Friday, July 25, 2025

El lenguaje del cuerpo


El cuerpo humano es el de una persona. La corporalidad expresa toda una dimensión personal. El carácter sexuado del cuerpo manifiesta la dimensión a la apertura y acogida a nuestros semejantes. Nuestro organismo nos hace ver la necesidad de su comunicación con los demás. Un tipo de comunicación especialmente relevante es la conyugal, entre el hombre y la mujer. La unión de los cuerpos, como manifestación verdadera de la unión de la totalidad de la persona, está abierta a la vida de los hijos en el marco estable y responsable del matrimonio. Esta es la verdad que señala la autenticidad de una relación conyugal. Se trata de releer la verdad del lenguaje del cuerpo, anterior a nuestra voluntad.

Estas ideas están sacadas de la teología del cuerpo, elaborada por San Juan Pablo II. Su importancia es grande porque nos hace entender que la visión cristiana de la sexualidad es muy positiva, al estar incluida en un marco de gran dignidad.

Sin embargo, es evidente que dentro de nosotros hay tendencias desordenadas, tanto en el terreno afectivo como en el racional. Por esto, el papa polaco afirma que “el corazón se ha convertido en el campo de batalla entre el amor y la concupiscencia”. Es preciso, por tanto, con la ayuda de Dios, vivir la virtud de la templanza y la castidad por la que el ser humano es capaz de autodominio, de poseerse para poder darse en una entrega verdadera al cónyuge.

De este modo, cuando se vive la sexualidad en la verdad humana, el matrimonio se convierte en el lugar de encuentro entre lo erótico y lo ético. Así se puede vivir la virtud de la pureza, que es exigencia del amor: es la dimensión de su verdad interior en el corazón de la persona humana.

Puesto que la entrega es la consecuencia del amor, pueden existir otros modos de entrega que excluyan el uso de la sexualidad y la unión matrimonial. Se trata de vocaciones que viven una sexualidad donada por entero a Dios.

Volviendo al matrimonio, el lenguaje de la verdad en el cuerpo nos habla de su apertura al fruto de los hijos. Existe una indisociable unidad del sentido unitivo y procreativo del acto conyugal. Romper esta unidad supone falsear de raíz esta relación, como manifestó con valentía San Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae. Esta realidad es compatible, cuando hay serios motivos, con el uso del matrimonio en periodos no fértiles de la mujer. Tal práctica es esencialmente distinta de la anticoncepción, que disocia los dos sentidos antes citados del acto conyugal. La paternidad-maternidad responsable es en primer lugar… paternidad-maternidad. Se trata de respetar lo que somos, poniendo la libertad a favor de nuestra identidad y de no deformarla.

Karol Wojtyla -Juan Pablo II-, basándose en San Pablo, estudia en profundidad la analogía entre la unión de Cristo y la Iglesia y la unión entre marido y mujer; lo que nos hace entender la grandeza del sacramento del matrimonio. Su magisterio en el ámbito matrimonial manifiesta la búsqueda de la síntesis entre verdad y amor.

Lógicamente San Juan Pablo II parte de la fe cristiana, de la Sagrada Escritura y de las enseñanzas de la Iglesia. También lo hace desde su dilatada experiencia pastoral con matrimonios cristianos. Pero la lectura de toda su Teología del cuerpo es clave para creyentes, y muy interesante para todo el mundo. Se trata de un magisterio que ensalza el amor humano a niveles insospechados, haciendo ver que es un auténtico camino de santidad.



José Ignacio Moreno Iturralde

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