Sunday, August 24, 2025

Para progresar más deprisa

La capacidad de innovación en diversos sectores nos permite avanzar con un paso más rápido en nuestro progreso personal y social. Pero antes de seguir avanzando, tendríamos que preguntarnos qué es progresar. A nivel personal, una respuesta satisfactoria tendría que contemplar a la totalidad de la persona. Para esto, hay que pensar las cosas con calma y tener en cuenta todo lo que hemos recibido familiar y socialmente. Entre nuestra cultura, quedan todavía algunas frases sabias que no tienen que ver precisamente con las prisas. Entre ellas destacaría “despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”. En este sentido, un jardinero me dijo una vez que, supuestos los conocimientos propios del oficio, “las cosas salen bien cuando se hacen con cariño”; y el cariño no suele ser precipitado. Lo conocí en un jardín precioso que tenía a su cargo.

Vivimos en una sociedad tecnológica y vertiginosa, que a veces resulta ser poco humana. No se trata de volver a siglos pasados, pero lo que es absurdo es una aceleración que nos angustia y nos difumina. Hay que pararse, ver cuál es nuestra jerarquía de valores y examinar si nuestra actitud diaria es coherente con esta jerarquía. Si se tienen fines claros en la vida, es posible que uno de los esfuerzos más saludables y costosos que se deban hacer es soltar cosas que sobran o estorban. Recuerdo una película, que vi hace mucho tiempo, en la que unos personajes tenían que tirar un pesado cofre con joyas desde un globo, para poder salir volando y salvar así la vida de un peligro. Uno de ellos dudó si quedarse con una de aquellas riquezas, pero finalmente la tiró. El final de la historia fue feliz. Conviene recordar que la avaricia rompe el saco.

Tenemos que descubrir o redescubrir lo que verdaderamente merece la pena y dirigirnos a esto de un modo más decidido y alegre. Se da, por tanto, una paradoja: hay que pararse a pensar la verdad y atreverse a arrojar lo que no es bueno para alcanzar algo mucho mejor. De este andar con más calma y ponderación se deriva una gran ganancia de tiempo.

Vivimos en un mundo con muchas cosas anteriores a nosotros mismos. Si uno quiere volar alto, tiene que estar atento a detectar por donde vienen los vientos buenos. Dejarnos ayudar por quienes merecen nuestra confianza es una actitud sensata e inteligente, que refuerza nuestra personalidad. Estamos rodeados de personas; y a un buen número de ellas las conocemos y apreciamos. Muchas veces, dedicarnos a una vida de servicio a los demás, teniendo en cuenta nuestras cualidades, resuelve muchos de nuestros problemas, embrollos y complicaciones. Es exigente y certera la sabiduría popular cuando afirma que “el que no vive para servir, no sirve para vivir”. Realmente, pensar en los demás de un modo estable, y vivir en consecuencia, supone llevar una vida profundamente original y acertada.

En el transcurso de la vida no todo es lineal, ni se ve siempre claro lo que tenemos que hacer. Pueden aparecer en nuestra existencia tramos difíciles, pero siempre hay una luz, al menos para cada día, que nos lleva a hacernos mejores personas, ayudando a los demás a que lo sean. Tal luz es una realidad que viene de fuera de nosotros mismos, como el sol que entra en la habitación por la mañana. Esta claridad va mostrando un sendero que nos enseña a querer, a apreciar lo bueno, a aspirar a lo mejor. Se trata de descubrir que somos profundamente queridos, a pesar de nuestras limitaciones, si nos empeñamos en seguir por este camino de victoria. Se puede buscar y encontrar un amor grandioso, que no traiciona pase lo que pase. Este amor con mayúscula existe y es un auténtico norte de felicidad.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

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