Información sobre la fe cristiana y la dignidad humana en relación con el mundo actual
Friday, July 23, 2021
La fe de la alegría (libro)
Sunday, July 18, 2021
Los mofletes y la igualdad
Recuerdo una persona joven de
extraordinarias notas académicas y de conducta ejemplar. En mi
opinión, eran especialmente destacables sus mofletes; que le habían sido dados
sin mérito alguno por su parte. También en los infantes los mofletes son
entrañables. En todo tipo de niños resultan parecidos y, sin embargo, al formar
parte de un rostro personal, estas simpáticas curvas del rostro adquieren
diferencias, así como las sonrisas que albergan.
Hoy estamos en una sociedad de la
autonomía y de los méritos, en la que una vorágine de actividades parece que no
deja tiempo a la crianza y educación de los más pequeños; es decir: una
sociedad algo enferma que tiene que recuperar el asombro por las montañas, los
bosques, las estrellas, los cuentos del abuelo y las risas de los niños. Algunos
poderosos quieren cambiar esta magia del hogar, tan llena de armonía y diversidad,
por unos slogans sociales algo impersonales: uno de ellos podría ser la
igualdad. Por supuesto que la defensa de la dignidad y derechos de todas las
personas es un imperativo de primer orden. Pero otra cosa es una igualdad
ideológica que arrasa la maravilla de las diferencias que hacen posible la
vida. Resulta paradójico que algunos partidarios de la igualdad sean fervientes
promotores de la industria abortista, que con una tenebrosa ceguera admite la
desigualdad radical de negar la vida a los hijos que vienen de camino.
La libertad es una capacidad fantástica, pero cuando se quiere transformar en autonomía absoluta pretende hacer de todo deseo personal un derecho. Esto, curiosamente, termina por negarnos a nosotros mismos, porque una libertad desarraigada del suelo de nuestra ecología es una
planta que acaba secándose, sin dar fruto. Se trata de un individualismo que
maltrata a la familia, al tiempo que denuncia las necesidades de los más
necesitados del mundo. Lo hace, con frecuencia, tratando de
imponer socialmente conductas igualitarias forzadas. Sin embargo, los que no quieren
aguantar a sus seres más cercanos, suelen ser incapaces de ayudar eficazmente a los
que más sufren. Sólo quien procura estar bien arraigado a los comprometedores
lazos familiares, en lo que está de su parte, puede tener la energía y el amor suficiente para ver en los
demás semejantes a los que se debe ayudar personalmente.
La libertad humilde, que reconoce
sus límites y defectos, está en armonía con el mundo y con los demás. Es una
libertad que reconoce las diferencias y quiere la igualdad de respeto y
desarrollo para todos. Y la quiere desde el amor a la vida, a sus igualdades y
diferencias, como iguales y diferentes son los mofletes que manifiestan la vida y la alegría de los niños.
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, July 10, 2021
¿Qué es la educación?
Cuando uno sabe mucho de pájaros, o de árboles, o de senderos de montaña, entre otras muchas cosas, está en condiciones de enseñar. El conocimiento ilusionado que alguien tenga sobre diversos aspectos de la realidad, le hace creíble a la hora de explicar a otros lo que sabe.
Una vez que se sabe, surge la educación como una tarea llena del deseo de ayudar a otros. Se trata de una acción profundamente humana, por la que se comparte el saber para el bien de los que aprenden.
Por lo dicho antes, la realidad es el punto de mira de la educación. Si se menosprecia la realidad de la vida y toda la acción docente se centra solamente en el alumno, se pierde la referencia educativa. Pienso que la educación del alumno se forma por un proceso indirecto del conocimiento de la realidad, para enseñar a desenvolverse mejor en el mundo.
La palabra educación viene del término latino “educare” que significa nutrir, criar, educar. Vemos como la educación está remitiendo, en su raíz, a las relaciones familiares entre padres e hijos. La palabra educare, a su vez, proviene de “educere”: guiar, educir, extraer. En definitiva, ayudar a sacar lo propio y personal de cada ser humano. Para esto, es fundamental la confianza y el afecto. De nuevo la familia se sitúa en el primer lugar de la educación.
Posteriormente, la familia necesitará de la ayuda de la escuela para completar los conocimientos y habilidades que podrán capacitar a los alumnos y alumnas para el desarrollo de su vida personal y social. Para esto será muy importante, que los profesores tengan un contacto cercano con los padres para el mejor conocimiento de los alumnos.
