Saturday, March 12, 2005

Bombas de humo

No afligiré al lector que haya tenido el mérito de llegar aquí con un análisis histórico de los factores que nos han llevado a una sociedad individualista. La causa primera y última de esta sordera para descubrir la propia vocación o sentido pleno de la propia vida es vieja y se llama egoísmo. Lo que ocurre es que ahora al egoísmo le hacen el juego, por una parte, la técnica electrodoméstica y, por otra, una cierta intelectualización para hacer lo que a uno le da la gana; se la suele llamar autonomía.

Una sociedad occidental que tiene mucha técnica requiere de mucha ética. No ocurre así. Con frecuencia tener es poder, es abulímia de poseer; pero la avaricia acaba rompiendo el saco de la propia identidad.

Por otra parte la libertad de expresión hace que las vallas publicitarias de nuestras ciudades exhiban con obsesiva frecuencia señoritas casi en cueros: a esto se le llama naturalismo, como si fuéramos bambis. Aborta toda mujer que pueda sufrir un peligro psíquico para su salud: es decir…, en la práctica, la que quiere en virtud de su inviolable autonomía. Matar al hijo de las entrañas es considerado algo parecido a una liposucción. Los matrimonios se disuelven como la espuma de las olas del mar pero los efectos de esto permanecen como la espuma de los ríos fecales urbanos. En algunos países ya se otorga igual legitimidad al matrimonio que a las parejas de homosexuales porque el fundamento del derecho pasa a ser la intensidad del sentimiento en vez de la justicia y el respeto a la naturaleza. Y en este elenco no podemos olvidar los abundantísimos programas televisivos del corazón donde, con un asombroso olvido de la propia categoría, unos personajes cuentan sin ningún pudor sus desengaños amorosos, ante una gran audiencia. La audiencia lo justifica todo. No sé como no se les ha ocurrido hacer un concurso de aerofagia entre los más rudos; no me extrañaría que igualara en audiencia a una final de la Champions.

No agotaremos los males y, además, son muchos más los bienes, pero con frecuencia más ocultos en una sociedad fuertemente informativa. Si una loca envenena la sopa de su hijo será noticia; si cien millones de madres dan de comer a sus hijos con primor no saldrán en portada. Si una mulier fortis asa a su compañero sentimental con una manzana en la boca y se consigue el reportaje, éste ganará el premio Pulitzer. Si miles de mujeres entrañables levantan la moral de sus esposos con una mirada comprensiva y coqueta no aparecerán en un semanal rosa. Si se abandona a una abuela en la carretera se hará una entrevista al cabestro del familiar que hizo tal proeza. Los familiares que atienden a enfermos de alzheimer, que retarían a la paciencia del mismísimo Job, no tendrán una exclusiva en el telediario. Todo esto hay que redescubrirlo porque muchas bombas de humo afectan a nuestra visión de la realidad. Las cosas buenas están ahí, soportándolo todo, como los cimientos, como la propia tierra, como la mirada misericordiosa de Dios sobre la tierra.

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