Wednesday, March 23, 2005

Razón y fe V

Unidad en la pluralidad

La unidad entre las personas que compran en unos grandes almacenes es por lo general una relación de interés y agregación. Sus relaciones son sobre todo utilitarias. La unidad entre los hinchas de un mismo equipo deportivo es algo más, comparten una afición: un interés no necesario. La unidad que se da entre los hombres de bien tras la liberación de un secuestrado que ha sufrido torturas es mucho mayor: las personas se alegran profundamente por la alegría de la persona que estaba siendo maltratada. Esta es una unidad por la que se quiere el bien de la otra persona. El hecho de que le hayan sido devueltas las condiciones propias de su dignidad crea en los demás un clima de unidad. Se comprende al otro porque de algún modo es igual a
los demás. La persona es el ser capaz de comprender; de ponerse en el lugar del otro; de salir de si misma. Por esto, afirma Spaeman, la persona es un símbolo del absoluto.

Hay otro aspecto que no conviene olvidar: Lewis, al hablar de la amistad en su obra “Los cuatro amores” al hablar de la amistad afirma que cada amigo me revela parte de mi yo. La amistad no es sólo un lujo sino algo que nos engrandece; algo que nos hace ser más. La riqueza interior de cada uno depende de todos aquellos que le aprecian bien. Aquí hay algo muy importante: de alguna manera el otro está en el fondo de mí: su verdad está conectada a la mía, aunque ambas son distintas.

Si una mujer o un hombre viven rodeados de injusticias que afectan a otros y no hacen nada que esté a su alcance por evitarlas, sus propias vidas empiezan a perder sentido. Si trabajan por mejorar las condiciones de vida de sus semejantes comienzan a estar satisfechos: a estar a bien conmigo mismos, a ser felices. Tenemos mayor unidad interior, integridad y plenitud de sentido en la medida en que somos generosos.

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