Tuesday, December 25, 2018

La sencillez de Belén


       En el día de Navidad, vuelve a resultar abrumadora la sencillez y la humildad del Portal de Belén. El misterio más asombroso de la historia se esconde en un Niño nacido en un pesebre, en unas condiciones muy precarias, rodeado del cariño de María y de José. El estilo de Dios se muestra sencillo, cercano, profundamente humano y entrañable. Pienso que tiene mucha relación con la vida cotidiana: nuestra familia, el trabajo y el trato con quienes allí nos encontramos, así como la relación con amigos y conocidos. Sin embargo, quizás pensamos con frecuencia en ilusiones y proyectos extraordinarios, muchos de ellos seguramente estupendos; pero que pueden desviar nuestra atención de lo normal de cada día.

        Sabemos que la vida cotidiana es la gran cuestión, pero a veces se nos presenta como ardua, difícil, aburrida o simplona. Esto supone un error serio y quisiera recordar porqué. Vivimos en un universo con millones de galaxias, dentro de un modesto planeta notoriamente asombroso, con toda una vida en nuestras manos y con personas que nos quieren y a las que podemos querer. Además, el portal de Belén nos recuerda que todo un Dios se hace como nosotros para dar sentido último a todos nuestros buenos momentos y a todas nuestras dificultades, incluida la muerte que ha sido asumida y superada por el Hijo unigénito de Dios. Por si fuera poco, Jesucristo nos da en su Iglesia, la cercanía de su ser a través de su cuerpo y de su sangre verdadera, real y sustancialmente presentes en el sacramento de la Eucaristía, al que une todos los demás como el de la confesión, que es lo mismo que perdón, alegría y felicidad.

       Es lógico que en nuestra sociedad de la comunicación nos inquieten los serios problemas del mundo, y que hagamos lo posible por remediarlos. Pero pienso que el modo más eficaz es vivir bien las realidades cotidianas que nos tocan vivir. Lo cotidiano tiene entidad y fuerza, más que de sobra, para mejorar notoriamente la categoría de nuestra personalidad. En Belén Dios se ha unido a la historia sencilla de cada hombre y mujer, la elevado a la categoría de la vida de un hijo de Dios y, si nos esforzamos por vivirla bien, pese a nuestras fragilidades y errores, estaremos unidos a Jesucristo y, con Él, a todo el mundo.

         Lo cotidiano, lo normal, lo sencillo, vivido en unión con Dios, es lo más grandioso que tenemos a nuestra mano. No entenderlo es síntoma de una de las consecuencias del pecado original: la falta de alegría y de asombro ante la creación. Un asombro y alegría que pueden recuperarse sobreabundantemente al contemplar cómo el Portal de Belén puede llenar de contento y de sentido nuestra propia vida.



José Ignacio Moreno Iturralde