Friday, July 23, 2021

La fe de la alegría (libro)

 


Queridos amigos, os presento un nuevo libro recién publicado en Amazon: "La fe de la alegría". Es un estudio breve, divulgativo y personal sobre el Credo y el Padre Nuestro. Por si veis de interés darlo a conocer. Muchas gracias. Enlace al libro: https://www.amazon.es/dp/B097X4RCXN

José Ignacio Moreno

Sunday, July 18, 2021

Los mofletes y la igualdad

Recuerdo una persona joven de extraordinarias notas académicas y de conducta ejemplar. En mi opinión, eran especialmente destacables sus mofletes; que le habían sido dados sin mérito alguno por su parte. También en los infantes los mofletes son entrañables. En todo tipo de niños resultan parecidos y, sin embargo, al formar parte de un rostro personal, estas simpáticas curvas del rostro adquieren diferencias, así como las sonrisas que albergan.

Hoy estamos en una sociedad de la autonomía y de los méritos, en la que una vorágine de actividades parece que no deja tiempo a la crianza y educación de los más pequeños; es decir: una sociedad algo enferma que tiene que recuperar el asombro por las montañas, los bosques, las estrellas, los cuentos del abuelo y las risas de los niños. Algunos poderosos quieren cambiar esta magia del hogar, tan llena de armonía y diversidad, por unos slogans sociales algo impersonales: uno de ellos podría ser la igualdad. Por supuesto que la defensa de la dignidad y derechos de todas las personas es un imperativo de primer orden. Pero otra cosa es una igualdad ideológica que arrasa la maravilla de las diferencias que hacen posible la vida. Resulta paradójico que algunos partidarios de la igualdad sean fervientes promotores de la industria abortista, que con una tenebrosa ceguera admite la desigualdad radical de negar la vida a los hijos que vienen de camino.

La libertad es una capacidad fantástica, pero cuando se quiere transformar en autonomía absoluta pretende hacer de todo deseo personal un derecho. Esto, curiosamente, termina por negarnos a nosotros mismos, porque una libertad desarraigada del suelo de nuestra ecología es una planta que acaba secándose, sin dar fruto. Se trata de un individualismo que maltrata a la familia, al tiempo que denuncia las necesidades de los más necesitados del mundo. Lo hace, con frecuencia, tratando de imponer socialmente conductas igualitarias forzadas. Sin embargo, los que no quieren aguantar a sus seres más cercanos, suelen ser incapaces de ayudar eficazmente a los que más sufren. Sólo quien procura estar bien arraigado a los comprometedores lazos familiares, en lo que está de su parte, puede tener la energía y el amor suficiente para ver en los demás semejantes a los que se debe ayudar personalmente.

La libertad humilde, que reconoce sus límites y defectos, está en armonía con el mundo y con los demás. Es una libertad que reconoce las diferencias y quiere la igualdad de respeto y desarrollo para todos. Y la quiere desde el amor a la vida, a sus igualdades y diferencias, como iguales y diferentes son los mofletes que manifiestan la vida y la alegría de los niños.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, July 10, 2021

¿Qué es la educación?


Cuando uno sabe mucho de pájaros, o de árboles, o de senderos de montaña, entre otras muchas cosas, está en condiciones de enseñar. El conocimiento ilusionado que alguien tenga sobre diversos aspectos de la realidad, le hace creíble a la hora de explicar a otros lo que sabe.         

Una vez que se sabe, surge la educación como una tarea llena del deseo de ayudar a otros. Se trata de una acción profundamente humana, por la que se comparte el saber para el bien de los que aprenden.

Por lo dicho antes, la realidad es el punto de mira de la educación. Si se menosprecia la realidad de la vida y toda la acción docente se centra solamente en el alumno, se pierde la referencia educativa. Pienso que la educación del alumno se forma por un proceso indirecto del conocimiento de la realidad, para enseñar a desenvolverse mejor en el mundo.

La palabra educación viene del término latino “educare” que significa nutrir, criar, educar. Vemos como la educación está remitiendo, en su raíz, a las relaciones familiares entre padres e hijos. La palabra educare, a su vez, proviene de “educere”: guiar, educir, extraer. En definitiva, ayudar a sacar lo propio y personal de cada ser humano. Para esto, es fundamental la confianza y el afecto. De nuevo la familia se sitúa en el primer lugar de la educación.

Posteriormente, la familia necesitará de la ayuda de la escuela para completar los conocimientos y habilidades que podrán capacitar a los alumnos y alumnas para el desarrollo de su vida personal y social. Para esto será muy importante, que los profesores tengan un contacto cercano con los padres para el mejor conocimiento de los alumnos.

