Sunday, June 29, 2025

Llamar al pan, pan, y al vino, vino

La pluralidad y la democracia siguen siendo defendidas como convicciones y, en algunos casos, como términos de corrección política. Por otra parte, la importancia de las percepciones personales, el valor de las más diversas opiniones y la ética como un estilo de vida completamente subjetivo, es algo que a muchos les parece irrenunciable; hasta que llega un desfalco económico o algo peor.

Incluso hay quienes están convencidos de que la realidad se construye con el lenguaje, que no hay ninguna verdad estable. Son los que hablan de la “post verdad” como algo muy novedoso; cuando ya estaba muy de moda entre los sofistas de la época de Sócrates.

La libertad, la iniciativa y la orientación personal han subido al pódium de una especie de categorías sagradas. Además, el desapego por la verdad tiene un tinte postmoderno actualmente bastante valorado. Sin embargo, todo ese batiburrillo de múltiples tendencias puede acabar en un diálogo de sordos, que termina en una batalla campal de intereses contrapuestos.

Recordemos que no se puede negar que surgen cosas totalmente imprevistas: el conocimiento de una persona admirable que nos cambia la vida, la aparición de una nueva y fastidiosa enfermedad, una avería en el teléfono móvil, o una carcajada con los colegas de trabajo. Desde nuestro propio nacimiento, pasando por nuestros padres y, probablemente, el día de nuestra muerte, hay muchas cosas importantes que no hemos elegido, sino que nos son dadas.

La conquista de libertades, así como llevar a cabo las ideas e ilusiones personales, son sin duda importantes. Pero es ridículo vivir estas capacidades y proyectos minusvalorando la realidad, la existencia de la naturaleza de las cosas y la de nosotros mismos. Esta apelación al realismo puede parecer a algunos la lógica deprimente y vieja de un desengañado. No es así: darse cuenta de que la vía láctea y mis abuelos se desarrollaron al margen de mis ilusiones, es una fuente de sentido común y de liberación. Siendo muy bonito poder cumplir nuestros sueños, es más bonito todavía vivir con alegría y salero una vida en la que hubo algunas aspiraciones individuales que no se desarrollaron, porque teníamos algo más importante que hacer: afrontar con resolución un mundo que no se hace a nuestra medida, para que nosotros nos hagamos a la medida del mundo.

Por todo esto es clave respetar la realidad y llamar a las cosas por su nombre, aunque esto suponga admitir cuestiones que me pueden contrariar. La existencia tiene una espectacular arquitectura de verdad, bondad y belleza, que es descubierta cuando limpiamos con virtudes las telarañas de la mediocridad. La grandeza de muchas vidas humanas está precisamente en afrontar situaciones que no eran esperadas. Este darse la vuelta a uno mismo para dar prioridad a la realidad exterior respecto a mi epidermis, mi   psicología y mis emociones, nos hace entrar en el fascinante mundo de los demás. Incluso nos lleva a la más grande de las intuiciones intelectuales: antes de que yo buscara a la verdad, es ella la que me busca a mí, con todo su inigualable encanto y atractivo; porque si efectivamente esto es así, significa que tal verdad es Persona.

Llamar al pan, pan; y al vino, vino, nos introduce en un mundo firme, lleno de convicciones serenas y de panoramas abiertos. Una realidad en la que cada cosa lleva atada consigo la estela de una novela milenaria, que hoy vuelve a renovarse. Lo real tiene la grandeza de su propia existencia: desde un escarabajo pelotero hasta un elefante africano.

Las cosas normales son bastante más asombrosas de lo que parecen. En la medida en que las admitimos, su significado se va abriendo a descubrimientos más profundos. El pan y el vino son cosas sencillas, pero el cristianismo nos enseña que el propio Dios hecho hombre puede llegar a identificarse con ellas.

De este modo, la actitud de respeto a la realidad no es un soso ejercicio de sentido común, sino el preámbulo necesario para acceder a un grandioso misterio revelado y actuante, a un sacramento. Se trata de una verdad insospechada, que nos ayuda a aceptar nuestra vida; algo clave para mejorar y ser feliz.


José Ignacio Moreno Iturralde

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