Saturday, August 09, 2025

Una fuente de sentido lógico y moral, anterior a la conciencia


Una chica joven discapacitada contaba algo que me pareció muy interesante. Narrando su vida en un vídeo, afirmaba que le fue muy útil cambiar la pregunta “¿por qué me pasa esto?” por esta otra: “¿para qué me puede pasar lo que me ha sucedido?... No siempre entenderemos los sucesos de la vida, pero esto no quiere decir que no tengan un sentido.

Cuando se practica un deporte hay unas reglas previas a nuestro partido de fútbol, baloncesto, tenis, o lo que sea. Estas reglas suponen ciertos límites, que son precisamente los que posibilitan el juego. Las reglas de estas actividades son convencionales; podrían cambiar. En la realidad hay muchas leyes permanentes, pero los ejemplos anteriores nos sirven para considerar que hay algo anterior a nuestra vida y a nuestro comportamiento, que pone reglas en la existencia.

Si pienso o hablo procuro no caer en contradicciones, aunque en la práctica no sea del todo coherente. No puedo decir al mismo tiempo “voy a salir y no voy a salir”, o “te voy a ayudar y no te voy a ayudar”. En la realidad un perro no es un gato, ni una gallina un cocodrilo. Estas perogrulladas esconden algo importante a mi modo de ver: la no contradicción es un principio de la realidad; algo anterior a cualquier cosa, una “regla de juego” de los seres. Algo similar a lo anterior pasa con las causas y los efectos: si hago tal cosa, se produce esta otra. Ya sabemos que hay pensadores que han criticado el principio de causalidad. Pero sin este principio, ellos mismos no serían las causas de sus filosofías.

En el terreno ético o moral suceden cosas similares. El principio de “haz el bien y evita el mal” es previo a mí mismo. También ocurre lo propio con la llamada regla de oro de la moralidad: “trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Otra cosa es que vivamos mejor o peor esta orientación. No hay nadie que quiera ser un desgraciado y un fracasado, aunque en ocasiones pasemos por momentos difíciles y dolorosos. La tendencia a la felicidad es intrínseca a nuestro modo de ser.

Para ser consciente de sí mismo, un bebé necesita bastante tiempo de conexión con la realidad, especialmente con sus padres. Y, sin necesidad de ser un recién nacido, soy consciente de mí mismo gracias a que antes soy consciente del mundo exterior a mí, como cuando suena el pajolero despertador de la mañana.

Todos estos rodeos, y muchos más que se podrían hacer, ponen de manifiesto que una sana filosofía solo puede empezar desde fuera de mí mismo, desde antes de mí mismo; o de lo contrario edificaré un planteamiento rotundamente equivocado. La autoconciencia no puede ser el principio de la sabiduría; sino que ésta ha de comenzar por la realidad que sustenta a la conciencia y a la comprensión que tiene de sí misma. Cuando una persona establece su conciencia como norma absoluta e inapelable a la hora de actuar está falseando su identidad. Por supuesto que actuar según la propia conciencia es importante y necesario; pero es muy distinto divinizar la conciencia o entender que me puedo equivocar, y que tengo que tener una apertura a una modificación de planteamientos en mi vida. La conciencia es como una brújula que señala el norte moral; pero no es el norte moral. Esta distinción es clave para poder vivir con acierto.

Me contaban de tres amigos que, yendo en coche, estuvieron a punto de salirse de la carretera al tomar una curva. Durante el momento de máximo peligro a uno le dio por decir a media voz “ay, qué bien, qué bien”. No estaba loco, ni era tonto; tampoco había bebido, aunque podría decirse que “iba por la vida “con dos copas espirituales de más”. Quiso quitar tensión en un momento difícil, y quizás ayudó un poco al conductor a solventar el problema, como así ocurrió.

Hay cosas que controlamos y muchas cosas más que no controlamos. La actuación personal marca la vida de cada uno, pero no siempre salen las cosas como se prevén. Esto se debe simple y llanamente a que hay muchos más factores en juego que nuestra voluntad y nuestras acciones.

Hay que ponerse metas, claro que sí. Pero solo existe una victoria que resiste a todo contratiempo: la victoria moral, ser una persona buena. Puede parecer que ganar dinero y tener éxito en la vida profesional y social es algo importante… y lo es. Pero si todos estos logros no se orientan a una mejora moral, se convierten en auténtica basura. Es interesante legar dinero y posesiones, pero es inmensamente más valioso dejar a los seres queridos, y a muchos más, un ejemplo de vida recta, alegre y positiva. Suceda lo que suceda, siempre podemos optar por una actuación que nos haga ser mejores personas y que ayude a serlo también a los demás. Los contratiempos de cualquier tipo pueden ser una ocasión de replantear cuál es en la práctica nuestra jerarquía de valores.


José Ignacio Moreno Iturralde

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