Thursday, August 21, 2025

Inteligencia artificial y corazón humano

 

La inteligencia artificial tiene un modo predictivo de funcionar; es como un programa de textos que avisa de la próxima palabra a emplear, pero en una escala mucho mayor. A esto se denomina un modelo de lenguaje: múltiples algoritmos conectados que organizan una ingente suma de información. Esta tecnología basa sus respuestas en la probabilidad.

La IA, al ser maquinal, tiene sintaxis pero no tiene semántica: ordena conocimientos, pero no los conoce. Esto se puede explicar con el clásico ejemplo en el que se relata que a través de una rendija en una puerta me envían mensajes en chino, que están en tres colores: rojo, blanco y azul. Yo no tengo ni idea de chino, pero aparento que lo sé porque voy poniendo cada mensaje en una carpeta de su color.

De todos modos, la brillantez y erudición de las respuestas de la inteligencia artificial nos llevan a dirigirnos a ella como si entendiera y fuera una persona. Cada vez más parece que su multiplicidad de operaciones va a dejarnos a los humanos bastante relegados en un buen número de actividades… Habrá que verlo. Entre tanto, quisiera recordar algo que puede ayudar a distinguir nuestro conocimiento del de las citadas máquinas: siempre digo a mis alumnos que, a la hora de decidir, primero hay que tener en cuenta la cabeza y después al corazón. Pienso que esto es así porque primero hay que entender la verdad de algo, antes de quererlo como un bien. Pero además de la esfera sentimental y emotiva humana, hay otro concepto de corazón más profundo. Se trata del centro del ser humano, donde cada persona toma sus más íntimas decisiones. Allí está la raíz más profunda de nuestra libertad y, por ser el núcleo de la persona, hay en él una profunda síntesis entre inteligencia y emotividad. Se trata del término corazón tal y como lo emplea la biblia (por ejemplo: “Dame, hijo mío tu corazón, y extiende tu mirada sobre mis campos de paz” Proverbios 23,26). Se trata de decisiones como la citada por Chesterton cuando escribía que “todo está entre la luz y la oscuridad, y cada uno tiene que elegir”.

Pues bien, el conocimiento que proviene del corazón, en el último sentido que de él hemos expresado, es exclusivo del ser humano. Pongamos una pregunta relevante: ¿Hasta dónde tengo que ser generoso?... Se trata de una cuestión que una IA jamás podrá responder; porque el amor tiene mucho de imprevisible.

La propia realidad tiene también gran relación con lo inesperado. Los últimos estudios científicos apuntan a que la probabilidad de que el universo haya evolucionado como lo ha hecho, gracias a lo cual estamos los humanos aquí, es de 10 elevado a 10, y la cifra anterior resultante elevada a 123.

El mundo no es por casualidad, ni por probabilidad, sino por una causa creadora. El cristianismo habla de un Dios que es Amor, que se ha hecho hombre y que hoy está, misteriosa pero realmente, a nuestro lado. También esto salta por los aires toda probabilidad. Se trata de una realidad asombrosa, sobrenatural, que supera a la razón, sin ser irracional. En este sentido, otra frase del mismo escritor antes citado dice: “toda la lógica pende de un misterio”. Un misterio de divina libertad.

Lo que llena nuestra vida es sabernos queridos y querer. La IA puede ayudarnos en muchas cosas, pero sería una necedad pensar en que puede suplantarnos en lo que es más propiamente humano.


José Ignacio Moreno Iturralde

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