Un buen actor representa bien un buen
número de personajes. Su calidad profesional no depende de la calidad de vida
de aquel a quien representa. De un modo análogo, hay gente que se lo pasa bien
en la playa, en un atasco de tráfico o encima de un dromedario. Hay otras
personas que se pueden contrariar seriamente si el vino no está a la
temperatura adecuada, o si el cuchillo del almuerzo no es el más indicado.
Ganar puestos en la carrera de la vida puede ser importante; pero lo es
mucho más adoptar una posición adecuada en cualquiera de nuestros momentos. Se
trata de una posición del espíritu, que requiere de virtudes. Me parece que tal
perspectiva tiene algunas coordenadas fundamentales: una es la gratitud; caer
en la cuenta de los múltiples beneficios que nos trae la existencia. Otra
cuestión clave es saber querer a los demás, a pesar de que tengan defectos, así
como dejarse ayudar cuando sea preciso. Ser una persona laboriosa y práctica es
otra condición valiosa para saber vivir. Tener un gran motivo para la
confianza, cuando hay sol y cuando truena, nos da el descanso necesario para
recomenzar nuestro quehacer en todo momento. Algo imprescindible es la generosidad, que puede ser fuente de complicaciones; pero en mucha
mayor medida es un manantial de alegría.
Todo esto no consiste en un complejo
algoritmo psicológico, sino que tiene la sencillez de la felicidad de un niño.
En la edad adulta, saber tener una posición adecuada en la vida, no es tanto un
logro como un don. Solo puede llegarse a esto sabiéndonos queridos por alguien
que nunca puede fallarnos. ¿Estamos hablando de fe? Sí, de una fe que nos
ha de llevar a procurar ser más serviciales con los demás y, cuando sea posible, más alegres.
José Ignacio Moreno Iturralde

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