Un
tipo divertido escribía en la dedicatoria de su tesis doctoral: " A todos
mis amigos, sin cuya ausencia hubiera sido imposible hacer este trabajo".
Las relaciones de amistad son fuente de esfuerzos y de alegrías.
Aristóteles afirmaba que sin amistad el hombre no puede vivir. Estamos
"conectados en red" con nuestros familiares y amigos, y también con
todo el mundo. Lewis dijo en su libro "Los cuatro amores" que
"cada amigo me revela parte de mi yo". Tomás de Aquino, en su Suma
Teológica, afirma que " las victorias de mis amigos son también mis
victorias". Los espíritus de las personas están relacionados, se afectan
unos a otros para bien y para mal.
Cuando estamos en una reunión grata con familiares y amigos, donde el tiempo
pasa volando, no somos menos nosotros mismos sino todo lo contrario: nuestro yo
se enriquece, lo pasa bien, es feliz. La relación humana no nos es algo
accidental, sino nuclear. Se ha dicho que la clave de la felicidad está en la calidad
de las relaciones humanas, y seguramente es verdad. En el fondo de mi yo están
de algún modo los seres que aprecio, dándome plenitud, y también los seres que
desprecio, royendo mi alma. Por esto no trae cuenta despreciar a nadie.
En cierta ocasión un alumno hizo una pregunta filosófica, un tanto espesa, a un
profesor: " el hombre tiene alma y cuerpo, podríamos decir que tiene el
número dos. Dios es tres personas, su número es por tanto el tres...¿Cómo puede
pasar el hombre del dos al tres?" El profesor respondió inmediatamente:
" el tres son los demás, la bendita fraternidad cristiana".
En su novela Manalive, Chesterton habla de un profesor de filosofía escéptico
que sermoneaba acerca del sinsentido de la vida. El protagonista del libro, un
experto tirador, secuestra al triste profesor, le ata, y le tirotea. No le
mata, porque todos los tiros tan solo remarcan la silueta de la víctima, que
grita desconsolada y corre despavorida, tras ser liberado, con unas intensas
ganar de vivir. Es verdad que no siempre es fácil festejar la realidad, aunque
hay quien procura hacerlo a diario con mayor o menor fortuna. Pero de vez en
cuando, encontramos sobrados motivos para celebrar la existencia y reunirnos
con quienes apreciamos. Entonces nos encontramos con los demás y con nosotros
mismos.
Muy distinta es la fiesta que tan solo busca la evasión de la realidad, no su
celebración. Pueden darse risotadas y goces, frecuentemente al lado de
extraños, pero se trata de algo que no ennoblece. Sí la diversión es un mero escapismo
de la realidad, esos momentos dislocan la propia biografía, la persona pierde
personalidad y sentido. Sí la fiesta del sábado no ayuda a vivir mejor el
lunes, tal festejo no es energía para vivir mejor, sino fardo que apesadumbra.
No comments:
Post a Comment