Tendríais que haber visto a mi madre preparando el Belén. Con qué
salero, arte y rapidez, ponía las montañas de corcho, el serrín, el musgo, las
ovejas, un río alargado con papel de plata, los pastores, y la gruta con Jesús,
María y José. También el pajolero castillo de Herodes. Que no me olvide de
recordar a los ángeles, así como un espléndido cielo azul oscuro, iluminado por
la estrella que guió a los Reyes Magos. Qué docilidad inerme la de estas
figurillas, puestas en un lado o en otro.
Desde aquél universo infantil de felicidad intensa, han pasado
muchos años y muchas cosas. Volvemos ahora a contemplar el Nacimiento, con más
profundidad, de un modo muy personal, adorando al Niño Dios y contándole nuestras
cosas. Entre ellas la ausencia de algunas figuras, pero de las que estaban
fuera del corcho y de los muñecos: familiares y amigos muy queridos, que ya no
están entre nosotros. Pero el Belén es un misterio, siempre abierto a nuevas
experiencias...
Quizás el Belén seamos nosotros mismos y el Niño Dios, por Quien
todo fue hecho, nos mueve y sitúa según su Voluntad. Cuenta con nuestra
libertad, pues somos personajes que junto al barro de la tierra tenemos la
imagen y semejanza de Dios. Por esto, es buena y sabia cosa dejarnos guiar por Él y por
su estrella; aunque a veces se recorran valles oscuros y pasos difíciles.
Es el misterio de Belén el que explica el nuestro, el que endereza
nuestros caminos, el que explica nuestras vidas. Entre la humildad se sus
figuras, se esconde la luz y la Gloria de Dios que va configurando, con el
modesto material de nuestros años, una vida nueva. Así como el Belén de mi
madre representaba humana y sencillamente el misterio de Dios hecho hombre;
Cristo vivo va configurando divinamente, con humilde materia, nuestro
nacimiento y desarrollo a una vida maravillosa, que tendrá su plena expansión en
el Cielo: la vida de los hijos de Dios. Viendo de nuevo el Belén, tenemos la fe
bendita de que nuestras queridas figuras ausentes, nos miran con cariño desde
la Navidad definitiva. Parece que nos dicen: ánimo, con alegría, ir hacia
el Belén… y llevar a mucha gente.
José Ignacio Moreno Iturralde