Vivimos en una sociedad
dónde se valora mucho la autonomía, la libertad personal, o la auto-decisión.
Es bueno que se tenga muy en cuenta la voluntad de cada persona a la hora de
fraguarse su propio futuro. Pero la voluntad personal está sustentada por nuestro
íntegro modo de ser humano, que es en gran parte previo a nuestras decisiones.
Por este motivo, entender a la voluntad como el principio de los derechos
personales es un error.
Hay que desarrollarse y
dar fruto; pero un desarrollo desarraigado de nuestras propias raíces, aunque
circunstancialmente parezca atractivo y prometedor acaba en la inanición y, por
supuesto, no podrá dar un buen fruto humano.
Resulta paradójico
observar cómo se reclama tanta libertad, incluso llegando a negar nuestra
propia naturaleza, mientras se cae en un activismo y en un vivir de cara a la
galería que puede llegar a esclavizar y a angustiar. Cuando somos conscientes
de nuestras raíces y de nuestras limitaciones, quizás se lleve a cabo una vida
más modesta y menos aparatosa. Sin embargo, con este modo enraizado de vivir
uno es más consciente de su identidad y tiene una libertad mejor orientada y
mucho más fructífera.
José Ignacio Moreno Iturralde

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