En la amistad debe desearse “el bien del amigo por el amigo mismo”
(Aristóteles). Este autor dice que sin ella el hombre no puede ser feliz. C.S.
Lewis afirma en su libro “Los cuatro amores” que “cada amigo me revela parte de
mi yo” . Tomás de Aquino escribió en la Suma Teológica que “las victorias de
mis amigos son también mis victorias”.
El primer rasgo de la amistad es el desinterés. La amistad no tiene un
carácter fundamentalmente práctico, aunque lo sean muchas de sus consecuencias.
La amistad surge del compañerismo, de compartir un trabajo, una tarea, un
tiempo de vacaciones o una afición. La amistad moviliza energías y permite
llevar a cabo tareas que solos no seríamos capaces de hacer; contagia
entusiasmo y espíritu emprendedor. Un amigo es capaz de activar aspectos de mi
personalidad. Una persona rica en amigos tiene una vida más intensa. El ser
humano tiene un espíritu con ilimitada capacidad de ser activada por las
amistades.
La amistad se relaciona con la justicia. Para el amigo se quiere el bien
que le es propio. Si se pierden las relaciones amistosas la justicia se ve afectada:
una sociedad sin amistad solo puede resolver sus conflictos mediante los
tribunales. El amor y la justicia son dos tipos de relaciones personales
profundamente humanas y se necesitan mutuamente porque reconocen al otro y le
otorgan lo suyo. El interés exige ser elevado hacia ellos, porque si sólo hay
choque de intereses la vida social puede convertirse en egoísmos enfrentados,
odios y lucha violenta.
Finalmente el amor supone darse; cumplir la ley del don de sí mismo, que
es el modo que el ser humano tiene para realizarse. El amor tiene muchas
facetas y adopta modalidades específicas distintas según a la persona a la que
se dirija. Una de ellas es la amistad.
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