El profesor ha de saber de su asignatura, pero esto no es suficiente. Necesita saber enseñarla. Para ello, lo más importante es que quiera efectivamente ayudar a sus alumnos, sabiendo ponerse en su lugar. La paciencia, la capacidad de querer a los jóvenes, las metodologías pedagógicas, y el conocimiento de aplicaciones y recursos tecnológicos propios de nuestra sociedad son elementos clave en un buen proceso educativo. Por este motivo es tan importante valorar y reconocer el trabajo de los profesores.
Ahora bien: la educación siempre será una actividad humana, una de las más nobles. Una educación despersonalizada, puramente instrumental, sin la sabiduría y él ánimo de un familiar o un profesor, se empobrece y pasa a ser una monótona y poco significativa adquisición de conocimientos o destrezas.
La educación es una tarea humana donde el que sabe guía y ayuda en el conocimiento de la realidad al hijo, o al alumno. En este proceso el enriquecimiento es mutuo, porque también los padres y profesores aprenden muchas cosas: del propio modo de ser de los chicos y chicas y, ante todo, del hecho de dar y compartir generosamente lo que se sabe para el beneficio de los más jóvenes. Esto puede llegar a dar una enorme satisfacción en la vida.
José Ignacio Moreno Iturralde
Friday, July 09, 2021
Amor, concupiscencia y educación
Concupiscencia es la
tendencia posesiva que se tiene para satisfacer una necesidad. Si tengo hambre
y veo un alimento apetecible, tiendo a comérmelo. Con ese alimento no se tiene
una relación de respeto: uno no se disculpa ante un bollo antes de zampárselo.
De todos modos, conviene valorar la identidad de los objetos, aunque sea para
no coger una indigestión.
El amor supone respetar y valorar la identidad del otro. Por
eso el amor se da propiamente entre las personas. Amar a una persona no puede
reducirse a apetecerla, porque esto significaría tratarla como un objeto. Es
posible establecer relaciones humanas donde se conjugue cierta concupiscencia
abierta al amor, siempre que sea éste último el que presida la acción. Por este
motivo, es una equivocación rotunda confundir ambos términos. En la
concupiscencia uno se busca principalmente a sí mismo, en el amor se busca
sobre todo el bien del otro. Además, es clarificador saber que un amor es verdadero
si nos está haciendo ser mejores personas.
Pienso que se puede hacer una traslación paralela al terreno
de los pensamientos. Es lógico que con los pensamientos queramos resolver
problemas y encontrar soluciones. Pero hay pensamientos guiados por una lógica
de dominio, cerrada en uno mismo, y pensamientos abiertos a la realidad,
especialmente a la de los demás. Este último tipo de pensamientos son mucho más
decisivos a la hora de entender la vida y a nosotros mismos. El pensamiento
dominador, egocéntrico, acaba por producirnos tristeza. El pensamiento abierto
a lo real, a la ayuda a nuestros semejantes, suele producir alegría. De un modo
análogo al terreno del amor, es lógico tener cierto nivel de pensamientos de
dominio, pero éstos han de abrirse al pensamiento guiado por la realidad
exterior a la mente.
Podemos establecer paralelismos con otras dimensiones; por
ejemplo con la política. Esta actividad puede
concebirse como un ejercicio lamentable de control y poder, o como una noble
dimensión de servicio a todos los ciudadanos.
Incluso podríamos hablar de dimensiones espirituales
cerradas o abiertas. Una oración entendida exclusivamente como una especie de
inversión de monedas para obtener un producto de una máquina tragaperras, es
una instrumentalización de Dios. La auténtica oración tiene que ser sincera,
pero ha de estar abierta a la voluntad divina, que no es la propia.
Todas las dimensiones descritas son importantes a la hora de
educar, y orientan el propio acto educativo. A los alumnos se les pueden
imponer una serie de normas, pero no se les puede tratar como objetos. Educar
tiene relación con las nociones de guiar y de educir. Ésta última significa
ayudar a sacar lo mejor de ellos, y esto no puede hacerse si los interesados no
quieren. Querer a los alumnos, respetando y valorando su identidad, pensar en
positivo sobre sus capacidades, ayudarles con competencia profesional, y rezar
por ellos si somos creyentes, serán los requisitos para que chicos y chicas den
una respuesta personal y creativa.
José Ignacio Moreno Iturralde
Thursday, July 08, 2021
Matrimonio de sangre y broncas
Pepe pensaba si su mujer era realmente la mujer que él había soñado en la juventud. Estaba casado desde hace veinte años, tenía tres hijos con ella, y acababan de tener una bronca seria. Estaban unidos por la sangre, pero el amor se había reducido notoriamente, si es que no había desaparecido.