El profesor ha de saber de su asignatura, pero esto no es suficiente. Necesita saber enseñarla. Para ello, lo más importante es que quiera efectivamente ayudar a sus alumnos, sabiendo ponerse en su lugar. La paciencia, la capacidad de querer a los jóvenes, las metodologías pedagógicas, y el conocimiento de aplicaciones y recursos tecnológicos propios de nuestra sociedad son elementos clave en un buen proceso educativo. Por este motivo es tan importante valorar y reconocer el trabajo de los profesores.

Ahora bien: la educación siempre será una actividad humana, una de las más nobles. Una educación despersonalizada, puramente instrumental, sin la sabiduría y él ánimo de un familiar o un profesor, se empobrece y pasa a ser una monótona y poco significativa adquisición de conocimientos o destrezas.

La educación es una tarea humana donde el que sabe guía y ayuda en el conocimiento de la realidad al hijo, o al alumno. En este proceso el enriquecimiento es mutuo, porque también los padres y profesores aprenden muchas cosas: del propio modo de ser de los chicos y chicas y, ante todo, del hecho de dar y compartir generosamente lo que se sabe para el beneficio de los más jóvenes. Esto puede llegar a dar una enorme satisfacción en la vida. 


José Ignacio Moreno Iturralde

Friday, July 09, 2021

Amor, concupiscencia y educación


Concupiscencia es la tendencia posesiva que se tiene para satisfacer una necesidad. Si tengo hambre y veo un alimento apetecible, tiendo a comérmelo. Con ese alimento no se tiene una relación de respeto: uno no se disculpa ante un bollo antes de zampárselo. De todos modos, conviene valorar la identidad de los objetos, aunque sea para no coger una indigestión.

El amor supone respetar y valorar la identidad del otro. Por eso el amor se da propiamente entre las personas. Amar a una persona no puede reducirse a apetecerla, porque esto significaría tratarla como un objeto. Es posible establecer relaciones humanas donde se conjugue cierta concupiscencia abierta al amor, siempre que sea éste último el que presida la acción. Por este motivo, es una equivocación rotunda confundir ambos términos. En la concupiscencia uno se busca principalmente a sí mismo, en el amor se busca sobre todo el bien del otro. Además, es clarificador saber que un amor es verdadero si nos está haciendo ser mejores personas.

Pienso que se puede hacer una traslación paralela al terreno de los pensamientos. Es lógico que con los pensamientos queramos resolver problemas y encontrar soluciones. Pero hay pensamientos guiados por una lógica de dominio, cerrada en uno mismo, y pensamientos abiertos a la realidad, especialmente a la de los demás. Este último tipo de pensamientos son mucho más decisivos a la hora de entender la vida y a nosotros mismos. El pensamiento dominador, egocéntrico, acaba por producirnos tristeza. El pensamiento abierto a lo real, a la ayuda a nuestros semejantes, suele producir alegría. De un modo análogo al terreno del amor, es lógico tener cierto nivel de pensamientos de dominio, pero éstos han de abrirse al pensamiento guiado por la realidad exterior a la mente.

Podemos establecer paralelismos con otras dimensiones; por ejemplo   con la política. Esta actividad puede concebirse como un ejercicio lamentable de control y poder, o como una noble dimensión de servicio a todos los ciudadanos.

Incluso podríamos hablar de dimensiones espirituales cerradas o abiertas. Una oración entendida exclusivamente como una especie de inversión de monedas para obtener un producto de una máquina tragaperras, es una instrumentalización de Dios. La auténtica oración tiene que ser sincera, pero ha de estar abierta a la voluntad divina, que no es la propia.

Todas las dimensiones descritas son importantes a la hora de educar, y orientan el propio acto educativo. A los alumnos se les pueden imponer una serie de normas, pero no se les puede tratar como objetos. Educar tiene relación con las nociones de guiar y de educir. Ésta última significa ayudar a sacar lo mejor de ellos, y esto no puede hacerse si los interesados no quieren. Querer a los alumnos, respetando y valorando su identidad, pensar en positivo sobre sus capacidades, ayudarles con competencia profesional, y rezar por ellos si somos creyentes, serán los requisitos para que chicos y chicas den una respuesta personal y creativa.


José Ignacio Moreno Iturralde

Thursday, July 08, 2021

Matrimonio de sangre y broncas


                 Pepe pensaba si su mujer era realmente la mujer que él había soñado en la juventud. Estaba casado desde hace veinte años, tenía tres hijos con ella, y acababan de tener una bronca seria. Estaban unidos por la sangre, pero el amor se había reducido notoriamente, si es que no había desaparecido.

