Wednesday, July 30, 2025

El cuerpo humano como templo


La salud es un gran tesoro que hay que cuidar. Es inteligente procurar mantenerse en forma con una vida ordenada, el ejercicio apropiado a la edad que cada uno tenga, y el descanso necesario. Por otra parte, el buen gusto en el vestir es una manifestación de amor a la vida. Pero del mismo modo que descuidar el cuerpo es un error, reducirse a ser un cuerpo es una equivocación seria.

La personalidad de cada una y de cada uno, íntimamente unida a lo corporal, es algo que supera lo fisiológico. La inteligencia, la fuerza de voluntad, o la capacidad de amor y entrega por alguien, no es algo determinado totalmente por la genética. El cuerpo humano está capacitado para expresar acciones libres, siendo la libertad y su ejercicio algo que trasciende la materia. Por esto, ante un mismo dolor, las personas pueden reaccionar de muy diversas maneras.

El cuerpo manifiesta la profundidad de una persona que tiene una inteligencia, una voluntad y un corazón que dan sentido a sus expresiones corporales. Tenemos una interioridad que no damos a conocer a cualquiera: esto sucede tanto en las ideas y en los afectos, como en lo físico. Por esto, el pudor es algo natural en nosotros: sentimos indignación y vergüenza cuando se vulnera nuestra intimidad.

Tenemos el cuerpo de una persona; es decir: el cuerpo no es un objeto sobre el que tengamos posesión como si fuera una moto o un coche. Comportarse, por ejemplo en el modo de vestir, como si el ser humano no fuera nada más que su cuerpo, supone una falta de dignidad. Esto se debe a que la dignidad se refiere al valor personal de cada vida humana. Siendo lo corporal naturalmente repetitivo, es el espíritu de cada persona el que otorga un significativo valor único a su cuerpo.

El culto al cuerpo es un error, porque el cuerpo está diseñado para querer a los demás y a Dios. El cuerpo es para el culto y no el culto para el cuerpo.

La convicción cristiana de que cada persona humana en amistad con Dios es portador o templo del Espíritu Santo, nos introduce en una dimensión de enorme valoración de lo corporal. El cuerpo humano y su belleza no es el de un mero animal sano, sino el de una persona -alma y cuerpo- con la capacidad de hacer de toda su persona y su vida algo realmente valioso y bonito.

Todo lo dicho antes atañe a todos, también a tantos que están en situación de pobreza y marginación. La ayuda a personas especialmente necesitadas es una manifestación de que valoramos su dignidad; además, como afirma el Evangelio, con ellas se identifica especialmente el propio Dios.



José Ignacio Moreno Iturralde

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