Friday, August 22, 2025

Paz y posición personal

Como profesor, me da alegría ver a muchos alumnos y alumnas progresar, y plantearse cuáles serán sus estudios universitarios o de Formación Profesional. Es bonito observar a esta juventud con un futuro abierto, y libertad para decidir lo que quieren ser.

Cuando va pasando el tiempo se han tomado decisiones, que no son una negación de la libertad sino una inversión de esta estupenda facultad humana. Lógicamente hay muchas cosas que pueden cambiar con el tiempo; pero hay otras cuestiones en las que establecemos compromisos importantes. Pienso que la categoría de una persona tiene bastante que ver con los compromisos que ha adquirido.

Es importante tener una jerarquía de valores clara, porque a veces nos podemos imponer auto-obligaciones que no son imprescindibles. Es clave saber ejercer la libertad y dejar algo que es un peso innecesario e inconveniente. Por otra parte, ser personas de palabra es algo de gran importancia para los demás y para nosotros mismos. En el trabajo hay una responsabilidad del empleador, pero también del trabajador. Lo digo en el sentido de no dejar tirada a la empresa, sin capacidad de reacción, por una nueva y distinta oferta laboral sorpresiva que parece más sugerente. Claro que uno tiene libertad de elegir el trabajo que quiera, pero también hay que procurar ser un caballero o una señora, que da ejemplo de buenas prácticas profesionales. Además, el sentido común tendrá que valorar si realmente ese cambio de trabajo es sensato o no lo es.

Entre los compromisos, destacan por su valor los familiares: las relaciones conyugales, de maternidad y paternidad, así como las filiales y de fraternidad, son nuclearmente humanas. Todas ellas cobran una significación aún más profunda si se realizan como un amor humano que enlaza con Dios.

En todo el ajetreo de la vida, hay algo destacable: la paz interior. Este estado es también una virtud, y ante todo un don. Ya se ve que no se trata solamente de tener espacios de tiempo veraniegos, sino de aspirar a tener ese buen “cuajo” y sosiego en las mil incidencias de la vida. Pero la paz es consecuencia de una lucha interior, de batallar personalmente por hacer el bien a nosotros mismos y a los demás. Pienso que gran parte de esa lucha tiene relación con vivir con esfuerzo el día a día, pechando con nuestros deberes, especialmente los familiares. Esto puede resultar costoso, pero es necesario para ser mujeres y hombres en los que otros se puedan apoyar.

Hay que saber mirar hacia el cielo, abriendo con decisión los brazos a las responsabilidades que tenemos en este mundo. Me parece que este planteamiento está muy relacionado con la Cruz cristiana. El cristianismo llena de sentido el saber aguantar nuestra posición en la vida, aceptándonos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Tal actitud exige de mejora por nuestra parte, así como de procurar la mejora de los otros. En esta incómoda batalla se va fraguando nuestra propia paz interior, algo que se transmite a nuestro entorno y a la sociedad.

Tanto el exceso de ambición como la enfermiza tendencia a salirnos de nuestro sitio, es la causa de múltiples problemas personales, familiares y sociales. Por esto, hemos de luchar por la armonía interna, por la tranquilidad en el orden, contando con múltiples meteduras de pata, que serán un buen terreno de humildad para que así vaya surgiendo el árbol vigoroso de la paz. Con la ayuda de Dios, como afirmaba San Josemaría, podemos ser sembradores de paz y de alegría; personas que, sin darse mucha cuenta, saben querer, están contentos con su vida -a pesar de los pesares-, y son referencia de generosidad y simpatía.


José Ignacio Moreno Iturralde

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