Friday, August 15, 2025

La perspectiva más humana de la educación


Supongo que hay, entre otras, tantas ideas de lo que es un profesor o una profesora, como docentes. Aquí intentaré hacer una aproximación personal, refiriéndome especialmente a profesionales de la enseñanza media, y me referiré especialmente a un aspecto que considero relevante.

Generalmente se dice que para ser profesor hay que tener vocación, y es verdad. Pero mi idea de la vocación no significa solamente lo que a uno le atrae, sino ante todo una llamada de la vida hacia nosotros. Me parece que hay muy buenos profesores que no soñaban con serlo cuando eran chavales.

Por otra parte, se habla mucho de lo desorientada que anda la juventud; pero también se olvida con frecuencia la fuerza de los jóvenes. Es una fuerza que hay que saber detonar a partir de la autoridad, la exigencia y la sincera estima personal. Un chico o una chica detecta si a este profesor o profesora le importo.

Un profe intenta saber de lo suyo, transmitir conocimientos, educar caracteres, impulsar futuros, vivir con intensidad su trabajo; otras veces -no pocas- trata simplemente de sobrevivir. Uno de los aspectos más gratificantes de ser profesor, en mi opinión, son los encuentros con antiguos alumnos: ver sus progresos profesionales, sus iniciativas que quizás antes no hubiéramos sospechado, y contemplarlos hechos unos jóvenes con ganas de comerse el mundo. También estos encuentros son una posible ocasión de ofrecerles alguna orientación para sus vidas.

Se comentan muchas cosas del sistema educativo, de las dificultades que entraña actualmente esta profesión, y de la crisis de identidad de lo que es la misma educación. Ante todo esto, pienso que hace falta libertad de enseñanza y sentido común. Y si alguna vez un país quiere verdaderamente progresar mucho y pronto, tendrá que dedicar auténtica atención a la enseñanza y, por tanto, prestigiar en todos los sentidos a un profesorado competente. Pero quisiera centrarme ahora en otro asunto diferente: cuando pasan las décadas como profesor, uno ha dado clase a multitud de chicas y chicos. Alumnas y alumnos son recordados con aprecio, pese a que las cosas por parte de nosotros y de ellos se podrían haber hecho mejor. Ante este río de la vida y, por tanto, de las promociones de alumnos, me pregunto: ¿Dónde encontrar una referencia estable y profunda del sentido de la educación?... Caben muchas respuestas, pero voy a fijarme en una que me parece importante: cada estudiante es la encarnación del amor entre su padre y su madre; aunque haya veces en que lo olvidamos. Es clave recordarlo porque solo desde esta perspectiva familiar se puede lograr una educación profundamente humana. Los profesores y profesoras somos testigos de esta realidad. La enseñanza tiene que tener cabeza, pero también corazón. Las alumnas y los alumnos pasan por institutos y colegios como el rielar de la luz sobre las aguas. Pero ese continuo movimiento, cobra mucho más sentido cuando se enfoca la vista a una poderosa y real luz estable que es capaz de iluminar el corazón humano, la familia y la noble tarea educar.


José Ignacio Moreno Iturralde

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