La salud es un gran
tesoro que hay que cuidar. Es inteligente procurar mantenerse en forma con una
vida ordenada, el ejercicio apropiado a la edad que cada uno tenga, y el
descanso necesario. Por otra parte, el buen gusto en el vestir es una
manifestación de amor a la vida. Pero del mismo modo que descuidar el cuerpo es
un error, reducirse a ser un cuerpo es una equivocación seria.
La personalidad de cada
una y de cada uno, íntimamente unida a lo corporal, es algo que supera lo
fisiológico. La inteligencia, la fuerza de voluntad, o la capacidad de amor y
entrega por alguien, no es algo determinado totalmente por la genética. El cuerpo
humano está capacitado para expresar acciones libres, siendo la libertad y su
ejercicio algo que trasciende la materia. Por esto, ante un mismo dolor, las
personas pueden reaccionar de muy diversas maneras.
El cuerpo manifiesta la
profundidad de una persona que tiene una inteligencia, una voluntad y un
corazón que dan sentido a sus expresiones corporales. Tenemos una interioridad
que no damos a conocer a cualquiera: esto sucede tanto en las ideas y en los
afectos, como en lo físico. Por esto, el pudor es algo natural en nosotros:
sentimos indignación y vergüenza cuando se vulnera nuestra intimidad.
Tenemos el cuerpo de una
persona; es decir: el cuerpo no es un objeto sobre el que tengamos posesión
como si fuera una moto o un coche. Comportarse, por ejemplo en el modo de
vestir, como si el ser humano no fuera nada más que su cuerpo, supone una falta
de dignidad. Esto se debe a que la dignidad se refiere al valor personal de
cada vida humana. Siendo lo corporal naturalmente repetitivo, es el espíritu de
cada persona el que otorga un significativo valor único a su cuerpo.
El culto al cuerpo es un
error, porque el cuerpo está diseñado para querer a los demás y a Dios. El
cuerpo es para el culto y no el culto para el cuerpo.
La convicción cristiana
de que cada persona humana en amistad con Dios es portador o templo del
Espíritu Santo, nos introduce en una dimensión de enorme valoración de lo
corporal. El cuerpo humano y su belleza no es el de un mero animal sano, sino
el de una persona -alma y cuerpo- con la capacidad de hacer de toda su persona
y su vida algo realmente valioso y bonito.
Todo lo dicho antes atañe
a todos, también a tantos que están en situación de pobreza y marginación. La
ayuda a personas especialmente necesitadas es una manifestación de que valoramos
su dignidad; además, como afirma el Evangelio, con ellas se identifica
especialmente el propio Dios.
José Ignacio Moreno Iturralde

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