         María estaba un poco harta de la incompetencia del marmolillo de su marido. Seguía siendo guapo y simpático, pero era un despistado con toques de irresponsabilidad. Virginia, la hija mayor, iba a su bola; al mediano, Antonio, le había entrado el curioso pronto de querer entregar su vida a Dios; y Gabrielito, el de trece años, estaba con un pavo insoportable. De los tres, al que más quería era al pequeño. Siempre recordaba las palabras de sesudos consejeros que le recomendaron abortar el tercer embarazo, que no pintaba bien. Ella, siempre generosa, no hizo ni pajolero caso y ahí estaba ahora ese gamberro de chaval dando guerra. Con qué cara podría mirar a sus otros dos hijos si hubiera eliminado voluntariamente al último. Solo con la de un enorme arrepentimiento, pero no hacía falta.

         Un día de oficina, Pepe recibió una llamada que alteró el ritmo cardiaco de su corazón. María había tenido una caída grave en una escalera mecánica, y estaba ingresada en un hospital. No le dieron más datos. Como una exhalación cogió un taxi y solo pensaba en María, su mujer, su niña bonita, su vida, su ser más querido. Llorando y rezando, rogaba para que no fuera grave. Qué contento estaba de que María fuera su mujer, la madre de sus hijos. Qué alegría le daba haber cortado por lo sano una invitación al cine de una atractiva compañera de trabajo, dejándole muy claro que eso no iba con él, mientras le señalaba el anillo.

         María, algo anestesiada y mareada, observó que su teléfono vibraba y atendió la llamada. Su marido acababa de tener un accidente en coche y le trasladaban en ambulancia. Su Pepe, su amor, su guaperas, su querido esposo estaba en peligro. Que llantos y angustias de camino para verle.

         Al llegar a sendos hospitales Pepe y María, cada uno por su parte, constataron con estupor que ni el uno ni la otra estaban en los respectivos centros de salud. Pepe, al salir de su trabajo, no llamó a su mujer que consideraba en una ambulancia o quirófano. María, dejando al dentista medio plantado, prefería recibir la noticia de lo ocurrido presencialmente. Ambos recibieron enseguida una llamada de Virginia, avisándoles de que Gabrielito la había podido liar, con dos llamadas que se le habían ocurrido al nene. La indignación, la ira y el enfado monumental de cada uno de los cónyuges parecía la efervescencia de dos volcanes.

         Llegaron al mismo tiempo a casa; marido y mujer se dieron un abrazo y un beso como hacía bastante tiempo que no lo hacían. Al entrar en la habitación de Gabriel se lo encontraron llorando desconsoladamente…

-Papá, mamá, perdón... Pensé que ya no os queríais.



José Ignacio Moreno Iturralde 

Saturday, July 03, 2021

La condición originaria

En nuestro mundo se valora mucho la realización personal; lo que también se llama una vida lograda. Cumplir objetivos profesionales, familiares, sociales, quizás también deportivos, es algo que a todos nos atrae. Estos logros pueden entenderse como el despliegue del don recibido de la propia vida, o como una construcción totalmente autónoma del propio proyecto personal. Son dos maneras muy diferentes de entender la vida.

Si lo que prima es la autosuficiencia, quien consiga algunas de sus aspiraciones, si es que alguna vez logra colmarlas, no podrá dar cuenta de algo nuclearmente humano para lo que no somos autónomos: la confianza en los demás y en la propia vida. Más tarde o más temprano, el edificio de la autonomía cerrada acaba por intoxicarse y arruinarse. Si la autonomía se radicaliza se desarraiga de las raíces de la persona, que nadie se ha dado a sí mismo.

Hay muchas cosas que no hemos elegido: el día de nuestro nacimiento, nuestra estatura, nuestros padres y hermanos, entre muchas otras cosas que suelen ser queridas. La mayor parte de la gente no cambiaría su familia de origen, y se trata de algo que nos ha tocado, o quizás nos ha caído del cielo. Generalmente nos ha caído bien.

Cuando entendemos la propia vida como un regalo, de nuestros padres y de Dios, nos damos más cuenta del gran valor de lo que recibimos. Recuerdo ahora la vida de un bebé que ha fallecido a los once meses de nacer, por una enfermedad. Entre dolores y terapias, sonreía y miraba con cariño inmenso a su madre. La vida de ese chiquillo ha dejado una huella profunda  en su familia y también en los que somos amigos de ella. Puede parecer que su vida se ha malogrado, ya que todos queríamos que saliera adelante; él también peleó duro por ello. Sin embargo, ese niño pequeño ha contado con su valiosa condición originaria: su dignidad humana, el amor de sus padres, su desarmante inocencia, su pasmosa alegría, y su condición de hijo de Dios al ser bautizado por la bendita fe de sus padres.

 

José Ignacio Moreno Iturralde