Saturday, March 12, 2005

Trabajo e ilusión

He constatado que algunos niños quieren ser bomberos cuando sean mayores. La sirena, el color rojo del camión, los cascos encima del uniforme azul, la misión arriesgada y heroica… Lo que no sospechan esos niños, y otros no tan niños, es que en el futuro quizás serán camareros, oficinistas, empleados de una funeraria…, aunque, ¡caramba!, alguno será bombero.

Claro que es importante lo que se hace pero quizás es más importante cómo se hace. Si no somos bomberos podemos, al menos, tener espíritu de bomberos y apagar muchos fuegos, de fuera y de dentro del propio yo. Tener el espíritu de algo es ya de algún modo serlo.
Es bonito hacer lo que a uno le gusta pero es bueno hacer lo que sirve a los demás dentro de las propias y flexibles aptitudes. El propio yo, a diferencia de lo que pueda parecer, no es ni mucho menos el mayor motivo de superación. Cuentan una historia trepidante de un cuidador del zoológico. Con horror vio como su niña pequeña caía dentro del foso de los cocodrilos. Sin dilaciones se tiró él también y arrancándole los ojos a uno de los animales consiguió salvar a su hija de las fauces del peligroso y, finalmente, ciego lagarto. El afán de ayuda y protección a los seres queridos hace intrépidas las decisiones, agudiza el ingenio y hace aumentar los ingresos. Con pena cabe reconocer que si es mucha la gente querida eso no nos hará necesariamente millonarios.

Tener un sano afán de superación profesional es algo tonificante. Un conformismo que descartara actualizaciones en el trabajo y cierta creatividad bajaría la conveniente tensión humana para seguir adelante una tarea laboral de interés. Hay que cuidar el propio segmento de investigación y desarrollo. Conviene que las cosas urgentes no invadan siempre el lindero de lo importante no urgente. La constancia, las múltiples rectificaciones, el no sobrevalorar éxitos o fracasos momentáneos, el intento tenaz de aportar el estilo propio, el saber rectificar una y mil veces, nos hará con toda probabilidad ser unos buenos profesionales.

Esta labor profesional no se reduce a ser una posible realización personal en la solidaridad. El cristiano está continuando personalmente la tarea profesional del propio Cristo. Fabrica con sus manos los muebles del Artesano Nazareno: las mesas, las camas, las sillas, que hicieron que este mundo -a pesar de los pesares- pueda considerarse un hogar.

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