María estaba un poco harta de la incompetencia del
marmolillo de su marido. Seguía siendo guapo y simpático, pero era un
despistado con toques de irresponsabilidad. Virginia, la hija mayor, iba a su
bola; al mediano, Antonio, le había entrado el curioso pronto de querer
entregar su vida a Dios; y Gabrielito, el de trece años, estaba con un pavo
insoportable. De los tres, al que más quería era al pequeño. Siempre recordaba
las palabras de sesudos consejeros que le recomendaron abortar el tercer
embarazo, que no pintaba bien. Ella, siempre generosa, no hizo ni pajolero caso
y ahí estaba ahora ese gamberro de chaval dando guerra. Con qué cara podría
mirar a sus otros dos hijos si hubiera eliminado voluntariamente al último.
Solo con la de un enorme arrepentimiento, pero no hacía falta.
Un día de oficina, Pepe recibió una llamada que alteró el
ritmo cardiaco de su corazón. María había tenido una caída grave en una
escalera mecánica, y estaba ingresada en un hospital. No le dieron más datos.
Como una exhalación cogió un taxi y solo pensaba en María, su mujer, su niña
bonita, su vida, su ser más querido. Llorando y rezando, rogaba para que no
fuera grave. Qué contento estaba de que María fuera su mujer, la madre de sus
hijos. Qué alegría le daba haber cortado por lo sano una invitación al cine de
una atractiva compañera de trabajo, dejándole muy claro que eso no iba con él,
mientras le señalaba el anillo.
María, algo anestesiada y mareada, observó que su teléfono
vibraba y atendió la llamada. Su marido acababa de tener un accidente en coche
y le trasladaban en ambulancia. Su Pepe, su amor, su guaperas, su querido
esposo estaba en peligro. Que llantos y angustias de camino para verle.
Al llegar a sendos hospitales Pepe y María, cada uno por su
parte, constataron con estupor que ni el uno ni la otra estaban en los
respectivos centros de salud. Pepe, al salir de su trabajo, no llamó a su mujer
que consideraba en una ambulancia o quirófano. María, dejando al dentista medio
plantado, prefería recibir la noticia de lo ocurrido presencialmente. Ambos
recibieron enseguida una llamada de Virginia, avisándoles de que Gabrielito la
había podido liar, con dos llamadas que se le habían ocurrido al nene. La
indignación, la ira y el enfado monumental de cada uno de los cónyuges parecía
la efervescencia de dos volcanes.
Llegaron al mismo tiempo a casa; marido y mujer se dieron un
abrazo y un beso como hacía bastante tiempo que no lo hacían. Al entrar en la
habitación de Gabriel se lo encontraron llorando desconsoladamente…
-Papá, mamá, perdón... Pensé que ya no os queríais.
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, July 03, 2021
La condición originaria
En nuestro mundo se
valora mucho la realización personal; lo que también se llama una vida lograda.
Cumplir objetivos profesionales, familiares, sociales, quizás también
deportivos, es algo que a todos nos atrae. Estos logros pueden entenderse como
el despliegue del don recibido de la propia vida, o como una construcción
totalmente autónoma del propio proyecto personal. Son dos maneras muy
diferentes de entender la vida.
Si lo que prima es la autosuficiencia, quien consiga algunas
de sus aspiraciones, si es que alguna vez logra colmarlas, no podrá dar cuenta
de algo nuclearmente humano para lo que no somos autónomos: la confianza en los
demás y en la propia vida. Más tarde o más temprano, el edificio de la
autonomía cerrada acaba por intoxicarse y arruinarse. Si la autonomía se
radicaliza se desarraiga de las raíces de la persona, que nadie se ha dado a sí
mismo.
Hay muchas cosas que no hemos elegido: el día de nuestro
nacimiento, nuestra estatura, nuestros padres y hermanos, entre muchas otras
cosas que suelen ser queridas. La mayor parte de la gente no cambiaría su
familia de origen, y se trata de algo que nos ha tocado, o quizás nos ha caído
del cielo. Generalmente nos ha caído bien.
Cuando entendemos la propia vida como un regalo, de nuestros
padres y de Dios, nos damos más cuenta del gran valor de lo que recibimos.
Recuerdo ahora la vida de un bebé que ha fallecido a los once meses de nacer,
por una enfermedad. Entre dolores y terapias, sonreía y miraba con cariño
inmenso a su madre. La vida de ese chiquillo ha dejado una huella profunda en su familia y también en los que somos
amigos de ella. Puede parecer que su vida se ha malogrado, ya que todos
queríamos que saliera adelante; él también peleó duro por ello. Sin embargo, ese
niño pequeño ha contado con su valiosa condición originaria: su dignidad
humana, el amor de sus padres, su desarmante inocencia, su pasmosa alegría, y
su condición de hijo de Dios al ser bautizado por la bendita fe de sus padres.
José Ignacio Moreno
Iturralde