Tuesday, July 22, 2025

El pre-derecho: una base necesaria para los derechos humanos


Si pintamos un cuadro al óleo la pintura se plasma sobre un lienzo; no pintamos de modo definitivo sobre la misma paleta de colores. Si sembramos semillas no lo hacemos sobre otras semillas, sino en un surco labrado en la tierra. Pintura y siembra se expresan desde una realidad que las sustenta.

Los derechos son propios de las personas: seres con libertad y responsabilidad; es decir: que también tienen deberes. El resto de los seres vivos merecen un respeto y un buen trato, pero supeditado a las razonables necesidades de las personas.

El término persona no es algo exclusivamente biológico; su significado va más allá de la fisiología. Persona significa un ser con dignidad, único e irrepetible, dotado de conciencia moral. Tras las atrocidades cometidas en la segunda guerra mundial, la Declaración de París de los Derechos Humanos de diciembre de 1948 quiso ser un recuerdo del respeto que merece todo ser humano. Pero conviene hoy razonar el anclaje de esos derechos, de un modo claro y lógico.

Una evidencia es que ningún ser que no sea humano llegará a serlo. Pero nuestra condición no es exclusivamente racional: una persona dormida, un hombre o una mujer vivos, que han perdido la capacidad de razonar por enfermedad o vejez, no dejan de ser humanos. La dignidad de la persona requiere que ésta sea considerada como un desarrollo en el tiempo desde que está constituida en su identidad, cuya expresión empírica y biológica inicial es su ADN. Desde su concepción hasta su muerte natural se trata del mismo ser humano. Establecer etapas de la vida humana fuera del amparo y del respeto a su dignidad, es como rajar el cuadro del artista o malograr la tierra del agricultor.

Los derechos humanos necesitan de una base pre-jurídica para sostenerse: la propia vida. Los más fundamentales de los derechos, los que expresan nuestra dignidad, no pueden nacer solo de la voluntad de los que se encuentran en una posición de fuerza para hacer valer sus intereses. Es el íntegro modo de ser humano el que fundamenta el derecho; incluso hace posible la propia voluntad que está insertada y surge de dicho modo de ser.

Karol Wojtyla -Juan Pablo II- recordó en un Discurso a Naciones Unidas, en 1995, un ejemplo de Aristóteles para visualizar que los derechos humanos, que comparaba con las notas musicales que penden de la partitura de la ley moral universal. Tal ley sería considerada también como “la gramática del diálogo”, como ha sostenido Jürgen Habermas. Esta protección de toda vida humana está en continuidad con una de los famosos enunciados del imperativo categórico de Inmanuel Kant: “se debe tratar a la humanidad, tanto en la propia persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin en sí mismo y nunca meramente como un medio”.

Estas especulaciones pueden parecer poco prácticas, pero no hay cosa más eficaz que partir de unos principios adecuados para hacer un mundo mejor. Hoy se sigue hablando de derechos humanos, pero se continúa aplastándolos, en ocasiones, de un modo escandaloso. Puede ser incómodo vivir respetando y protegiendo la vida de los seres humanos más débiles e indefensos, pero es el modo digno de vivir: algo a lo que todos estamos llamados a poner en práctica.

Es la hora de basar los derechos humanos sobre una buena tierra; y esa tierra es la propia vida humana que exige su respeto. Hay que pintar los colores de este mundo en un noble lienzo. A esta vida y a este lienzo pueden llamárselos pre-derecho. Tal término parece nuevo, pero significa algo antiguo y nuevo, que se manifiesta en una verdadera regla de humanidad: “trata a los demás como quieres que te traten a ti”.



José Ignacio Moreno Iturralde

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