren una atención particular. Pero otra cosa muy distinta es la banalización del matrimonio hasta convertirlo, solamente, en un pacto transitorio de afectos. Esto conlleva no solo a la disolución del matrimonio, sino a la erosión de la propia identidad. Ser marido, mujer, padre, madre, es algo nuclear y exige de nosotros responsabilidades y promesas, que son las  que nos hacen más humanos. Se ha escrito “te amaré por tu fidelidad y te seré fiel por tu amor”. La fidelidad es el nombre del amor comprometido en el tiempo; la flecha que traza una trayectoria con finalidad, sentido, fruto y referencia. Aunque cueste renovar la mente y el corazón, quienes cuentan con la fuerza de la misericordia de Dios y descansan en ella, tienen una especial ayuda para hacer de la familia el mejor sitio para vivir y para renovarse personalmente.

 

 José Ignacio Moreno Iturralde


Saturday, July 04, 2020

Ser joven y enseñar a serlo


         Ser joven es querer hacer de la vida una cosa grande, aspirar a encontrar la verdad, atreverse a contemplar bellezas más altas. La juventud es un sano inconformismo contra lo falso, lo mediocre, lo cutre y lo chabacano. Sí: La persona joven quiere ser creativa, y que los demás también lo sean. Un chico o una chica sueña con metas profesionales altas, desea ayudar a los más necesitados y tiene esperanza en encontrar un amor verdadero, el que hace ser mejor persona, para toda la vida.

Ser joven es también aprender a conocer las propias limitaciones, fomentando un realismo simpático. La juventud más radiante es la que sabe mirar a los ojos con sinceridad, sabiendo perdonar y pedir perdón cuando hace falta. Además, algo muy propio de la juventud es la generosidad. El joven es aventurero y entiende que una aventura que merezca la pena, requiere sacrificio y pensar en los demás.

Ahora bien: la juventud necesita modelos, especialmente en sus padres y en las personas mayores que están cerca de ellos. Si muchos jóvenes parecen no comportarse como decíamos al principio, es posible que se deba a que les faltan personas que animen con su ejemplo, y no solo con sus palabras.

       Si queremos que no estén embrujados por el móvil, han de ver que sabemos superar el hechizo del aparatejo, dejándolo a un lado cuando no hace ninguna falta; y lo mismo ocurre con la televisión. También habrá que ser prudente y tener la fortaleza de hacerles esperar respecto al uso de   tecnología de la comunicación, cuando la edad o las circunstancias personales así lo requieran.

Socialmente se somete a los jóvenes a una tormenta de mensajes consumistas, sensuales, empobrecedores, abusivos, con muy poco respeto ético o moral. Por una parte, se considera a los jóvenes como una panda de atontados y por otro lado, hipócritamente, se fomente ese atontamiento. Hay que tener la valentía de enseñarles a vestir, y superar un erotismo simplón que se ha impuesto con más fuerza que el repulsivo coronavirus.

La única salida a la riada de la fuerza de la juventud está en conjugar la contención de la exigencia, con la apertura de la entrega. Enseñarles a ser libres y responsables, viendo a sus mayores luchar por vivir en la verdad y en la justicia. Fomentar su gusto por la superación, al comprobar que la gente madura que les rodea es feliz; algo que tiene mucho que ver con olvidarse de uno mismo y darse a los demás.

La vida puede tener episodios muy amargos; pero requiere de gente que no esté amargada. Creer en la vida es una necesidad para el hombre y conlleva creer en la juventud. Hemos de enseñarles a ser jóvenes; siéndolo también nosotros; es decir: renovar la vida, cada día, con el sacrificio cotidiano y la novedad de un amor que ha aprendido a ser joven.



José Ignacio Moreno Iturralde